miércoles, 25 de junio de 2014

"Tratando de recuperar el valor social de las campanas, cuyos toques han sido declarados monumento inmaterial en Valencia.

 Podemos agregar que para diseñar un campanario para que las paredes o cámaras que tienen las campanas no se rajen o partan se requiere gran calculo matematico.
Mi abuelo, el Arquitecto Ingeniero Arturo Amigó y Gassó fue un gran experto.  Sus campanarios nunca se rajaron.  Por lo que cada vez que un campanario se rajaba porque otro Experto, y no él. lo habia diseñado, tenian que regresar a pedirle a mi abuelo que lo rediseñara.  Así que tenían que tirar el mal hecho y seguir al pie de la letra la recomendación del Ingeniero Arquitecto, Arturo Amigó y Gassó.
Aportación* de Lydia Amigó del Portillo.
 

Espectacular entrevista...que debemos leer no solo por cultura general, sino también para valorar y rescatar muchas de las tradiciones que hemos perdido.

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Francesc Llop: "Tocar las campanas a mano es participar en las emociones de la comunidad"

Escrito en Entrevistas
 
Francesc Llop:   Tocar las campanas a mano es participar en las emociones de la comunidad

Antropólogo y campanero valenciano, "profesión de alto riesgo".

En Valencia declararon monumento inmaterial los toques de campana de cuatro catedrales.

