El BALEARES EN CÁDIZ EN 1937..................................EL BALEARES EN 1936.
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EL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE DEL “BALEARES”
Una semana antes de fallecer todavía recordaba lo sucedido aquella noche y, con las fuerzas que aún le quedaban, se persignaba y hacía que buceaba al revivir el embate de las olas, las explosiones y el combustible ardiente que flotaba sobre el agua. Juan Bautista Romero tenía 20 años y era sargento primero cuando el buque en el que navegaba sufrió en el casco unas explosiones que presagiaban el peor de los desenlaces.
Durante estos últimos años, él formaba parte de la memoria viva de ese acontecimiento. Conservaba una lista de los compañeros y amigos con los que compartió aquella experiencia que marcó sus existencias. Pero ya no quedaba ninguno. Él era el último superviviente del crucero “Baleares”, uno de los orgullos de la flota nacional durante la contienda de 1936.
Pero Juan Bautista Romero, de 93 años, fallecía, y con él, un testigo excepcional de esa batalla. «Siempre dijo que había sido un fallo del comandante, que distinguió unas luces a lo lejos y lanzó unas bengalas para identificarlas, pero sirvieron para delatar su posición al enemigo», comenta Martín de la Cámara Romero, uno de sus nietos.
En un relato sucinto, en un libro que escribió para que su memoria no cayera jamás en el olvido, en la descripción telegráfica y fría que los profesionales de la historia suelen hacer del pasado, Romero escribió, de manera breve y detallada, lo que aconteció ese día. «Impactaron siete torpedos que partieron el barco en dos, a unos 60 metros desde la proa». Era la noche del 5 al 6 de marzo de 1938. «Yo había entrado de guardia en las ametralladoras. Éstas estaban situadas detrás de la chimenea, en un puesto alto. Allí era donde se íba a poner un avión, pero no lo teníamos”.
El «Baleares» era un crucero tipo «Washignton», con 196 metros de eslora, 19,5 de manga, un calado de 6,5 metros y una velocidad máxima de 33 nudos. Poseía una autonomía de 8.000 millas y una dotación de 1.163 hombres, que aumentaba a 1.255 en tiempo de guerra. Estaba armado con 8 cañones de 203 milímetros distribuidos en cuatro torres dobles, 8 cañones antiaéreos de 120 milímetros y 12 tubos lanzatorpedos de 533 milímetros en cuatro montajes triples. Representaba, junto al «Canarias», la supremacía naval del bando nacional durante la Guerra Civil española.
Pero ese día nadie podía presagiar el desenlace que esperaba a este navío de la Armada. «Nos alcanzó un cañonazo en el puente de mando, con lo que desaparecieron muchos de los oficiales del barco; entre ellos se encontraba un buen amigo mío, Andrés Gamboa, capitán de corbeta e ingeniero naval».
Martín de la Cámara, cuenta cómo su abuelo vivía esa situación años después de haber ocurrido. «Lo contaba continuamente. Hablaba del hundimiento. Desde entonces no podía bucear. Se sentía incapaz de sumergir la cabeza bajo el agua. Aquella experiencia le marcó profundamente».
La descripción que hace Romero es suficiente para comprender sus impresiones. «A consecuencia de la metralla del segundo cañonazo que impactó en el barco, fui herido en la frente. Tenía las piernas quemadas y me caí del puesto de ametralladoras, que estaba situado a una buena altura. Caí sobre heridos y muertos. Allí empezó el miedo, la desesperación, aunque había otros peor que yo. Me dediqué a salvar heridos de entre los hierros y las llamas. No nos podíamos mover. Eran muchos los muertos y los heridos. Los incendios y explosiones eran de espanto».
Martín de la Cámara conoció las secuelas que el combate dejó en la fisonomía de su abuelo, como la falta de una falange en una de las manos, por no hablar de ese relato que se empeñaba en que conocieran sus familiares y que delata la impresión psicológica que le causó. De hecho, el mismo Romero terminó redactando ese capítulo excepcional de su biografía. Al texto le dio un nombre: «Memorias de un marino de Bamio».
Un librito escrito para la familia. Para que todos, incluidos sus bisnietos, conocieran los hechos en los que había participado. «Lo pañoles de proyectiles – asegura en ese relato – explotaban con frecuencia por estar ardiendo todo el barco. El petróleo en llamas corría por todas partes. Había muchísimo en el agua, una capa de unos 30 o 40 centímetros, quizás más».
