domingo, 30 de julio de 2023

El arte de vivir hawaiano en 12 palabras. Josan Ruiz.

 

 30 de julio de 2023
Josan Ruiz
Josan Ruiz
Director de Viajes National Geographic

El arte de vivir hawaiano en 12 palabras

Las islas Hawái constituyen un destino único en el planeta, tanto por lo remoto (las separan 3.000 km de América y 4.000 km de Tahití) como por sus extraordinarios paisajes volcánicos en mitad del Pacífico. El pueblo polinesio llegó al archipiélago hace unos 1.500 años navegando desde las islas Marquesas. Durante muchos siglos esa cultura se desarrolló en completo aislamiento y los principales valles de cada isla, que abarcaban desde el mar hasta las cumbres, solían tener su propia tribu y soberano. Ese universo se vino abajo a partir de 1779, con la llegada del capitán Cook, y sobre todo con la irrupción de los buques balleneros y las enfermedades que portaron los blancos (gripe, sífilis, viruela…). En 1835 se inició el cultivo sistemático de caña de azúcar. En 1848, Kamehameha III promulgó el Gran Mahele (“dividir”, “repartir”), que introducía la propiedad privada de la tierra, de la que se benefició una minoría de la población y en especial los extranjeros. Medio siglo después, Estados Unidos se anexionó las islas.

Pero el estilo de vida de los antiguos polinesios, capaces de navegar sin brújula por la inmensidad del Pacífico y de vivir integrados en la naturaleza en las islas que descubrían, sigue despertando interés en Occidente. Con esta docena de palabras hawaianas, algunas de las cuales también han cruzado los mares, les rendimos un pequeño homenaje.


Acantilados de Na Pali, Isla de Kauai.

HO’OPONOPONO

Esta técnica hawaiana de sanación ayuda a resolver conflictos y a transformar situaciones dolorosas en otras donde prevalecen la confianza y la serenidad. Es una forma de poner orden en las relaciones, empezando por las del círculo más próximo y a partir de uno mismo. Un chamán hawaiano podría atribuir la enfermedad al acto de romper un tabú, pero también a la ira, el enojo o la culpa que envuelven a quien la padece. Para el ho’oponopono («enderezar»), responsabilizar a los otros de un problema dificulta su resolución. El ho’oponopono suele practicarse a solas, repitiendo mentalmente o en voz alta estas cuatro frases: «Lo siento», «Perdóname», «Te amo» y «Gracias». Al decir «lo siento» se lamenta profundamente haber participado en la creación de algo (no importa si no sabemos qué ni cómo) que genera malestar o sufrimiento. «Perdóname» implica hacerse responsable de la faceta de nuestra personalidad que haya podido favorecer ese problema (tal vez de forma inconsciente), así como solicitar ayuda para perdonarse a uno mismo. Un «te amo» sentido contribuye a dulcificar la situación y a movilizar la energía positiva. «Gracias» se dirige tanto a la situación en sí como a la otra persona por esa oportunidad de conocernos mejor, así como al universo o a la vida por favorecer la resolución. Las cuatro frases del ho’oponopono se recitan con una actitud reverente tantas veces como se desee, pero, y ahí viene lo más difícil, sin esperar un desenlace concreto, pues eso mermaría su poder.

HAOLE

Cuando los hawaianos vieron llegar a los primeros navegantes occidentales no podían creer que aquellas personas de tez blanca y físico discreto tuvieran verdadero mana o fuerza vital, así que las llamaron haoles (sin aliento, sin vida). Ese término sigue designando hoy a los extranjeros. 

ALOHA

El saludo que Hawái ha exportado al mundo contiene también la palabra ha y significa literalmente “en presencia de la vida” o “ante la vida”. Pero aloha alude sobre todo a la energía que mantiene unida la existencia. Se considera que esta palabra, dicha con motivación, cura el espíritu y el cuerpo y contagia felicidad. El estado de Hawái introdujo la ley Aloha Spirit en 1986, que exige a los funcionarios y los jueces tratar al público con aloha


Estatua de Duke Kahanamoku, inventor del surf moderno, en Waikiki.