Francesc Llop es campanero y antropólogo, una combinación que no es baladí pues, como explica él mismo, "la de campanero es una profesión ligada a la antropología, a tratar de descubrir al otro". Forma parte de un movimiento de campaneros que trata de recuperar el valor social de las campanas, y que curiosamente ha nacido desde la voluntad laica, no clerical.
"Tocar las campanas a mano es participar en las emociones de la comunidad", dice Llop, que ha aprendido el oficio de campanero tanto desde el plano teórico como desde el práctico. Por eso rechaza la mecanización y electrificación de los campanarios, y trabaja para que "la gente sienta que las campanas no son un ruido que molesta, sino una voz que viene de la antigüedad y que te religa con las comunidades pasadas, presentes y futuras".
¿Cuál es tu profesión?
Soy antropólogo, pero en el año 68, en Valencia, descubrí las campanas y el mundo de los antiguos campaneros tradicionales, que es gente que todavía toca como profesión. Y descubrí que es una profesión ligada a la antropología, a tratar de descubrir al otro. Así que hice mi tesis doctoral de Antropología sobre campaneros de Aragón, y mi tesina sobre campaneros de Valencia.
El antropólogo puede hacer las cosas de dos maneras: una es solamente observar, y la otra es la observación participante. La mejor manera es participar.
Si yo le pregunto a un campanero que cómo toca, en diez minutos me lo cuenta; pero si le digo que me enseñe a tocar, hacen falta dos años. Hay matices que no se cuentan, que se enseñan.
Así que me hice campanero y empecé a crear grupos de campaneros. De alguna manera intuía que tocar las campanas a mano era participar en las emociones de la comunidad. Porque no solamente tienes que llamar a misa, sino que tienes que saber transmitir que un día de Pascua es distinto a un día de muertos. Y eso, por muy perfectas que sean las máquinas, sólo lo pueden hacer las personas.
¿Para eso hay distintos toques?
Sí. Mi primer descubrimiento fue que no sabía nada.
No sabía, por ejemplo, que en cada diócesis se toca de manera diferente. Si en España hay 94 catedrales, hay por los menos 50 maneras diferentes de tocar. Por ejemplo, el toque de muertos de la catedral de Valencia es el mismo que el toque de fiesta de la de Zaragoza. Tal como se toca a fiesta en Cataluña, en Toledo y en algunos sitios de León, es el toque de muertos de otros lados. Es decir, que se veía un lenguaje universal en cuanto a contenido.
Por supuesto, las catedrales grandes tenían antes una liturgia complicada. Hoy en día es mucho más sencilla. Es decir, si hoy en día hay cuatro o cinco días distintos, antiguamente tenían doce o catorce clases: dobles, semi-dobles, vísperas… Diferentes clases litúrgicas que se reflejaban en el toque de campanas.
La principal función de un campanero de catedral era tocar a coro, y había diferentes toques que ya sabía y que indicaban a los demás qué clase de día era. Es algo apasionante descubrir que hay una diferencia enorme de toques de un sitio a otro, y que las catedrales están marcando no sólo la llamada a coro, sino qué tipo de coro hay.
¿Hace falta mucha especialización para tocar las campanas? Me imagino que serás uno de los pocos expertos en ello tanto a nivel práctico como a nivel teórico…
Absolutamente. Yo conocí a los últimos campaneros tradicionales. En este momento surgen nuevos grupos de campaneros. En la Comunidad Valenciana tenemos treinta y tantos. Las de la catedral, por ejemplo, son manuales. No se tocan mecánicamente, excepto el toque diario. Pero en días como la Ascensión o la víspera de la Ascensión tocamos diez o doce campaneros.
¿Voluntariamente?
Sí. Somos profesionales, porque además es un trabajo del alto riesgo (imagínate que te equivocas y una campana de dos mil kilos te pilla la cabeza) y es un trabajo que tienes que aprender durante años, pero al mismo tiempo es un trabajo de voluntarios. Es decir, que es un trabajo profesional no remunerado. Es decir, que cualquier no puede subir a tocar. Tiene que estar formado. Pero el hecho de ser voluntarios da una nueva perspectiva al mundo de las campanas, porque los campaneros somos en ese sentido miembros de la comunidad.
¿Es una vocación o una afición especial?
Sí, está bien dicho. Las dos.
¿Cuántos sois en España?
Cada sitio refleja su forma de ser. En Castilla y en Cataluña, por ejemplo, todavía son abuelos que siguen tocando. Hay poco futuro todavía. Aquí en Valencia los campaneros desaparecieron hace 30 años y en este momento están saliendo grupos de gente joven. Sólo en la Comunidad Valenciana hay ahora 200 campaneros, y abuelos ninguno. Yo soy casi el más mayor de todos.
¿Cómo lo habéis conseguido?
Porque el mundo de las campanas es apasionante, y es una forma de enganchar a la gente al servicio de la comunidad.
¿Lo consideráis un servicio a la comunidad católica?
Un paso más allá: un servicio a la comunidad creyente y a la sociedad en su conjunto. Si nos limitáramos a hacer un servicio sólo para la comunidad católica, puede haber gente que se sienta ofendida. Nuestra propuesta es que las campanas son un patrimonio no solamente católico, sino que son la voz de la comunidad entera. Es un hecho histórico y patrimonial de la comunidad, que forma parte del paisaje social para que todos se sientan integrados.
En la catedral estamos tocando partituras de 1705 con campanas del 1300 aproximadamente. Poca gente sabe que hay partituras para tocar las campanas, y varían de una catedral a otra.
¿De dónde vienen esas partituras?
Estaban en los archivos. Fueron escritas por antiguos campaneros. La liturgia entonces era muy complicada, y eso se reflejaba en los toques. Estaba todo escrito. Leyendo esos ceremoniales antiguos encuentras que hasta el color de los calcetines del celebrante está marcado. En aquel momento lo importante era hacerlo perfecto. Y las campanas formaban parte de esa perfección, en un sentido muy amplio.
Por ejemplo, en el día del Corpus, tocaban todas las campanas de la ciudad, aunque la procesión sólo fuera en la catedral, para mostrar que eran todas una misma comunidad. Es decir, que la campana es la voz de la comunidad no solamente hacia dentro, sino también hacia fuera. Construye una doble relación.
¿Se sigue tocando a incendio, por ejemplo?
No. En una ciudad grande ya no tendría sentido. Pero sí que seguimos tocando el cierre de las murallas aunque ya no haya murallas. Es algo simbólico, para que la gente sienta que las campanas no son un ruido que molesta, sino una voz que viene del pasado y que te religa con las comunidades pasadas, presentes y futuras.
Por decirlo de alguna manera, el campanario es como una aguja en alto por cuyo hueco pasa un hilo que une el cielo con la tierra. Las campanas son ese hilo que unen lo alto con lo bajo, en las dos direcciones. En ocasiones la oración pide (desde abajo pedimos a arriba), pero muchas campanas antiguas castellanas dicen que son la voz del ángel que nos llama. Es decir, la voz que baja. Así que las campanas son las dos cosas al mismo tiempo. El campanario se convierte en el punto de diálogo entre el cielo y la tierra. Y los campaneros somos gente que nos expresamos no tanto hablando, sino a través de ese esfuerzo diferenciado.
Somos casi todo hombres, pero por una razón de obligaciones familiares. Ha habido mujeres, pero las mujeres duran menos porque tienen hijos y otras obligaciones, y no pueden organizarse sus calendarios para tocar el día del Corpus, el día de Pascua o el día de Navidad. Nosotros pasamos la Navidad tocando en la catedral.
¿Sois pioneros, en Valencia, en la recuperación de esta tradición? ¿En otros sitios de España está desapareciendo?
Sí, en otros sitios directamente ha desaparecido porque han puesto motores. Se ha dado un proceso de desaparición de lo antiguo y de motorización, y la comunidad se está dando cuenta de que le falta algo.
Pero aquí también tuvimos 30 o 40 años de motores. Aquí se motorizaron los primeros campanarios en los años 50 y 60. En Cataluña las están retirando ahora porque se han electrificado dos campaneros.
¿Qué diferencia hay entre las campanas electrificadas y las normales?
Tienen muy poco que ver, porque normalmente cuando hay campanas electrificadas no hay un proyecto que tenga en cuenta la diferencia local. Es todo estándar.
Gracias a Dios yo he podido participar en los proyectos de restauración de 7 u 8 catedrales (la Giralda de Sevilla, el Pilar de Zaragoza, la de Pamplona, la de Huesca, la de Valencia…) y en esos proyectos hemos podido integrar los toques antiguos con los motores, de forma que en Sevilla tocan a coro de la misma manera que tocaban en el siglo XVII, y en Zaragoza tocan también a coro pero de manera diferente, según las clases.
¿O sea que estáis haciendo un trabajo de recuperación de toques, aunque sean electrificados?
Eso es. Porque aunque están electrificados, se pueden electrificar mediante un mecanismo que no impida el toque manual. Para que siempre, en cualquier momento, pueda venir alguien a tocar en nombre de la comunidad. Porque la persona representa más a la comunidad que un motor.
No estamos hablando de una obligación ni de una carga, no estamos hablando de un oficio mal remunerado. Estamos hablando de voluntarios que se lo pasan "pipa" tocando las campanas. Y que, por tanto, ordenan su vida de forma que puedan tocarlas.
También empleamos las nuevas tecnologías para organizarnos. Hablamos por Whatsapp para ver quién va a ir mañana al repique, por ejemplo.
¿Quién es el mejor campanero de España? ¿Hay maestros y aprendices?
Cada pueblo tiene el suyo. Los toques son tan diferentes de un sitio a otro que es muy importante tener comunicación con los demás campaneros. Eso es lo que procuramos. Para que la gente aprenda a salir de su propio campanario. Para que oigan más campanas que las suyas.
Los vascos y los leoneses repican igual, con la campana fija. Los andaluces repican dándole vueltas a las campanas pequeñas mientras las grandes están fijas. Al contrario que los de Zaragoza, que dan vueltas a las grandes con las pequeñas fijas… Cada sitio tiene una riqueza. Todo tocamos el Ángelus, pero cada uno a su manera. En Valencia nos lo pasamos muy bien tocando las campanas. Y evidentemente tocamos de manera distinta a como tocan en Castilla o como tocan en Aragón. En Castilla, por ejemplo, solo hay tres o cuatro catedral donde se sigue tocando manualmente.
¿Se está perdiendo lo manual?
En algunos lugares sí, y es una pena. En otros se está recuperando, como Valencia, Castellón, Tarragona y algunas partes de Canarias. Pero el ímpetu que tenemos en Valencia sí que somos pioneros. Hay que decirlo. Y lo decimos, lo expresamos, a través de la página web que tenemos: www.campaners.com
 
, en la que hay casi dos mil fotografías y vídeos de campanas. Porque lo que intentamos es aprender y compartir. Si no lo compartimos no tiene sentido, pero si no investigamos tampoco lo tiene. Tiene que haber un diálogo continuo con el otro. De hecho, no sólo tenemos relación con campaneros católicos.
¿Las campanas son de todas las religiones?
Bueno, de todas las confesiones cristianas. Los musulmanes y los judíos no usan campanas, pero todos los cristianos sí.
Hace poco me llamaron de la iglesia ortodoxa rusa nueva que hay en Madrid, porque han traído campanas y han enseñado a unos campaneros. También tenemos relación con la Iglesia Reformada de Holanda, y hace unas tres semanas que vino un autobús con 50 campaneros de Utrecht.
Tuvimos un encuentro del día de Ramos, y ellos tenían mucho ilusión por saludar a don Carlos Osoro. Acabada la misa de Ramos, don Carlos les dedicó un tiempo en la catedral, y estaban encantados. Tanto los holandeses, de saludar al obispo; como el obispo de saludar a la los campaneros holandeses.
Estamos intentando ir más allá del simple subir, tocar y pasártelo bien. Hay que darle una trascendencia., transmitirlo a las generaciones jóvenes… En ese sentido vamos bien. Como ya he dicho, ahora hay mucha gente joven tocando. Y no lo hacen por dinero. Nadie va a pagar 200 toques al año. No hay dinero para eso.
Lo hacen por el placer personal de tocar las campanas como los antiguos.
¿Hay una especie de catequesis sonora en el toque de las campanas?
Sí, claro que la hay. Estás marcando los tiempos litúrgicos y el comienzo del día. A mí me gusta decir que el día empieza a mediodía, no a medianoche. Si vas a misa un sábado por la mañana, es la misa del sábado. Pero si vas el sábado por la tarde, ya es la misa del domingo. Ya ha empezado el nuevo día.
A los campaneros les enseñamos, a parte de las técnicas, estas concepciones litúrgicas.
¿Somos un país rico en campanas?
Somos un país muy rico en campanas, y éramos un país muy rico en toques. Poco a poco se van recuperando, pero para eso hace falta mirarlos precisamente como una riqueza. No como una obligación.
Aquí en la Comunidad Valenciana nos han declarado monumento inmaterial los toques de campana de cuatro catedrales. Eso es un primer paso, porque desde que lo han declarado bien de carácter cultural, la gente lo ve de otra manera.
Nosotros cuando tocamos lo hacemos con la sala abierta, y caben entre 70 u 80 personas. Entonces, en ese ambiente, rodeados de campanas y de música, procuramos contarles lo que hacemos para que lo entiendan.
¿Cuál es la campana más grande de España?
La más grande es la de Toledo, pero la más grande en uso es la de la catedral de Pamplona, donde también hay un excelente grupo de campaneros. Allí hay dos torres: una con la campana grande y otra con las campanas de volteo. El Obispado comenzó un proyecto de restauración y me pidió que hiciera cursos para formar campaneros.
Cuando lo preparamos, decidimos poner 20 plazas porque pensábamos que no se iba a apuntar nadie. Pero se apuntaron 40. entonces había un problema, porque en la torre no cabían, así que tuvimos que organizarnos. Pero lo más importante es que no vinieron sólo por el "exotismo" de tocar las campanas, y esto lo demuestra que el grupo sigue funcionando.
Hay que despertar este interés de participación, como antes, cuando la gente subía el domingo en el pueblo y tocaba. Algunos repicaban, otros volteaban… ¿Cómo se transmitía eso? Mirando. El chiquillo veía cómo lo hacía el abuelo.
Ese placer ahora está vedado porque las campanas son eléctricas.
¿Cuál es la campana más valiosa de España?
La más antigua está en León, desde el año 1086. La siguiente es del 1219 y está en Oviedo. La llaman "la wamba" por el sonido terrible que tiene. Aparentemente. Porque hoy en día es muy fácil juzgar que una campana "suena mal". Pero si una comunidad la ha mantenido durante 7 siglos, es porque esa campana era valiosa. Si está ahí es porque es valiosa. La campana es el único instrumento musical que suena igual a lo largo de los siglos.
¿No se deteriora?
No. El badajo sí, hay que cambiarlo cada tres años, porque tiene que ser más blando que la campana. Pero si una campana se rajaba, se refundía. Y hoy en día se pueden restauras las campanas.
No podemos saber cómo se cantaba en gregoriano hace no se cuántos siglos. Podemos conservar partituras, pero a saber cómo las interpretaban hace tanto tiempo. Los órganos hay que cambiarlos cada medio año, y va cambiando mucho la moda. La campana es el único instrumento que siempre suena igual.
En la catedral de Valencia tenemos una del 1305. Es emocionante pensar que entonces no existía la catedral tal como es, que era la mitad de pequeña de lo que es ahora, no existía la torre, no existíamos ninguno de nosotros ni de los edificios que hay en la ciudad… y en cambio esa campana sonaba igual que suena ahora. Es muy interesante.