El balance de esa jornada es impresionante: muertos, 787 hombres; supervivientes, 436; hospitalizados, 21; con permiso en ese instante, 11. La suma total, 1.255. Romero prosigue con sus propias vivencias. «Los gritos no cesaban. Las explosiones tampoco. El barco, de vez en cuando, metía agua en los compartimentos estancos, con lo cual se ahogaban los compañeros que tenían allí su puesto de combate. Los hierros estaban enrojecidos y retorcidos, y muchos hombres atrapados entre ellos. Era mucho el horror, el miedo y la desesperación. A bordo vi a muchos compañeros y amigos que luego no sobrevivieron, entre ellos mi vecino, que me dijo que tenía un brazo roto. Un vasco de San Sebastián, que estaba sin piernas y lo sentamos en el asiento de un cañón averiado, nos decía que lo dejáramos y atendiéramos a otros que lo necesitaran más que él, que lo dejáramos hundirse con su barco. Y nos decía: “Quién pudiera tener las piernas para ayudar a los demás”».
Para escapar a la muerte, algunos echaron al agua toda clase de objetos a los que pudieran después aferrarse para no morir ahogados. Tablones, bancos, mesas del comedor («éstos, más que salvar, mataron a algunos de los que se encontraban en el agua»). Otros, sin embargo, procedieron de una manera más sensata e intentaron arrojar al agua un bote salvavidas con capacidad suficiente para unas veinte o treinta personas. La operación fracasó, el bote se estrelló contra el agua con varios en su interior. Después de muchos intentos, lograron echar un chinchorro con capacidad para dos personas. «Sólo se salvó una», anota Romero. Al final, también consiguieron preparar dos balsas en las que se salvaron un puñado de marineros. «Las esperanzas eran pocas, el frío mucho, los gritos no cesaban y las explosiones seguían».
Martín de la Cámara todavía es capaz de repetir las palabras que le mencionaba su abuelo cuando se refería a esos instantes. «Salté por la borda. Di varias vueltas en el aire y caí al mar. Me hice daño en una pierna y en el costado. Junto a mí saltó un amigo, pero del agua sólo salí yo. El barco ya estaba muy escorado y me costaba bastante nadar. A mi alrededor, el petróleo estaba ardiendo».
Al rescate acudieron varios barcos ingleses que se dedicaron a recoger a los supervivientes. Llegaron cuatro horas después de las primeras explosiones. Uno se quedó a bastante distancia, otro se dedicó a rescatar a los que se encontraban en el agua, y el último se acercó al «Baleares» para ayudar a los hombres que todavía permanecían a bordo. Pero el barco ya se hundía sin remedio. La sensación dejó una honda huella en Bautista Romero: «El barco dio totalmente la vuelta y las hélices se quedaron al aire . La única posibilidad de salvarse era saltar al mar».
Comenzó así su segunda odisea: «Los hombres en el agua, desesperados, se agarraban unos a otros y gritaban de miedo, ahogándose por grupos. Me separé de ellos por temor a que me agarrarán a mí también». Romero tuvo que nadar hasta el casco del buque inglés más próximo. «Me dirigí a un destructor que se llamaba “Kemperphelt”. El otro era el “Boreas”. Aunque en el agua había botes salvavidas que ellos habían arriado, yo estaba más cerca del destructor que de los botes».
La agonía para subir a bordo y salvarse fue el siguiente paso. «Intenté gatear por unos cabos gruesos que habían largado por la borda para que nos cogiéramos a ellos, pero estaba casi sin fuerzas y los cabos llenaos de petróleo, lo que hacía imposible subir. Me resbalé cinco veces». Juan Bautista Romero tomó entonces una decisión: «Pensé irme al otro costado del barco, pero no tenía fuerzas para rodearlo, por lo que decidí bucear y pasar por debajo de él. Al otro lado nadé buscando algo por donde subir y encontré una escala de gato». Cuando terminó de trepar, cuenta, encontró una mano que le agarró y le metió dentro al tiempo que pronunciaba unas palabras que ya nunca olvidaría: «¡Hala, coño! Ti xa estás». Era un compañero gallego.
