Carmena, Pablo Iglesias, Ada Colau y otros que se empeñan en remover
las tumbas de la Guerra Civil, como patéticos Frankenstein, para despertar
monstruos del pasado y envenenar la convivencia del presente, deberían
leer la última novela de José Luis Olaizola.
Porque en El anarquista indómito (editorial Libros Libres), sobre la increíble peripecia de Melchor Rodríguez, conocido como el "Ángel Rojo" no encontrará ni odio, ni revanchismo, ni resentimiento. Encontrarán a un personaje de izquierda, anarquista, humilde chapista del sevillano barrio de Triana, que iba para torero -y se codeó con Domingo Dominguín, padre del maestro Luis Miguel- y acabó siendo uno de los fundadores de la FAI (Federación Anarquista Ibérica).
Un hombre, acaso un tanto ingenuo, que creía en la fraternidad universal, en la justicia social y en la redención de la clase obrera. Y que no se quedó en teorías de salón sino que predicó con ejemplo. Luchó por esos ideales durante la II República, y coherente con sus ideas pacifistas, se enfrentó a sus correligionarios anarquistas y a los comunistas, con Santiago Carrillo a la cabeza, para salvar la vida de miles de personas del bando contrario.
Salvó, entre otros, al general Muñoz Grandes, el futbolista Ricardo Zamora, o los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. En la checa que él mismo creó en 1936 (la del palacio de Viana) no había sacas, ni fusilamientos, y llegó a dar acogida a seis monjas de la caridad.
Las autoridades comunistas hacían la vista gorda porque Melchor era un proletario de izquierdas, uno de los suyos, con un enorme prestigio porque había pasado por varias cárceles.
Y coherente con sus principios, cuando Madrid estaba a punto de caer en manos del bando de Franco, no tomó las de Villadiego como otros prebostes de la República -caso de Indalecio Prieto, Negrín o Largo Caballero- que prefirieron ponerse a salvo. Sino que se quedó, como alcalde en funciones de Madrid. Y se enfrentó a consejos de guerra, y volvió a prisión.
Tan sugestivo material hubiera merecido la prosa de un Chaves Nogales (autor de preciosas obras como A sangre y fuego, que es a la izquierda lo que Madrid de corte a checa, de Agustín de Foxá es a la derecha).
Pero escrito estaba que quien terminase novelando las aventuras y desventuras de Melchor Rodríguez fuera un autor enamorado de las causas perdidas como el gran José Luis Olaizola. Marcó la pauta con La guerra del general Escobar, sobre el militar católico que fue leal a la República y no quiso huir en avioneta cuando las tropas de Franco ganaban la guerra.
Y después ha seguido con otros perdedores (como Mariana Pineda) u otros soñadores que conquistaron imperios (como Hernán Cortés) o se aventuraron a redondearlos (como Juan Sebastián Elcano).
Lo cuenta en un libro breve, directo, podado de floritura literaria -un poco desaliñadamente como su admirado paisano Baroja-, pero con momentos verdaderamente emocionantes. La primera parte, sobre el aprendizaje taurino de Melchor, evoca a Chaves Nogales y su biografía sobre El maestro Juan Belmonte; y la segunda parte, en la que Melchor se desvive por salvar a tantos de la violencia desatada de las checas, recuerda a La lista de Schindler.
Ha sido un privilegio para quien esto escribe poder hablar con el autor sobre el "Ángel rojo" y sobre coherencia, Memoria Histórica, el general Escobar, Baroja, Hemingway, Juan Antonio Vallejo-Nágera y hasta el bandolero Luis Candelas.
Te ofrezco la entrevista con Olaizola, que publicaremos el próximo lunes
http://www.actuall.com/ entrevista/democracia/ olaizola-actuall-no-me- imagino-melchor-rodriguez- angel-rojo-podemos-quitando- calles/
Espero que disfrutes con el biografiado y con el biógrafo -con casi 90 años y casi 80 libros- y que, una vez terminada, dejes todo lo que estés haciendo y salgas corriendo a buscar El anarquista indómito, una vacuna contra el guerracivilismo y el relativismo.
¡Feliz Pascua!
Muchas gracias por seguirnos. Sigue nuestras actualizaciones a lo largo del día en Twitter. Hazte fan de Actuall en Facebook.
Un hombre, acaso un tanto ingenuo, que creía en la fraternidad universal, en la justicia social y en la redención de la clase obrera. Y que no se quedó en teorías de salón sino que predicó con ejemplo. Luchó por esos ideales durante la II República, y coherente con sus ideas pacifistas, se enfrentó a sus correligionarios anarquistas y a los comunistas, con Santiago Carrillo a la cabeza, para salvar la vida de miles de personas del bando contrario.
Salvó, entre otros, al general Muñoz Grandes, el futbolista Ricardo Zamora, o los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. En la checa que él mismo creó en 1936 (la del palacio de Viana) no había sacas, ni fusilamientos, y llegó a dar acogida a seis monjas de la caridad.
Las autoridades comunistas hacían la vista gorda porque Melchor era un proletario de izquierdas, uno de los suyos, con un enorme prestigio porque había pasado por varias cárceles.
Y coherente con sus principios, cuando Madrid estaba a punto de caer en manos del bando de Franco, no tomó las de Villadiego como otros prebostes de la República -caso de Indalecio Prieto, Negrín o Largo Caballero- que prefirieron ponerse a salvo. Sino que se quedó, como alcalde en funciones de Madrid. Y se enfrentó a consejos de guerra, y volvió a prisión.
Tan sugestivo material hubiera merecido la prosa de un Chaves Nogales (autor de preciosas obras como A sangre y fuego, que es a la izquierda lo que Madrid de corte a checa, de Agustín de Foxá es a la derecha).
Pero escrito estaba que quien terminase novelando las aventuras y desventuras de Melchor Rodríguez fuera un autor enamorado de las causas perdidas como el gran José Luis Olaizola. Marcó la pauta con La guerra del general Escobar, sobre el militar católico que fue leal a la República y no quiso huir en avioneta cuando las tropas de Franco ganaban la guerra.
Y después ha seguido con otros perdedores (como Mariana Pineda) u otros soñadores que conquistaron imperios (como Hernán Cortés) o se aventuraron a redondearlos (como Juan Sebastián Elcano).
Lo cuenta en un libro breve, directo, podado de floritura literaria -un poco desaliñadamente como su admirado paisano Baroja-, pero con momentos verdaderamente emocionantes. La primera parte, sobre el aprendizaje taurino de Melchor, evoca a Chaves Nogales y su biografía sobre El maestro Juan Belmonte; y la segunda parte, en la que Melchor se desvive por salvar a tantos de la violencia desatada de las checas, recuerda a La lista de Schindler.
Ha sido un privilegio para quien esto escribe poder hablar con el autor sobre el "Ángel rojo" y sobre coherencia, Memoria Histórica, el general Escobar, Baroja, Hemingway, Juan Antonio Vallejo-Nágera y hasta el bandolero Luis Candelas.
Te ofrezco la entrevista con Olaizola, que publicaremos el próximo lunes
http://www.actuall.com/
Espero que disfrutes con el biografiado y con el biógrafo -con casi 90 años y casi 80 libros- y que, una vez terminada, dejes todo lo que estés haciendo y salgas corriendo a buscar El anarquista indómito, una vacuna contra el guerracivilismo y el relativismo.
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