viernes, 17 de junio de 2016

Carta de un Almirante chileno ante la crítica situación en el País Hermano, Chile.



De mi consideracion
Por años he guardado respetuoso silencio, haciendo mis mejores esfuerzos por respetar y defender nuestro orden político y social; muchas veces sin compartir y otras sin comprender la lógica que anima a muchos de nuestros políticos, de uno u otro sector, pero aceptando que es en ellos en quienes hemos depositado la responsabilidad de conducirnos. 
Eso, porque siempre consideré que el Gobernar es una noble y difícil tarea, que implica responder por la administración actual del Estado, pero también por la de velar por el conjunto de principios que recoge nuestra Constitución y que, guste o no, constituye una síntesis de nuestra herencia cultural y valórica, aquilatada por muchas generaciones; así también, porque conlleva el irrenunciable deber de responder por la preservación de nuestro patrimonio colectivo, que es nuestro territorio y sus bienes, recibidos por herencia del trabajo y esfuerzo de todos aquellos que nos antecedieron. 
Pero lo más importante, es que en ellos hemos depositado también nuestra confianza para que construyan con sabiduría y prudencia el País donde vivirán nuestros hijos y nietos; ese lugar donde aspiramos que ellos, los futuros chilenos, logren desarrollar sus sueños y vocaciones, prolongando así nuestra estirpe. 
Pero las grotescas imágenes de hoy, con una masa de intolerantes, indolentes e irresponsables individuos encapuchados, destruyendo nuestro patrimonio sin miramiento ni respeto por los muchos que profesan una religión cristiana en nuestra Patria, y que más encima se justificaban ante las cámaras con un odio enfermizo; sumado a los violentos ataques en la Araucanía; las tomas de colegios a lo largo y ancho del país; los groseros casos de corrupción que campean por doquier; la vergonzosa e impía persecución de ancianos militares; el incremento en la osadía y violencia de la delincuencia común; el evidente uso instrumental de la Justicia por quienes detentan el poder político o económico; entre otros ejemplos, son todos reflejos evidentes de una sociedad desbordada y gravemente enferma, que sólo se explica por un ambiente permisivo y de desorden sin límite, que se ha desatado por la imposición de una ideología no liberal sino "libertina", que muy bien representa la "retroexcavadora" de la Nueva Mayoría, a lo cual se suma la ineptitud de una oposición desprestigiada y por tanto incapaz de ejercer sus funciones fiscalizadoras. 
Ello me induce a concluir que nuestro Chile ya no sólo va a la deriva, sino con una franca inercia hacia el despeñadero.
En tan lamentable escenario, no puedo seguir guardando silencio. Quienes me conocen saben bien que nunca he adoptado posiciones extremas, no me representan Izquierdas ni Derechas, pero sí el servicio a mi Patria en la forma que ella lo requiera. Por eso, me duele ahora ver tan radical proceso de deterioro en el tejido social que debiera sustentar cualquier proyecto de desarrollo colectivo. 
Necesitamos volver a la normalidad, exigiendo a nuestras actuales autoridades que terminen con sus demoledores proyectos y se preocupen de recuperar la gobernabilidad del País entero. Los problemas apremiantes NO SON el "diálogo político", ni la "gratuidad de la educación", ni la "titularidad sindical", ni la "nueva constitución", ni el "fin a lucro", u otras tantas utopías que se pudo haber prometido en un Programa de Gobierno, pero que ahora sólo representa a una "minoría" ruidosa y en muchos casos violenta, pero que está alejada del mayoritario sentir nacional. 
Aunque nuestros políticos sean incapaces de apreciarlo, lo más importante y urgente es recuperar la GOBERNABILIDAD y UNIDAD de la Sociedad, para poder preservar lo más esencial, que es nuestra capacidad para enfrentar colectivamente los desafíos del futuro.
Y para eso se requiere VOLUNTAD para corregir el rumbo y CARÁCTER para sostenerlo. Por ello, con la mayor energía y claridad exijo: ¡Ciudadana Sra. Michelle Bachelet: CUMPLA CON SU DEBER, ... TERMINE DE DESTRUIR NUESTRO PAÍS!

Roberto Macchiavello M.
Almirante

 

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