Aquel barco todavía no estaba terminado. Se puso en servicio por las premuras que imponía la nueva situación bélica. «Fue armado de forma precipitada, pues se necesitaba para la guerra. El barco no estaba acabado, le faltaban cañones que se sustituyeron por unos de madera para disimular. También estaba diseñado en un principio para llevar un hidroavión y en su lugar acoplaron unas ametralladoras». El buque se utilizó para diferentes cometidos, como vigilar el contrabando de material de guerra, proteger a las tropas, reconocimiento y bombardeo de posiciones enemigas, etc. Romero vivió más de un combate en el «Baleares». El primero tuvo lugar en aguas de Sagunto. «Nos atacaron treinta aparatos de aviación». Fue el bautismo de fuego: «Al inicio del combate le cayó una bomba al crucero “Almirante Cervera”, causando muchas bajas. Otra bomba se le coló por una chimenea, quedando atrapada entre los tubos de las calderas, pero no explotó; de haberlo hecho, habría destruido del buque».
Una semana antes de fallecer todavía recordaba lo sucedido aquella noche y, con las fuerzas que aún le quedaban, se persignaba y hacía que buceaba al revivir el embate de las olas, las explosiones y el combustible ardiente que flotaba sobre el agua. Juan Bautista Romero tenía 20 años y era sargento primero cuando el buque en el que navegaba sufrió en el casco unas explosiones que presagiaban el peor de los desenlaces.
Durante estos últimos años, él formaba parte de la memoria viva de ese acontecimiento. Conservaba una lista de los compañeros y amigos con los que compartió aquella experiencia que marcó sus existencias. Pero ya no quedaba ninguno. Él era el último superviviente del crucero “Baleares”, uno de los orgullos de la flota nacional durante la contienda de 1936.
Pero Juan Bautista Romero, de 93 años, fallecía, y con él, un testigo excepcional de esa batalla. «Siempre dijo que había sido un fallo del comandante, que distinguió unas luces a lo lejos y lanzó unas bengalas para identificarlas, pero sirvieron para delatar su posición al enemigo», comenta Martín de la Cámara Romero, uno de sus nietos.
En un relato sucinto, en un libro que escribió para que su memoria no cayera jamás en el olvido, en la descripción telegráfica y fría que los profesionales de la historia suelen hacer del pasado, Romero escribió, de manera breve y detallada, lo que aconteció ese día. «Impactaron siete torpedos que partieron el barco en dos, a unos 60 metros desde la proa». Era la noche del 5 al 6 de marzo de 1938. «Yo había entrado de guardia en las ametralladoras. Éstas estaban situadas detrás de la chimenea, en un puesto alto. Allí era donde se íba a poner un avión, pero no lo teníamos”.
El «Baleares» era un crucero tipo «Washignton», con 196 metros de eslora, 19,5 de manga, un calado de 6,5 metros y una velocidad máxima de 33 nudos. Poseía una autonomía de 8.000 millas y una dotación de 1.163 hombres, que aumentaba a 1.255 en tiempo de guerra. Estaba armado con 8 cañones de 203 milímetros distribuidos en cuatro torres dobles, 8 cañones antiaéreos de 120 milímetros y 12 tubos lanzatorpedos de 533 milímetros en cuatro montajes triples. Representaba, junto al «Canarias», la supremacía naval del bando nacional durante la Guerra Civil española.
Pero ese día nadie podía presagiar el desenlace que esperaba a este navío de la Armada. «Nos alcanzó un cañonazo en el puente de mando, con lo que desaparecieron muchos de los oficiales del barco; entre ellos se encontraba un buen amigo mío, Andrés Gamboa, capitán de corbeta e ingeniero naval».
Martín de la Cámara, cuenta cómo su abuelo vivía esa situación años después de haber ocurrido. «Lo contaba continuamente. Hablaba del hundimiento. Desde entonces no podía bucear. Se sentía incapaz de sumergir la cabeza bajo el agua. Aquella experiencia le marcó profundamente».
La descripción que hace Romero es suficiente para comprender sus impresiones. «A consecuencia de la metralla del segundo cañonazo que impactó en el barco, fui herido en la frente. Tenía las piernas quemadas y me caí del puesto de ametralladoras, que estaba situado a una buena altura. Caí sobre heridos y muertos. Allí empezó el miedo, la desesperación, aunque había otros peor que yo. Me dediqué a salvar heridos de entre los hierros y las llamas. No nos podíamos mover. Eran muchos los muertos y los heridos. Los incendios y explosiones eran de espanto».
Martín de la Cámara conoció las secuelas que el combate dejó en la fisonomía de su abuelo, como la falta de una falange en una de las manos, por no hablar de ese relato que se empeñaba en que conocieran sus familiares y que delata la impresión psicológica que le causó. De hecho, el mismo Romero terminó redactando ese capítulo excepcional de su biografía. Al texto le dio un nombre: «Memorias de un marino de Bamio».
Un librito escrito para la familia. Para que todos, incluidos sus bisnietos, conocieran los hechos en los que había participado. «Lo pañoles de proyectiles – asegura en ese relato – explotaban con frecuencia por estar ardiendo todo el barco. El petróleo en llamas corría por todas partes. Había muchísimo en el agua, una capa de unos 30 o 40 centímetros, quizás más».
El balance de esa jornada es impresionante: muertos, 787 hombres; supervivientes, 436; hospitalizados, 21; con permiso en ese instante, 11. La suma total, 1.255. Romero prosigue con sus propias vivencias. «Los gritos no cesaban. Las explosiones tampoco. El barco, de vez en cuando, metía agua en los compartimentos estancos, con lo cual se ahogaban los compañeros que tenían allí su puesto de combate. Los hierros estaban enrojecidos y retorcidos, y muchos hombres atrapados entre ellos. Era mucho el horror, el miedo y la desesperación. A bordo vi a muchos compañeros y amigos que luego no sobrevivieron, entre ellos mi vecino, que me dijo que tenía un brazo roto. Un vasco de San Sebastián, que estaba sin piernas y lo sentamos en el asiento de un cañón averiado, nos decía que lo dejáramos y atendiéramos a otros que lo necesitaran más que él, que lo dejáramos hundirse con su barco. Y nos decía: “Quién pudiera tener las piernas para ayudar a los demás”».
Para escapar a la muerte, algunos echaron al agua toda clase de objetos a los que pudieran después aferrarse para no morir ahogados. Tablones, bancos, mesas del comedor («éstos, más que salvar, mataron a algunos de los que se encontraban en el agua»). Otros, sin embargo, procedieron de una manera más sensata e intentaron arrojar al agua un bote salvavidas con capacidad suficiente para unas veinte o treinta personas. La operación fracasó, el bote se estrelló contra el agua con varios en su interior. Después de muchos intentos, lograron echar un chinchorro con capacidad para dos personas. «Sólo se salvó una», anota Romero. Al final, también consiguieron preparar dos balsas en las que se salvaron un puñado de marineros. «Las esperanzas eran pocas, el frío mucho, los gritos no cesaban y las explosiones seguían».
Martín de la Cámara todavía es capaz de repetir las palabras que le mencionaba su abuelo cuando se refería a esos instantes. «Salté por la borda. Di varias vueltas en el aire y caí al mar. Me hice daño en una pierna y en el costado. Junto a mí saltó un amigo, pero del agua sólo salí yo. El barco ya estaba muy escorado y me costaba bastante nadar. A mi alrededor, el petróleo estaba ardiendo».
Al rescate acudieron varios barcos ingleses que se dedicaron a recoger a los supervivientes. Llegaron cuatro horas después de las primeras explosiones. Uno se quedó a bastante distancia, otro se dedicó a rescatar a los que se encontraban en el agua, y el último se acercó al «Baleares» para ayudar a los hombres que todavía permanecían a bordo. Pero el barco ya se hundía sin remedio. La sensación dejó una honda huella en Bautista Romero: «El barco dio totalmente la vuelta y las hélices se quedaron al aire . La única posibilidad de salvarse era saltar al mar».
Comenzó así su segunda odisea: «Los hombres en el agua, desesperados, se agarraban unos a otros y gritaban de miedo, ahogándose por grupos. Me separé de ellos por temor a que me agarrarán a mí también». Romero tuvo que nadar hasta el casco del buque inglés más próximo. «Me dirigí a un destructor que se llamaba “Kemperphelt”. El otro era el “Boreas”. Aunque en el agua había botes salvavidas que ellos habían arriado, yo estaba más cerca del destructor que de los botes».
La agonía para subir a bordo y salvarse fue el siguiente paso. «Intenté gatear por unos cabos gruesos que habían largado por la borda para que nos cogiéramos a ellos, pero estaba casi sin fuerzas y los cabos llenaos de petróleo, lo que hacía imposible subir. Me resbalé cinco veces». Juan Bautista Romero tomó entonces una decisión: «Pensé irme al otro costado del barco, pero no tenía fuerzas para rodearlo, por lo que decidí bucear y pasar por debajo de él. Al otro lado nadé buscando algo por donde subir y encontré una escala de gato». Cuando terminó de trepar, cuenta, encontró una mano que le agarró y le metió dentro al tiempo que pronunciaba unas palabras que ya nunca olvidaría: «¡Hala, coño! Ti xa estás». Era un compañero gallego.
Aquel barco todavía no estaba terminado. Se puso en servicio por las premuras que imponía la nueva situación bélica. «Fue armado de forma precipitada, pues se necesitaba para la guerra. El barco no estaba acabado, le faltaban cañones que se sustituyeron por unos de madera para disimular. También estaba diseñado en un principio para llevar un hidroavión y en su lugar acoplaron unas ametralladoras». El buque se utilizó para diferentes cometidos, como vigilar el contrabando de material de guerra, proteger a las tropas, reconocimiento y bombardeo de posiciones enemigas, etc. Romero vivió más de un combate en el «Baleares». El primero tuvo lugar en aguas de Sagunto. «Nos atacaron treinta aparatos de aviación». Fue el bautismo de fuego: «Al inicio del combate le cayó una bomba al crucero “Almirante Cervera”, causando muchas bajas. Otra bomba se le coló por una chimenea, quedando atrapada entre los tubos de las calderas, pero no explotó; de haberlo hecho, habría destruido del buque».
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(La Razón.es)
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¡¡ACLARACIÓN A PETICIÓN DE LAURA PIA SOBRE EL ARTÍCULO DE LA RAZÓN.ES!!.
EN EL COMENTARIO POSTERIOR ,LAURA PIA NOS COMENTA QUE NO ES CIERTO , QUE SU ABUELO "ANDRÉS LEONARDO GARCÍA",ES TAMBIEN SUPERVIVIENTE DEL NAUFRAGIO ,POR HUNDIMIENTO EN BATALLA NAVAL, DEL CRUCERO BALEARES , Y QUE NO SÓLO VIVE SINO QUE SE ENCUENTRA EN MUY BUENAS CONDICIONES FÍSICAS Y PSÍQUICAS , Y ME PIDE SE PUBLIQUE ESTA AFIRMACIÓN.
LO QUE CON GUSTO HE AUTORIZADO SU PUBLICACIÓN ,AL MODERARLO ,TAL CUAL.
ESPERO QUEDE SATISFECHA MI LECTORA A LA QUE SÓLO ME QUEDA DARLE LAS GRACIAS POR SU COMUNICACIÓN Y LARGA VIDA A SU ABUELO DEL QUE ME GUSTARÍA VER PUBLICADA SU HISTORIA Y RECUERDOS PERSONALES SOBRE DICHO ACONTECIMIENTO INTERESANTE PARA MUCHOS ENTRE ELLOS PARA LOS MARINOS.
¡¡¡¡¡GRACIAS LAURA!!!!!
SALUDOS.
Fernando de Arnáiz Núñez. Coronel Intendencia Armada ( Reserva ).
Otro comentario sobre otro superviviente que tiene ahora 99 años y era marinero amanuense en el suceso.
Fernando de Arnáiz Núñez. Coronel Intendencia Armada ( Reserva ).
Otro comentario sobre otro superviviente que tiene ahora 99 años y era marinero amanuense en el suceso.
Buenas tardes,
Contacto con ustedes tras leer su artículo del "Último superviviente del Baleares".Les informo, que no sé si será el último o no, pero mi tío abuelo Manuel Aneiros Saavedra, con 99 años, no sólo ha sobrevivido sino que aún vive para contar su experiencia en el hundimiento del Baleares. Él era Marinero Amanuense, y pueden comprobarlo en la lista de supervivientes del crucero Baleares.
Gracias por su atención.
Isabel Rodríguez.
Contacto con ustedes tras leer su artículo del "Último superviviente del Baleares".Les informo, que no sé si será el último o no, pero mi tío abuelo Manuel Aneiros Saavedra, con 99 años, no sólo ha sobrevivido sino que aún vive para contar su experiencia en el hundimiento del Baleares. Él era Marinero Amanuense, y pueden comprobarlo en la lista de supervivientes del crucero Baleares.
Gracias por su atención.
Isabel Rodríguez.
Gracias y Saludos a tu tío abuelo de un compañero de la Marina.
En ese buque iban dos parientes míos, uno se salvó y el otro se murió ahogado y de frío,,,,
Honor y Gloria !!!
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Efemérides. 10 de enero de 1929
Nace el personaje de Tintín , creado por el ilustrador belga George Remi , alias Hergé.
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OTRA VEZ CON LA MISMA HISTORIA, antes de publicar algo hay que verificarlo.
