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lunes, 16 de julio de 2012

Salve, Estrella de los Mares, La Virgen del Monte Carmelo, nuestra Patrona. Historia medieval..


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En el siglo XIII se apareció a unos cruzados en Tierra Santa y se presentó como la Estrella del Mar. Desde entonces, pescadores y marinos se amarran a Ella con fe.
  • Desde Cartagena a Ferrol y de Cádiz a Valencia, en miles de lugares de toda España se celebra cada 16 de julio la fiesta de la Virgen del Carmen, patrona de quienes entregan su vida en la mar. No solamente se festeja en localidades costeras, también en el interior de nuestro país rezan a la Madre de Dios en esta jornada. Una advocación mariana que no nació en medio del mar o el océano, sino en una cordillera de Israel.
    El origen está en el monte Carmelo -de ahí su nombre- que deriva de la palabra Karmel o Al Karem y que en árabe se traduce como jardín y en hebreo como viñedos de Dios. La advocación nació después de la Segunda Cruzada, cuando en 1155 el francés Bartolomé Avogadro, inspirado por el profeta Elías, viajó hasta el monte Carmelo para hacerse ermitaño. Allí inició una pequeña comunidad religiosa y, entre todos, levantaron una iglesia que dedicaron a la Madre de Dios. Tomaron así el nombre de Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.
    Los carmelitas fueron creciendo en número y, a comienzos del siglo XIII, el patriarca de Jerusalén les dio una regla basada en tres pilares: el trabajo, la vida contemplativa y la meditación de la Sagrada Escritura. En este tiempo, no lo tuvieron fácil, ya que los sarracenos realizaban incursiones con el objetivo de recuperar la Tierra Santa conquistada por los cristianos. Hacia 1235, los carmelitas se vieron obligados a abandonar el monte Carmelo ante los ataques de estos mahometanos habitantes del desierto. La tradición narra que antes de marcharse del lugar que había sido su casa, los cristianos cantaron la Salve Regina. Durante esta oración se les apareció la Virgen y les prometió que sería para todos y cada uno de ellos su “Estrella del Mar”.
    El fuego eterno
    Los que abandonaron el monte Carmelo bajo el amparo de la Madre de Dios no sufrieron ni un rasguño por parte de las cimitarras de los seguidores de Mahoma. Llegaron salvos a sus lugares de origen en Europa y pronto difundieron en el viejo continente la devoción a la Virgen del Carmelo.
    Entre aquellos cruzados que regresaron de Tierra Santa estaba el inglés Simon Stock -hoy santo de la Iglesia Católica-, quien en 1246 se convirtió en prior general de los carmelitas. Stock no cesaba de rezar por la Orden del Carmen y el 16 de julio de 1251 la Virgen se le apareció y le dio un escapulario con la siguiente promesa: “Toma, hijo querido. Este escapulario será como la divisa de mi confraternidad y, para ti y todos los carmelitas, un signo especial de gracia; quienquiera que muera portándolo, no sufrirá el fuego eterno. Es la muestra de la salvación, una salvaguardia en peligros, un compromiso de paz y de concordia”. Poco a poco se difundió lo sucedido a Stock y miles de personas quisieron llevar consigo un escapulario a semejanza de los religiosos carmelitas.
    A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica ha explicado que el escapulario no es un amuleto y que, según la promesa mariana, quien le tenga devoción y lo use, recibirá a la hora de su muerte la ayuda de la Madre de Dios.
    Portada a hombros
    Pero la promesa mariana no quedó ahí. En 1314, tras la muerte del papa Clemente V, se celebró un cónclave para elegir al nuevo sucesor de san Pedro. La elección duró más de dos años. La Virgen del Carmen se apareció al cardenal francés Jacques Duèse, le anunció que sería papa con el nombre de Juan XXII y le hizo una nueva promesa en la que le decía que “quiero que anuncies a los carmelitas y a sus cofrades que los que lleven puesto el escapulario, guarden castidad conforme con su estado y recen el oficio divino -o los que no sepan leer se abstengan de comer carne los miércoles y sábados-, si van al Purgatorio, yo haré que cuanto antes, especialmente el sábado siguiente a su muerte, sean trasladadas sus almas al cielo”.
    La Iglesia ha explica-do que quien le tenga devoción recibirá a la hora de su muerte la ayuda de la Virgen
    La Virgen se lo dejó claro al papa Juan XXII. Este privilegio sabatino consiste en que la Madre de Dios sacará del Purgatorio el sábado después de haber fallecido a quienes hayan muerto con el escapulario, hayan sido castos durante su vida y hayan rezado el oficio, es decir, las oraciones enmarcadas en la Liturgia de las Horas.
    Y si el escapulario no se entiende sin la devoción a Nuestra Señor del Carmen, lo mismo sucede con aquellas personas que faenan en la mar. Existen bellas historias de marineros que pidieron la intercesión de la Virgen y salvaron la vida.