AVEIA

Para orientarse en la inmensidad del Pacífico, los polinesios se guiaban por la migración de las aves, las corrientes marinas y la posición de la bóveda celeste en cada época del año. El cielo nocturno, de hecho, cambia más de apariencia que la tierra en las distintas estaciones. Los navegantes hawaianos decían que cada isla tenía su aveia, su estrella guía. La del archipiélago de Hawái era Arturo (Hoku-le’a), cuya posición les señalaba el destino en sus viajes rumbo norte desde las islas Sociedad. Las ensaladas de pescado crudo (poke es otra palabra hawaiana que se abre paso en Occidente) debían ser un pilar de su alimentación en esas largas expediciones marinas.

AHONUI

Esta palabra se podría traducir como paciencia, pero con un matiz diferente del que tiene en castellano. Ahonui implica esperar con confianza, percibiendo que esa espera nos fortalece en vez de debilitarnos. Si se tiene anohui, el fruto llegará cuando menos se imagina o cuando uno esté preparado para recibirlo. Mi amigo Greg, un dominicano que lleva muchos años viviendo en Barcelona, dice que los isleños sintonizan fácilmente entre ellos por el mero hecho de serlo. Él experimenta, por ejemplo, una conexión con los canarios distinta que con los peninsulares. Según él, el isleño puede resistir situaciones muy difíciles, como ha hecho a lo largo de los siglos, por la sencilla razón de que no tiene un sitio a donde huir. A cambio, le queda el consuelo de creer o sentir que su isla y su mundo son lo mejor.


Parque nacional histórico de Pu'uhonua, Big Island.  

TABÚ

Esta palabra polinesia llegó a Occidente tras la visita del capitán James Cook a Tonga. Tanto en su versión tahitiana (tapu o tabu) como en la hawaiana (kapu) implica reglas morales y prohibiciones que no pueden cuestionarse y cuya transgresión podía implicar la muerte. Así, era kapu entrar en el espacio personal de un jefe, sostenerle la mirada o permanecer ante él con la cabeza más alta. Las cosas o enclaves kapu deben ser dejados en paz. En 1819 el rey Kamehameha II abolió las leyes del tabú compartiendo un banquete con las mujeres de su corte (hasta entonces, los hombres y las mujeres no podían comer juntos). Hoy todavía se considera tabú el lugar donde vara una ballena. Hay tanto razones higiénicas, debido a la descomposición de su carne, como espirituales, pues las ballenas se consideran descendientes de Tangaloa, el dios del océano.

LONO

El dios hawaiano de la paz, la música y la fertilidad era honrado en el gran festival Makahiki, que duraba tres meses lunares y se celebraba en invierno, coincidiendo con la época de lluvias y la aparición de las Pléyades. En ese periodo la guerra era tabú y se recitaba el Kumulipo, el cántico hawaiano de la creación. El resto de meses del año imperaba Ku, el dios de la guerra, impulsor de las disputas entre los diferentes clanes, tribus y grupos de islas. Pero el Makahiki era un tiempo de celebración, ofrendas y purificación espiritual. La llegada del capitán Cook en enero de 1779, nada menos que a la bahía sagrada de Kealakekua (Big Island), coincidió con ese festejo. Tomando a Cook y sus dos enormes naves repletas de bienes por una manifestación de Lono, miles de isleños lo recibieron con sus piraguas y lo agasajaron como a tal. Semanas después, Cook regresó para reparar un mástil y sus marineros cogieron madera de un cementerio. El tiempo de fraternidad había concluido y los indígenas replicaron apropiándose de una barca. Para recuperarla, Cook decidió tomar al rey Kalaniopu'u como rehén y eso provocó la reyerta que le costó la vida. 


Ofrenda al dios Lono en el festival Mahahiki en la isla de Oahu. 

LEI

El collar o corona hawaiana de flores se obsequia como símbolo de bienvenida, despedida, amor, amistad, felicitación o reconocimiento. Suele estar elaborado con hojas y flores frescas, y también puede incluir conchas, plumas o adornos de papel. Las ocasiones más habituales para ofrecerlo son los cumpleaños y las graduaciones (algunos licenciados reciben tantos que les llegan más arriba de las orejas y no les está permitido quitárselos). El 1 de mayo, día del Lei, es festivo en Hawái y todo el mundo los intercambia. 