¿Se siguen fabricando campanas?
Sí. Ha habido momentos en que ha habido muchos fabricantes, pero en estos momentos hay 5 o 6 en toda España. Uno en Palencia, otro en Cantabria, otro en Jaén, otro en Cataluña y otro en Valladolid.
¿Los materiales siguen siendo los mismos?
Sí, el bronce. El bronce tiene una ventaja: que no se oxida. En Galicia se pone verde, en otras partes más negro, pero da igual. El bronce dura cinco siglos.
Antiguamente no se ponían las campanas en las dos torres, sino solo en una. Porque el instrumento musical es la torre. Han de estar concentradas, todas juntas, para poder dialogar. Si están separadas no hay diálogo, hay ruido. Pero los arquitectos modernos no lo saben.
¿Sigue habiendo inscripciones en las campanas? ¿Hay alguna que te llame mucho la atención?
Sí. las más antiguas con las más apasionantes, porque buscan siempre la protección de la comunidad. Hay muchas oraciones pidiendo protección, otras muchas que hacen referencia a Santa Águeda (porque fue la primera protectora contra las tormentas y contra los terremotos). Y claro, las campanas están muy relacionadas con las tormentas.
La tormenta representa el mal para casi todas las comunidades antiguas. A un pueblo agrario le puede destrozar la faena de todo el año en una hora, e incluso matar a los árboles. Entonces, es ago de lo que defenderse. Por eso las campanas tienen una cruz, siempre hacia fuera.
Hay un refrán que dice "de la cruz de mayo a la cruz de septiembre, tocar las campanas hasta que se quiebren". Es decir, para defender a la comunidad de las tormentas de verano.
Por eso hay gente que cree que al tocar las campanas las tormentas se alejan. Científicamente no se puede negar, pero tampoco está comprobado.
Pero hay pueblos en los que se sigue tocando la protección contra las tormentas.
¿Por qué empezaste a interesarte por el mundo de las campanas?
Porque, como ya he dicho, es apasionante. Al principio la gente se reía de mí. Me llamaban romántico, me decían que es un tema que está acabado, que no tiene futuro. Pero es que no podía tener futuro porque había que darle la vuelta.
El viejo campanero sacristán corresponde a otro tipo de sociedad. Y no digo que no haga falta sacristán en una parroquia, porque de alguna forma es el alma que transmite las tradiciones. Y más ahora que los curas cambian tanto, o que hay curas que llevan 20 pueblos a la vez, como muchas veces pasa. Hace falta alguien que viva en el pueblo, que conozca sus tradiciones y que guarde su memoria. Que sea capaz de saber qué ornamento antiguo hay que sacar cada día.
Antiguamente se enterraba a los muertos en la misma iglesia, porque se tenía la conciencia de que vivos y muertos somos la misma comunidad. Así, al gastar los cálices y demás ornamentos antiguos, nos relacionamos con aquellos que lo hicieron antes, y con aquel que lo hará en el futuro. Es decir, que estamos construyendo una comunidad más allá del presente.
A campana no es una molestia ni una preocupación, es la voz que nos une al resto de la comunidad.
¿El clero ha perdido interés por las campanas?
Yo diría que sí, sin duda. Y es lo curioso de este movimiento: que nace desde la voluntad laica. En Valencia tenemos la suerte de que don Carlos nos ayuda mucho, porque lo ha entendido muy bien.
Él hace una reunión anual de campaneros, por Navidad. Pero no todo el mundo lo entiende. Muchos siguen pensando que las campanas son suyas, de su iglesia, pero no en relación con las demás.
La comunidad no son solamente los que vienen a misa. La comunidad es el barrio, la ciudad… y la misión de la comunidad también es atraer a los que están fuera.
¿Hay teología en las campanas?
Claro. Curiosamente este año me han pedido que hago el discurso del Corpus de la ciudad de Valencia, y estoy dándole vueltas justo a esto. De transmitirle un mensaje que implique a la comunidad y que haga que no consideren a las campanas como un ruido, sino como la voz de la comunidad. El hilo que une lo de arriba y lo de abajo. Y que la gente entienda que las campanas no sirven sólo para llamar a misa. De hecho, de cada cien toques distintos, sólo cinco o diez eran para llamar a misa. Los demás eran para marcar distintos momentos del día.
¿El fin de la jornada de trabajo, por ejemplo?
Sí, se tocaba a mediodía. De hecho, los relojes son una hora artificial si los comparamos con las campanas. Porque si el reloj da las ocho puede ser de día o puede ser de noche, pero cuando se toca el ángelus por la mañana es que está anocheciendo, y cuando se toca el ángelus por la tarde es que está atardeciendo. Las campanas marcaban la vida real. Porque en las sociedades tradicionales no había luz en la calle ni la gente tenía relojes, así que las campanas construían la vida de la comunidad. Desde el principio del día hasta su final.
