lunes, 29 de julio de 2013

Los nuevos Torquemada lo llevan claro. Presidenta de Galicia Bilingüe: Gloria Lago


REAL COMO LA VIDA MISMA

Los nuevos Torquemada lo llevan claro

 

Presidenta de Galicia Bilingüe Gloria Lago

Llevo tres semanas viviendo en el campo y ya casi he conseguido limpiar cuerpo y mente de estrés y contaminaciones varias. Cuando estoy aquí me someto a una inmersión total, inmersión de la buena. Me levanto muy temprano como mis vecinos, trabajo la tierra como ellos, y cuando puedo, disfruto de largas parrafadas con los que me voy encontrando en la tienda o por los caminos, sobre todo con los ancianos, los más sabios.

El rural gallego es muy particular, quienes no conocen bien al paisanaje tienen a veces una opinión distorsionada, creen que son desconfiados y peleones. El apelativo de desconfiados es cierto que podría aplicárseles, es un mecanismo de autodefensa, pero habría que destacar en ellos otros valores dignos de mención. Aunque los litigios entre miembros de la misma aldea por motivos de lindes son muy frecuentes, también es verdad que cuando alguno está en apuros, el resto suele acudir en su ayuda. En los años que llevo viniendo aquí, he comprobado cómo aparcan sus diferencias para buscarle un trabajo a quien se ha quedado sin empleo, y es difícil que a alguien le falte de comer.

El rural de Galicia es un buen lugar para evadirse del paisaje de crisis y desguace que asola las zonas urbanas. Mientras en la ciudad se te encoge el corazón al contemplar las largas colas ante los comedores sociales y al comprobar cómo cada día echa el cierre una tienda, por el contrario, aquí, los huertos y los animales domésticos cubren las necesidades más básicas, y los robles, los alcornoques y las pozas del río siguen estando en el mismo lugar reconfortantes e inmutables. No conozco a nadie aquí que tenga hipoteca. Las casas suelen asentarse en terrenos heredados o cedidos por los padres y se construyen poco a poco con la ayuda de la familia, que a veces acuden en grupo a "echar una placa" o a cubrir un tejado al modo de las comunidades quákeras. En cierto modo es como volver al pasado. Yo estoy a menos de media hora de Vigo, pero ciertas costumbres difieren completamente de las de la ciudad, por ejemplo, se casan y tienen hijos mucho más jóvenes, como solían hacerlo nuestros padres, y reconforta ver el respeto con el que suele tratarse a los mayores.

Otra cosa de la que disfruto mucho aquí es de hablar. En gallego utilizo dos registros diferentes, el oficial, con el que hablo en los debates y con los profes y neofalantes, y el de aquí, el gallego que yo llamo de verdad y que los nacionalistas, gurús y fabricantes de palabras previo cheque llaman despectivamente "galego deturpado". Le llaman deturpada, es decir, sucia, contaminada, a la lengua que han conservado los abuelos en las aldeas, hay que ser botarate. Es lógico que se creen gramáticas y palabras para suplir las carencias de una lengua tradicionalmente utilizada por personas del campo y de la mar y por ello con un léxico rico pero adaptado a ese mundo, pero lo que resulta absurdo es cambiar las palabras que designan conceptos y objetos del día a día, desde el modo de llamar a la carretera, hasta la palabra que usamos para dar las gracias. Eso sólo se les ocurre a los que obtienen beneficios del lobby de la normalización que, además, disfrutan de lo lindo dando rienda suelta a su adicción y hobby favorito: imponer.

Pues eso, yo aquí me convierto en una "deturpadora" vocacional. Deturpo todo el día con alegría y con recochineo, procuro que no se me escape ningún palabro e intento enriquecer mi fonética en gallego con la suya, mucho más variada que la de los habladores oficiales, con su gallego de laboratorio, que será muy rico en léxico pero tan pobre en sonidos, que en lugar de gallego parece una neolengua de plástico.

Me hace gracia cuando oigo a algún nacionalista decir que los gallego hablantes, por el mero hecho de serlo, defienden sus tesis. O no los conocen, o sencillamente mienten. Es más, a veces tengo la impresión de que es en el campo donde el sentimiento de ser español y gallego a la vez es más genuino. Me divierte ver cómo a nuestros Torquemada les sale el tiro por la culata al querer imponer sus tesis. Recuerdo cuando en 2008 se les ocurrió prohibir que sonara el himno español en el momento de la consagración, en la misa de las fiestas patronales. Pretendían que se cambiara por el himno gallego. Y se armó la tremolina. Al menos aquí, se armó. Aquel año no hubo himno, ni uno ni otro. La gente dijo que no era lo mismo, que no se emocionaban igual. No tenían nada en contra del himno de los rumorosos, pero es que el otro es el de toda la vida. Igual suerte corrió el intento de suprimir las banderitas españolas que adornan las iglesias y el recinto de las fiestas. Nones, intercalan las dos. En cuanto a esa memez de obligar a las orquestas a interpretar un porcentaje de su repertorio en gallego y de limitar los pasodobles, una campaña que el PPdG retomó el año pasado (faltaría más), dormirá el sueño de los justos en algún cajón oficial. Hasta hace poco lo que molaba aquí eran las rancheras, sobre todo las de Rocío Durcal, y ahora lo que prefieren son las orquestas tipo Panorama, con música actual, la de los 40 principales, que se escucha tanto en Rianxo como en Medina de Río Seco. Los nuevos Torquemada lo llevan claro. Mis paisanos de verano seguirán siendo unos deturpadores, de la lengua y de la Galiza con z, o sea de la nazón. Y yo que lo vea.

 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
"Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo...
y por los mismos motivos."
Sir George Bernard Shaw


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario