Los Sefardíes de nuestra historia
EL LITORAL de Santa Fé - Interesante artículo en el cual esta resumido como la Inquisición, provocó que los judíos y su descendencia poblaran estos países mezclándose con los aborígenes y algunos conservando en secreto, sus antiguas creencias.-
Los sefardíes en nuestra historia
Personajes célebres. Tres figuras históricas de origen sefardí: (ver fotos abajo) Santa Teresa de Jesús (lienzo de Alonso del Arco, siglo XVII), Maimónides (grabado antiguo) y San Juan de la Cruz (escultura del imaginero José Bonilla Garrido).
Generalmente, en los textos de historia, se menciona a los pueblos que dieron origen a España, citando a vascos, celtas, íberos, romanos, vándalos, visigodos, y árabes. Pero no se hace referencia a la fuerte presencia de los sefarditas, hebreos que llegaron a la península hace 2.000 años, en la diáspora provocada por la fuerza por el Imperio Romano, expulsados de su tierra. De Tierra Santa.
Llamaron a España con el nombre de Sefarad, que significa “lugar muy lejano”, y denominaron al río como Ivri (hebreo), o Ebro. Eran descendientes de las tribus de Judá y Leví. Algunos pocos eran cristianos (los primeros cristianos eran hebreos y circuncisos, como Jesús) y la mayor parte conservaba su antigua religión judía.
España era la Hispania romana, y la lengua que se hablaba era el latín vulgar, el que hablaba el pueblo, del que derivó el castellano antiguo en el que un descendiente de sefardíes, Miguel de Cervantes Saavedra, escribió El Quijote y que era básicamente el ladino (por latino) hablado por los sefardíes. Esta lengua, que suena tan cervantina, es conservada hasta la actualidad por los sefardíes que habitan Israel.
La primera región de España poblada por los sefardíes hace 20 siglos fue Galicia. Pero también se establecieron en Toledo, Córdoba, Sevilla, Burgos, Extremadura, Cataluña, Navarra, Aragón, Jaén y otras regiones. Luego llegaron los visigodos, y los árabes después.
Ya entre el siglo XII y el XV, muchos sefardíes y cristianos se habían entremezclado por matrimonio. Tal el caso de los antepasados del rey Fernando El Católico, de Aragón, (bisnieto de la bella judía Paloma de Toledo) quien no estaba de acuerdo con la expulsión de los judíos sino que proponía su conversión por el bautismo.
El Inquisidor Torquemada forzó el decreto de 1492 que obligaba a todo no cristiano a abandonar España sin bienes ni pertenencias, en tres meses, lo que hizo que muchos sefardíes se bautizaran católicos. El tesorero personal de los reyes católicos Fernando e Isabel fue un sefardí, Isaac Abravanel, uno de los que financió los viajes de Colón. Pidió que se reconsiderara el decreto, y aunque los reyes le ofrecieron seguridad para él y su familia, prefirió el exilio.
Cristianos nuevos y cristianos viejos
Ya antes de 1492, hubo en España “cristianos viejos” y “cristianos nuevos”, aunque desde hacía siglos las uniones matrimoniales y las conversiones eran una realidad. Así, por ejemplo, las familias más nobles y encumbradas de Aragón y Cataluña estaban emparentadas con sefardíes. Estos se destacaron en las artes y en las ciencias. El confesor de la reina Isabel La Católica era un sefardí bautizado cristiano, Hernando de Talavera.
El célebre Maimónides, rabino cordobés, destacado en la medicina y en filosofía, en cuyos trabajos abrevó Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa de Jesús (Sánchez de Cepeda y Ahumada), era nieta de sefardíes conversos, doctora de la Iglesia, religiosa, escritora y poetisa.
Lo era San Juan de la Cruz, y Pablo de Santa María, obispo de Cartagena y Burgos, (Salomón Ha-Levi) era sefardí bautizado católico. Antonio de Nebrija, Fernando de Rojas, Luis Vives, Fray Bartolomé de Las Casas, el Padre Francisco de Vitoria, el beato Juan de Ávila, Fray Luis de León, Benito Arias Montano, bibliotecario y capellán de Felipe II, Alonso de Ercilla, descendían de sefardíes.
Con el bautismo, los sefardíes pasaron a tener apellidos como Rodríguez o Rodrígues, Pérez o Péres, Santangel, San Martín, Santa Cruz, San Agustín, Bensimón, Benzaquén, Córdoba, Toledo, Toledano, Alcázar, Alemán, Barceló, Barcelona, Barrionuevo, Berenguer, Caballero, Cabeza, Cabra, Cáceres, Cádiz, Carrillo, Chaves, Colombo, Correa, David, Dávila, Delgado, Diez, Duarte, Enríquez, Escalera, Escobar, Escribá, Espíritu Santo, Espinosa, Farias, Fernándes, Ferrando, Ferrer, Ferrera, Fierro, Fuertes, Gallego, Gallo, Gálvez, Gaona, Garcés, García, Garro, Gato, Gerona, Gilabert, Herrero, Iniesta, Izquierdo, Jara, Jaime, Jordán, Julia, La Torre, Lacalles, Lara, Levi, Leyba, Macia, Machado, Marqués, Medina, Nadal, Nájara, Narváez, Navarro, Negrín, Nieto, Noé, Olivera, Oliveros, Olivos, Olmos, Orgaz, Ortega, Osorio, Pacheco, Palma, Pardo, Paredes, Ramírez, Ramos, Rosales, Ros, Saavedra, Sabina, Salgado, Salom, Sánchez, Sánchez de Toledo, Sastre, Talavera, Tejedor, Úbeda, Ulloa, Vaamonde o Bahamonde, Valderrama, Valencia, Valera, Valls, Vaquero, Ventura, Zaragoza, Zorrilla, entre otros citados por José Pardo Hidalgo en un interesante trabajo.
En estas tierras
La gran mayoría de los españoles que arribaron a estas tierras de lo que fue el Virreinato del Río de la Plata descendían de sefardíes bautizados en el catolicismo. A diferencia de la colonización norteamericana, en la que llegaban familias enteras de puritanos europeos, la conquista española fue de hombres solos, jóvenes, solteros y fundamentalmente soldados.
Por cierto, a quienes más atrajo esta aventura de cruzar el mar y arriesgarlo todo, no fue a los condes y marqueses con una vida de holganza ya resuelta, sino a los descendientes de “cristianos nuevos”, plebeyos sin fortuna y sin mucho futuro en España.
Ya muchos de ellos se habían enrolado en los ejércitos o hacían la carrera de las armas. Llegados a estas tierras, tomaron por mujeres a las indias, con las que se amancebaron en tolerada poligamia (por eso Asunción era llamada “el paraíso de Mahoma”) y tuvieron mucha descendencia: tal el caso de los “mancebos de la tierra” que fundaron Santa Fe.
En el acta fundacional de Buenos Aires figuran muy pocos españoles. La mayoría son mancebos nacidos en Asunción. Algunos de ellos se afincarían en Santa Fe, Córdoba y Tucumán.
Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba y antepasado de Jorge Luis Borges, era un andaluz descendiente de sefardíes. En los apellidos más notables del patriciado cordobés está la huella sefardí: Novillo Corvalán, Centeno Novillo, Becerra Ferrer, Vaca, Ferrer Deheza, Aliaga de Olmos, Nores Martínez, Rey Nores, Mosset de Espanés y otros.
Lo mismo puede decirse de famosas familias argentinas como los Anchorena, los Rosas, los Rivadavia y los Saavedra, y de Hernando de Lerma, fundador de Salta.
Esa es, pues, nuestra pertenencia criolla. De esos españoles, de esos indios, y de la mezcla de ambos descendemos quienes tenemos en estas tierras más de cuatro siglos.
Por eso es necesario destacar la importancia fundamental del componente sefardí. Porque así como puede decirse con justicia “borrad los sefardíes y os quedaréis sin la historia de España”, podemos afirmar con orgullo sobre nuestras raíces criollas: “borrad a los sefardíes y nos quedaremos sin la historia de la conquista, la primera colonización y el origen mismo de Argentina”.
Pocho Balás
Los sefardíes en nuestra historia
Personajes célebres. Tres figuras históricas de origen sefardí: (ver fotos abajo) Santa Teresa de Jesús (lienzo de Alonso del Arco, siglo XVII), Maimónides (grabado antiguo) y San Juan de la Cruz (escultura del imaginero José Bonilla Garrido).
Generalmente, en los textos de historia, se menciona a los pueblos que dieron origen a España, citando a vascos, celtas, íberos, romanos, vándalos, visigodos, y árabes. Pero no se hace referencia a la fuerte presencia de los sefarditas, hebreos que llegaron a la península hace 2.000 años, en la diáspora provocada por la fuerza por el Imperio Romano, expulsados de su tierra. De Tierra Santa.
Llamaron a España con el nombre de Sefarad, que significa “lugar muy lejano”, y denominaron al río como Ivri (hebreo), o Ebro. Eran descendientes de las tribus de Judá y Leví. Algunos pocos eran cristianos (los primeros cristianos eran hebreos y circuncisos, como Jesús) y la mayor parte conservaba su antigua religión judía.
España era la Hispania romana, y la lengua que se hablaba era el latín vulgar, el que hablaba el pueblo, del que derivó el castellano antiguo en el que un descendiente de sefardíes, Miguel de Cervantes Saavedra, escribió El Quijote y que era básicamente el ladino (por latino) hablado por los sefardíes. Esta lengua, que suena tan cervantina, es conservada hasta la actualidad por los sefardíes que habitan Israel.
La primera región de España poblada por los sefardíes hace 20 siglos fue Galicia. Pero también se establecieron en Toledo, Córdoba, Sevilla, Burgos, Extremadura, Cataluña, Navarra, Aragón, Jaén y otras regiones. Luego llegaron los visigodos, y los árabes después.
Ya entre el siglo XII y el XV, muchos sefardíes y cristianos se habían entremezclado por matrimonio. Tal el caso de los antepasados del rey Fernando El Católico, de Aragón, (bisnieto de la bella judía Paloma de Toledo) quien no estaba de acuerdo con la expulsión de los judíos sino que proponía su conversión por el bautismo.
El Inquisidor Torquemada forzó el decreto de 1492 que obligaba a todo no cristiano a abandonar España sin bienes ni pertenencias, en tres meses, lo que hizo que muchos sefardíes se bautizaran católicos. El tesorero personal de los reyes católicos Fernando e Isabel fue un sefardí, Isaac Abravanel, uno de los que financió los viajes de Colón. Pidió que se reconsiderara el decreto, y aunque los reyes le ofrecieron seguridad para él y su familia, prefirió el exilio.
Cristianos nuevos y cristianos viejos
Ya antes de 1492, hubo en España “cristianos viejos” y “cristianos nuevos”, aunque desde hacía siglos las uniones matrimoniales y las conversiones eran una realidad. Así, por ejemplo, las familias más nobles y encumbradas de Aragón y Cataluña estaban emparentadas con sefardíes. Estos se destacaron en las artes y en las ciencias. El confesor de la reina Isabel La Católica era un sefardí bautizado cristiano, Hernando de Talavera.
El célebre Maimónides, rabino cordobés, destacado en la medicina y en filosofía, en cuyos trabajos abrevó Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa de Jesús (Sánchez de Cepeda y Ahumada), era nieta de sefardíes conversos, doctora de la Iglesia, religiosa, escritora y poetisa.
Lo era San Juan de la Cruz, y Pablo de Santa María, obispo de Cartagena y Burgos, (Salomón Ha-Levi) era sefardí bautizado católico. Antonio de Nebrija, Fernando de Rojas, Luis Vives, Fray Bartolomé de Las Casas, el Padre Francisco de Vitoria, el beato Juan de Ávila, Fray Luis de León, Benito Arias Montano, bibliotecario y capellán de Felipe II, Alonso de Ercilla, descendían de sefardíes.
Con el bautismo, los sefardíes pasaron a tener apellidos como Rodríguez o Rodrígues, Pérez o Péres, Santangel, San Martín, Santa Cruz, San Agustín, Bensimón, Benzaquén, Córdoba, Toledo, Toledano, Alcázar, Alemán, Barceló, Barcelona, Barrionuevo, Berenguer, Caballero, Cabeza, Cabra, Cáceres, Cádiz, Carrillo, Chaves, Colombo, Correa, David, Dávila, Delgado, Diez, Duarte, Enríquez, Escalera, Escobar, Escribá, Espíritu Santo, Espinosa, Farias, Fernándes, Ferrando, Ferrer, Ferrera, Fierro, Fuertes, Gallego, Gallo, Gálvez, Gaona, Garcés, García, Garro, Gato, Gerona, Gilabert, Herrero, Iniesta, Izquierdo, Jara, Jaime, Jordán, Julia, La Torre, Lacalles, Lara, Levi, Leyba, Macia, Machado, Marqués, Medina, Nadal, Nájara, Narváez, Navarro, Negrín, Nieto, Noé, Olivera, Oliveros, Olivos, Olmos, Orgaz, Ortega, Osorio, Pacheco, Palma, Pardo, Paredes, Ramírez, Ramos, Rosales, Ros, Saavedra, Sabina, Salgado, Salom, Sánchez, Sánchez de Toledo, Sastre, Talavera, Tejedor, Úbeda, Ulloa, Vaamonde o Bahamonde, Valderrama, Valencia, Valera, Valls, Vaquero, Ventura, Zaragoza, Zorrilla, entre otros citados por José Pardo Hidalgo en un interesante trabajo.
En estas tierras
La gran mayoría de los españoles que arribaron a estas tierras de lo que fue el Virreinato del Río de la Plata descendían de sefardíes bautizados en el catolicismo. A diferencia de la colonización norteamericana, en la que llegaban familias enteras de puritanos europeos, la conquista española fue de hombres solos, jóvenes, solteros y fundamentalmente soldados.
Por cierto, a quienes más atrajo esta aventura de cruzar el mar y arriesgarlo todo, no fue a los condes y marqueses con una vida de holganza ya resuelta, sino a los descendientes de “cristianos nuevos”, plebeyos sin fortuna y sin mucho futuro en España.
Ya muchos de ellos se habían enrolado en los ejércitos o hacían la carrera de las armas. Llegados a estas tierras, tomaron por mujeres a las indias, con las que se amancebaron en tolerada poligamia (por eso Asunción era llamada “el paraíso de Mahoma”) y tuvieron mucha descendencia: tal el caso de los “mancebos de la tierra” que fundaron Santa Fe.
En el acta fundacional de Buenos Aires figuran muy pocos españoles. La mayoría son mancebos nacidos en Asunción. Algunos de ellos se afincarían en Santa Fe, Córdoba y Tucumán.
Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba y antepasado de Jorge Luis Borges, era un andaluz descendiente de sefardíes. En los apellidos más notables del patriciado cordobés está la huella sefardí: Novillo Corvalán, Centeno Novillo, Becerra Ferrer, Vaca, Ferrer Deheza, Aliaga de Olmos, Nores Martínez, Rey Nores, Mosset de Espanés y otros.
Lo mismo puede decirse de famosas familias argentinas como los Anchorena, los Rosas, los Rivadavia y los Saavedra, y de Hernando de Lerma, fundador de Salta.
Esa es, pues, nuestra pertenencia criolla. De esos españoles, de esos indios, y de la mezcla de ambos descendemos quienes tenemos en estas tierras más de cuatro siglos.
Por eso es necesario destacar la importancia fundamental del componente sefardí. Porque así como puede decirse con justicia “borrad los sefardíes y os quedaréis sin la historia de España”, podemos afirmar con orgullo sobre nuestras raíces criollas: “borrad a los sefardíes y nos quedaremos sin la historia de la conquista, la primera colonización y el origen mismo de Argentina”.
Pocho Balás
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