MARINI

El botánico Francisco de Paula Marín y Grassi (Jerez de la Frontera, 1774–Honolulu, 1837) desertó siendo muy joven de la expedición de Malaspina y recaló en Hawái hacia 1793 o 1794, donde pasó el resto de su vida. Fue el introductor de la viña en las islas, entre otros cultivos, y obtuvo la primera cosecha de piña tropical. Llegó a ser intérprete y asesor de Kamehameha I para la adquisición y el uso de armas de fuego, gracias a las cuales un único soberano reinó por primera vez en todo el archipiélago. Como pago, Marín recibió tierras cerca de lo que hoy es Pearl Harbor. El Vineyard Boulevard, una céntrica avenida de Honolulu, se llama así por las viñas que introdujo Marín. Y en esa ciudad está también Marin Street, cerca de la casa donde vivió con sus diversas esposas.​ Como ejerció asimismo de recaudador de impuestos, sin perder ocasión de abastecer de productos a los grandes barcos, la palabra Marini (forma en que los nativos pronunciaban su nombre) se usó coloquialmente desde entonces para referirse a alguien tacaño. 

HULA

Esta danza característica de las Islas Hawái se acompaña de cánticos (oli) o canciones (mele). Los movimientos de las manos pueden representar aspectos de la naturaleza, como el vuelo de los pájaros, el vaivén de las hojas o la brisa de una ola en el océano; también emociones como la tristeza o el anhelo. El hula anterior a la llegada de los occidentales se llama kahiko y se acompaña de cánticos e instrumentos tradicionales, como tambores (algunos de piel de tiburón, otros de cáscara de coco) y piedras pulidas por el agua que suenan como castañuelas. A partir del siglo XIX, cuando se incorporan la guitarra, el ukelele y el contrabajo, se llama auana. El hula con que se alababa a los jefes hoy sirve para agasajar a los turistas. Pero el hula tradicional tiene un significado religioso y el más mínimo error al ejecutarlo podría suponer un mal presagio. Por ese motivo los bailarines eran recluidos de forma ritual, guardando celibato y bajo la protección de la diosa Laka. Ante la falta de escritura (la crearon los misioneros en el siglo XIX), los cánticos del hula transmitían relatos míticos o de la creación y proezas de héroes del pasado. El lei y la tela que se llevan en el hula sagrado no pueden utilizarse finalizada la ceremonia y se ofrendan en el altar dedicado a Laka que hay en cada escuela de hula.

KEIKE AINA

El siglo XIX resultó devastador para los hawaianos. Las nuevas enfermedades, a las que se agregaron animales hasta entonces desconocidos en el archipiélago como las pulgas y los mosquitos, diezmaron a la población. Las plantaciones requerían trabajadores capaces de resistir largas jornadas en un clima caluroso y estos se trajeron de China, Japón y Portugal. A partir de 1898, cuando Estados Unidos restringió la entrada de chinos y japoneses, se abrió la puerta a emigrantes de Puerto Rico, Corea y Filipinas. La tala de bosques para destinar sus superficies a cultivos para la exportación transformó el paisaje y aquella secular sociedad de clanes y castas devino un crisol de pueblos. Gran parte de esos malihinis o recién llegados se instalaron definitivamente en Hawái y sus descendientes nunca volvieron a sus países de origen. Hoy muchos estadounidenses van de vacaciones a Hawái para jugar a golf o de luna de miel, pero entre quienes eligen ese destino para viajar, o incluso retirarse, abunda un nuevo tipo de gente, entre espiritual y amante de la naturaleza, que valora el estilo de vida de los antiguos hawaianos. Son personas que aspiran a ser simplemente un keike aina (hijo de la tierra), viviendo en plena conexión con ella y dejando una huella mínima en el paisaje.

OHANA

La palabra para familia puede ir más allá de los parientes e incluir también al círculo de los grandes amigos. Ohana equivaldría así a un núcleo de personas que se brinda amor y apoyo en las más diversas circunstancias y con las que se convive estrechamente. Esa familia extendida, que comparte las celebraciones y en la que los problemas se abordan con la filosofía del ho’oponopono (la palabra con que empieza esta lista), vendría a ser como una de esas “embarcaciones” hawaianas que hacen factible la gran travesía de la vida.

La revista de Viajes National Geographic actualmente en los kioscos dedica un amplio reportaje al archipiélago de Hawái, describiendo su naturaleza y la cultura polinésica y viajando por Big Island, Maui y Kauai.

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