El toque de alba que se daba en la catedral de Sevilla, por ejemplo, hoy en día sería impensable. Nos denunciaría todo el mundo. Pero en aquel momento tenía su lógica, porque la gente no tenía reloj en casa. Había un sentido de adaptación a la vida natural, de convertir en natural la jornada.
¿Son caras las campanas?
Sí, son caras. Saldrán a 15 o 20 euros por kilo aproximadamente. Es decir, que el precio depende de su tamaño. Y una de un metro puede llegar a pesar 600 kilos. Pero si se piensa de otra manera, son muy baratas porque, ¿qué publicidad hay que dure 200 años? Si tú pones tu nombre en una campana (como se estila ahora, "la familia tal ha pagado esta campana"), dentro de 200 años tu nombre estará ahí arriba todavía. A ver qué propaganda dura 200 años. Un anuncio de televisión dura veinte segundos, y vale más caro que una campana.
¿Se están robando muchas?
Por Galicia sí. Por aquí no tanto. En Galicia las torres son más bajas y los campanarios están más separados de las viviendas. Aquí sería más difícil, porque los campanarios no son accesibles desde la calle, por lo general.
¿El campanario influye mucho en el sonido de las campanas?
Claro, lo cambia totalmente, porque es su caja de resonancia. Las torres se hacen de cierta manera para que las campanas suenen más. Para que el sonido resuene en las bóvedas y los muros. Si una campana está fija o da la vuelta no es casual. Se buscan determinados efectos.
Igual que el hecho de que antiguamente el celebrante mirara al altar, además de porque los altares estaban orientados hacia Jerusalén, era también porque se le oía mejor que si hablaba de cara a la gente. Es una cuestión de acústica. Igual que los púlpitos, que están hechos para que la voz de quien predica se expanda.
Los antiguos pensaban las cosas. Ahora no las pensamos tanto. Buscamos el mínimo esfuerzo y el mayor rendimiento posibles.
¿Los monjes siguen cuidando estos aspectos?
Poquito. La tendencia a la mecanización ha llegado a todas partes. Sólo los cartujos siguen tocando a mano.
¿Montserrat y Silos están totalmente electrificados?
Sí, todo. Además de forma muy moderna. Montserrat tiene muchas campanas y muy grandes, pero no las tocan ellos. Las tocan los motores.
A mí personalmente me gusta más la propuesta de la Iglesia Anglicana, que tiene miles de campaneros y nunca ha electrificado las campanas porque piensan que, si en una comunidad no hay un grupo de personas capaz de tocar sus propias campanas, mejor que no se toquen.
Ésta idea la hemos tomado como nuestra. Si no hay quien toque las campanas, es que una comunidad está muerta.
Pasa lo mismo con la gente que dice "si no viene el cura al pueblo, no vamos a misa". Por no coger el coche e ir a misa al pueblo de al lado, cosa que sí hace todo el mundo para ir a comprar, por ejemplo. Este sentido de comunidad hay que reconstruirlo. Y la participación de la comunidad en los cantos y en el toque de las campanas.
¿Qué tiene que decir el Vaticano ante todo esto? ¿Son conscientes de vuestra labor?
El Vaticano simplificó los rituales con la excusa del Concilio Vaticano II. Y de hecho, las primeras campanas que se electrificaron fueron las del propio Vaticano. En mil ochocientos ochenta y tantos ya pusieron motores ahí arriba.
¿Te gustaría explicarle al Papa la importancia de las campanas?
Claro que sí, y yo creo que lo entendería. Porque las campanas representan una comunicación de doble sentido. Las campanas no sólo llaman para que la gente venga, sino que al mismo tiempo expresan lo que pasa en la comunidad. Y la gente al final lo valora. Aunque siempre hay alguno que se siente agredido.
Antes se decía que las campanas son la voz de Dios…
Y se sigue diciendo, pero yo creo que son la voz de la comunidad. El puente entre la comunidad y Dios. En los dos sentidos.
Es este aspecto comunitario el que creo que hay que recuperar, para implicar a la propia comunidad en sus rituales.
¿Qué proyectos tienes a la vista?
En estos momentos me han pedido que ayude en la restauración de las campanas de la catedral de Santiago, porque están hechas un desastre. Me han encargado que recupere los toques, porque las habían mecanizado de mala manera y no consiguen ahora recuperar el sonido antiguo. Hacen ruido.
En Galicia se toca de manera diferente, y son muy distintivos los toques a muerto. Parece casi que construyen el duelo. Como también se construye la fiesta.
Eso es lo que vamos a tratar de recuperar: la voz peculiar que tenían las campanas de Santiago.
 
José Manuel Vidal/RD-España
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