ResponderEliminarLo siento pero mi abuelo, ANDRÉS LEONARDO MARTÍNEZ, también es superviviente del Baleares y aún vive, y está en muy buenas condiciones tanto físicas como psíquicas. Espero rectifique esta nocitica, mi abuelo merece una DISCULPA PÚBLICA, sino habrá que tomar medidas y ponerse en contacto con otro medio de comunicación para publicar la verdad. Si quieren ponerse en contacto : laurapia@edu.xunta.es. Un saludo
LAURA PIA ,como verás no sólo he publicado tu nota , sino que en la propia entrada al final la reproduzco como una aclaración a dicho artículo de la razón.es.
ResponderEliminarHoy día 4 de febrero publico otro artículo sobre el supuesto bombardeo aéreo del crucero Baleares , versión fantástica de su hundimiento,pura imaginación de los erróneos partes gubernamentales cuyo equívoco fué posteriormente admitido por el Ministerio de Defensa republicano.
Para ello remito al libro de investigación de Lucas Molina Franco y Rafael A. Permuy López , dos prestigiosos ferrolanos, reflejado en su libro titulado "Historias de Ferrol en guerra (1936-1939)".
Consiste en un relato testimonio de un testigo directo , el marinero voluntario José Manuel PAZ DURÁN , tripulante del crucero Canarias, que llevaba un minucioso diario, publicado en reciente fecha bajo el título "28 meses a bordo del Canarias"(Ediciós do Castro).
Me encantaría la opinión de su abuelo tanto de esto como la verificación del artículo del otro superviviente sobre todo lo dicho en él.
¡GRACIAS!, me pondré en contacto por correo electrónico, por supuesto ,contigo.
Personalmente discrepo en algunas cosas , no en vano el jefe de más antiguedad de los supervivientes era un Cervera , pariente de un amigo y compañero mío , que no se ahogó de milagro porque como su cargo y empleo de capitán de corbeta entonces le hizo abandonar "motu propio" de último....al parecer salvo lo que diga tu abuelo.....
Mi intención lógica era trasladar las opiniones del superviviente respetando su interpretación sin más.
Buenas tardes,
ResponderEliminarContacto con ustedes tras leer su artículo del "Último superviviente del Baleares".Les informo, que no sé si será el último o no, pero mi tío abuelo Manuel Aneiros Saavedra, con 99 años, no sólo ha sobrevivido sino que aún vive para contar su experiencia en el hundimiento del Baleares. Él era Marinero Amanuense, y pueden comprobarlo en la lista de supervivientes del crucero Baleares.
Gracias por su atención.
Isabel Rodríguez.
Gracias, lo añadiré al final de la entrada, conjuntamente con el comentario de otro familiarde otro superviviente, al parecer ya existen tres, por lo cual la alegría es inmensa , si cabe,
EliminarA disfrutar de esos 99 años y larga vida mariñeiro.
GRACIAS de Corazón, por tu visita y aclaración !
Saludos
fernando
Buenas tardes,
ResponderEliminarContacto con ustedes tras leer su artículo del "Último superviviente del Baleares".Les informo, que no sé si será el último o no, pero mi tío abuelo Manuel Aneiros Saavedra, con 99 años, no sólo ha sobrevivido sino que aún vive para contar su experiencia en el hundimiento del Baleares. Él era Marinero Amanuense, y pueden comprobarlo en la lista de supervivientes del crucero Baleares.
Gracias por su atención.
Isabel Rodríguez.
Gracias Isabel Rodríguez por tu aclaración, ya te he contestado anteriormente.
EliminarSaludos desde Cádiz.
Yo tb fuí de la Administración de la Marina.
fernando
https://www.diariodeferrol.com/articulo/ferrol/reportaje-ferrolano-manuel-aneiros-ultimo-testigo-mayor-batalla-naval-guerra-civil/20180505230043225012.html
EliminarIsabel, en dicho buque iban dos familiares míos muy jóvenes,,,uno sobrevivió y otro se murió ahogado.
ResponderEliminarHONOR Y GLORIA !!!
Ayer falleció en Ferrol el último superviviente del Baleares. Manuel Aneiros Saavedra con 102 años.Mi abuelo al que no conocí también sobrevivió al naufragio.De Ferrol y Palma de Mallorca eran muchos tripulantes. Honor y gloria siempre.D.E.P.Amen
ResponderEliminarD.E.P.
EliminarHONOR Y GLORIA SIEMPRE !!!
MUCHO LO SIENTO ISABEL !!!