La última Leonor que estuvo en Gales fue para conquistarlo. Así lo hizo Leonor de Castilla, hija de Fernando III 'El Santo', coronado en Valladolid. Leonor conquistó Gales para Inglaterra junto a su marido Eduardo I, un Plantagenet con las piernas largas y el corazón ciego de amor hacia ella, Borgoña, burgalesa, valiente. No fue su última hazaña: Leonor estuvo en las Cruzadas, succionó el veneno de una víbora que mordió a su esposoy dio a luz al heredero en medio de la conquista de Gales, en el castillo de Caernarfon. Son las consecuencias de nacer en Castilla en el siglo XIII, en el meollo de una reconquista que ya duraba seis siglos y a la que le quedaban aún dos. Aunque después, con Isabel, llegaría América, donde las 'Partidas' de su hermano, Alfonso X, rigieron hasta el siglo XIX. De ahí el busto que en su honor se conserva en el Capitolio de Washington, mancillado ahora por bisontes acéfalos y horteras de color naranja.
No es un busto sino una estatua de cuerpo entero la que recuerda a Leonor en Charing Cross, el kilómetro cero de Londres, donde los castellanos deberíamos ir en procesión. La realidad es que ninguno sabe nada de esto porque no se lo han enseñado, así que prefieren dar la espalda a la Cruz de Leonor, sin saberlo, cada vez que miran al otro lado para ver la estatua del enemigo, de Nelson, en Trafalgar Square, con un vaso de Starbucks en una mano y el Instagram en la otra. El vacío de 'history' lo llenan las 'stories'.
Leonor fue bella, inteligente y culta. Financió la producción de manuscritos de historia inglesa y fue mecenas de las universidades de Oxford y Cambridge. No en vano, los cronistas de la época reflejan su intercambio de libros con su hermano, El Sabio. Vamos, que tuvo que ser una niña castellana la que llevara un poco de conocimiento, clase y altura intelectual a Inglaterra. Exactamente lo mismo que, posteriormente le tocaría hacer a otra infanta castellana, Catalina, nacida en Alcalá y educada en Valladolid, que tuvo que llevar elegancia y alcurnia a los Tudor. Reinó y a través de su hija, la reina María, inoculó la elegancia castellana a la corona inglesa. Terminó -claro- casándose con otro pucelano, Felipe II.
Cuento esto porque estos días hay cuatro paletos poniendo en duda que la Princesa de Asturias estudie el bachillerato en Gales. A ver, que Leonor vaya a Gales no es un privilegio para Leonor sino para Gales. No es un desprecio a la educación española sino un gesto de refinamiento, de excelencia y, sobre todo, de sacrificio para quien algún día será nuestra jefa de estado. Porque donde unos ven a una niña yo veo a nuestra futura reina y este no es un asunto menor. Sin monarquía no hay Constitución, sin Constitución no hay España y sin España no hay libertad, estaríamos a merced de los bárbaros, de estos populismos locales para los que nuestros derechos son apenas un obstáculo.
Pero, sobre todo, lo cuento para que Montero y el resto de pseudofeministas ágrafas entiendan de verdad lo que ha sido la mujer en Castilla. Son estas mujeres y no ellas las que han escrito la historia mientras el comunismo las ha ahogado en el vómito ideológico de la que ella es abanderada. A Leonor de Borbón no hace falta que nadie le dé permiso para estudiar en Gales o para estudiar Físicas. Mas bien, al contrario, harían bien en apoyarla en su camino y defender su sonrisa. Su éxito garantiza más la libertad y los derechos de la mujer que quinientas Irenes. Ser feminista, me temo, es apostar por Leonor, su formación y la conquista de Gales. Lo machista, que tu chico sea tu jefe y te regale en San Valentín una nanny funcionaria.
Esta columna se publicó originalmente en El Norte de Castilla el 16 de febrero de 2021. Disponible haciendo clic aquí).
Foto: Escudo Casa Soberana de Borgoña.
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