    A finales del verano de 1845, el barco inglés The King of the Ocean navegaba viento en popa rumbo a Australia cuando, cerca del cabo de Buena Esperanza, se vio sorprendido y azotado por un implacable huracán. James Fisher, el pastor protestante que asistía espiritualmente a la tripulación, subió a cubierta para rezar con el objetivo de frenar el temporal que estaba vapuleando al barco. Entre los marineros se encontraba el irlandés John McAuliffe, quien, al ver que las oraciones de aquel protestante no servían, se acercó hasta la barandilla, se abrió la camisa, se quitó el escapulario de la Virgen del Carmen, hizo la señal de la cruz sobre las bravas olas y lo arrojó al agua. En ese instante, el viento cesó y solamente una ola más cayó sobre la cubierta trayendo con ella el escapulario del irlandés. El protestante Fisher, testigo de aquel suceso, se convirtió al catolicismo nada más desembarcar en Australia.
    Este amor naval por la Madre de Jesús está especialmente arraigado en España y en varias naciones de Iberoamérica. Los pescadores la consideran su fiel protectora y cada 16 de julio, tras la correspondiente misa solemne, la imagen carmelitana es portada a hombros por marineros y cofrades.
    Este fervor mariano cuenta con siglos de historia en nuestro país. Ya en el siglo XVIII, el almirante mallorquín Antonio Barceló Pont de la Terra impulsó el amor por la Virgen del Carmen en la Armada española llegando a otorgarle el patronazgo que hasta entonces había ostentado san Telmo. Hoy en algunos lugares, este santo sigue siendo patrón de los marineros y su fiesta se celebra el lunes después de la segunda semana de Pascua.
    En 1768 se estableció el Departamento Marítimo en la Isla de León, en la bahía de Cádiz. Juan José de Navarro Viana y Búfalo, primer Marques de la Victoria y primer capitán general de la Real Armada Española, retornó de Italia y trajo consigo una devoción por la Estrella de los Mares que pronto se extendió de forma natural entre todos los marinos españoles.
    Relegar a la patrona
    Nuestra Señora del Carmen es oficialmente patrona de la Armada española desde el 19 de abril de 1901 en la Real Orden que indicaba que “S. M. el Rey (q. D. g.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, de conformidad por lo propuesto por la Subsecretaría de este Ministerio, y favorable informe del Provicariato General Castrense, se ha servido disponer sea declarada Patrona de la Marina de Guerra la Santísima Virgen del Carmen, que lo es de hecho, de todos los navegantes, y se celebre el 16 de julio, día de su festividad”.
    Una fiesta que rinde honores a la Stella Maris que se apareció a los cruzados en Tierra Santa para que volviesen sanos a Europa tras navegar el Mediterráneo. Unos marineros que, al no existir la tecnología actual, precisaban de la ayuda de las estrellas para orientarse.
    Pronto en los barcos españoles se comenzaron a ver imágenes de la Virgen, a la que los marineros pedían amparo cuando emprendían rumbo a la mar. A más de uno -sea marino o no- le hierve la sangre cada vez que suenan los acordes de la Salve Marinera. Un canto a Nuestra Señora del Carmen cuyos versos forman parte de El molinero de Subiza, una zarzuela estrenada en Madrid el 21 de diciembre de 1870 cuya letra fue escrita por el gaditano Luis de Eguílaz y a la cual puso música el pacense Cristóbal Oudrid y Segura. Pero ¿cómo llegó a convertirse este extracto de zarzuela en una oración que han cantado varias generaciones de españoles y que hoy es casi un himno para la Armada?
    La respuesta se encuentra en la localidad gallega de Ferrol, donde se estrenó la obra zarzuelera en 1872. Aquel día, unos guardiamarinas de la Escuela Naval Flotante Asturias -fragata fondeada en el puerto ferrolano de La Graña- decidieron ir al teatro y quedaron maravillados al ver cómo en la escena XIV de esta zarzuela se cantaba “Salve Estrella de los cielos”. Al día siguiente decidieron que se cantaría siempre después de la misa en el buque. La costumbre se extendió a toda la Armada.
    En 1941, el Ministerio de Marina encargó al músico mayor de Infantería de Marina Camilo Pérez Monllor la transcripción de la partitura original de Oudrid. Con la posterior adaptación de la letra por parte de Mariano Méndez Vigo, este canto se convirtió a la actual Salve Marinera.
    Desde entonces, la patrona de los marinos de España ha presidido centenares de celebraciones y actos como la entrega de los Reales Despachos en la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra). Desde hace años, por cuestiones y legislaciones políticas se ha intentado relegar a un segundo plano la presencia de la patrona. Por ejemplo, en 2010 en Marín no se incluyeron celebraciones religiosas en el protocolo de la entrega de los Despachos. La misa se celebró antes y se decretó asistencia voluntaria. Habrá quienes quieran desarraigar la religión de la vida castrense, pero los hombres que se entregan día a día por España en la mar llevan grabadas a fuego dos consignas en sus corazones: “Viva la Virgen del Carmen” y “Viva la Armada española”.
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