miércoles, 14 de diciembre de 2016

LAS ALDEAS DE GALICIA...ABANDONADAS. ¡RECUPERARLAS!.


Caballo, rapa das bestas


Mujer gallega cargando


Naicida, se quedan sin niños
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Fantasmas de la memoria rural
La mitad de las aldeas abandonadas de España se concentra en la Galicia interior


XOSÉ HERMIDA | Santiago de Compostela

'La memoria se va y ya no tiene vuelta'. Sus 82 años no parecen una carga pesada 
para Daniel Besteiro mientras se mueve con soltura entre las pequeñas junglas de
 maleza, los muros desdentados de las casas en ruinas o las vigas podridas y
 balanceantes. Donde más le hiere la edad a Daniel es en la memoria, y bajo el 
esqueleto polvoriento de lo que fue la casa de su hermana, mantiene una lucha 
silenciosa contra los recuerdos que emergen y desaparecen al instante. 'Esta escalera 
la hice yo, allí estaba el horno, y aquí la cuadra, y ésta era la cocina... ¡Cuántas juergas
 nos corrimos aquí en las matanzas del cerdo!'. 
Besteiro llevaba años sin ir a Soutomerille, y eso que no vive a más de cinco kilómetros. 
Pero rehuía la soledad de esta aldea deshabitada durante más de tres décadas, 
uno de esos depósitos de piedras y musgo que crecen sin parar en el avejentado 
corazón de la Galicia interior.
En una parte de la España rural se abre paso este paisaje mudo de ruinas y abandono.
 La despoblación del campo ha convertido localidades enteras en decorados fantasmales,
 recuerdos de un modo de vida en proceso de extinción. Sólo entre 1996 y 2001, 
se vaciaron 434 pueblos, según datos del Instituto Nacional de Estadística. 
Yacimientos para los arqueólogos del futuro proliferan en Asturias, en Castilla y León, 
en algunas partes de Andalucía y, sobre todo, en Galicia, que suma la mitad de los 
de toda España. 
Con el censo aún sin completar, la Xunta contabiliza ya 262 aldeas deshabitadas.
 Los datos esconden ciertos matices, porque Galicia es un sinfín de pequeños racimos
 de casas, a veces no más de dos o tres, dispersos por todo el territorio. Ese laberinto 
suma 32.000 núcleos de población, la mitad de los de España. 
Con todo, la estadística ilustra la crisis demográfica de Galicia, cuyo número de 
habitantes ha descendido un 1,31% en la última década, mientras el total español crecía 
un 5,08%.
'Un día nos pondremos enfermos y ya no habrá quién nos dé un vaso de agua'. 
Camino de la aldea abandonada de Soutomerille, Besteiro explica lo que está pasando
 en el pueblo vecino de Romeán, donde él vive. 'En esa casa no hay nadie, los de ésta 
murieron hace poco...', repite en una letanía nostálgica. 'Todos escapan. 
El transporte escolar ya sólo lo cogen cuatro niños'. 
Sus dos hijos se fueron hace tiempo, uno a Canarias y otro a Ferrol. Él se ha quedado 
solo con su mujer. No se arrepiente: 'Aquí vivo tranquilo. No me gustan las cosas de la 
ciudad'. Lo que está sucediendo en el mundo rural gallego es una consecuencia demorada
 de la hemorragia emigratoria de los años 60 y 70. 'Como los que se marchaban eran los 
jóvenes, el fenómeno se acelera ahora por razones biológicas', apunta el sociólogo Andrés 
Precedo, responsable de la Secretaría de Desarrollo Comarcal de la Xunta, que coordina
 un programa de recuperación de aldeas abandonadas.Las cinco casas de Soutomerille 
quedaron vacías sin tiempo a conocer la luz eléctrica, a mediados de los años 60. La aldea, 
que atraviesa un ramal del camino de Santiago, estaba bien situada, en el municipio de
 Castroverde, a apenas 15 kilómetros de Lugo, adonde se podía ir a diario en el coche de
 línea.
 Pero todos encontraron un motivo para marcharse. La familia Besteiro se fue con un hijo
 sacerdote destinado a otro lugar de la provincia. El coronel del Ejército que vivía junto a
 la iglesia se estableció en A Coruña, y los propietarios de la tienda donde se reunía toda
 la vecindad para escuchar la radio se mudaron a Lugo. 'Cuando murió la señora Filomena,
 que estaba sola, ya no quedó nadie', recuerda Jesús López Besteiro, un sobrino de Daniel 
que vivió en la aldea hasta los cinco años. Ahora sólo permanecen en pie los recintos sagrados. 
La capilla, construida en 1619, que hace poco acogió una primera comunión y donde los
 Besteiro siguieron reuniéndose durante años, cada primero de septiembre. 
También resiste el cementerio, porque algunos de los que se fueron en vida regresan 
de muertos: la última lápida data de 1988.'En cierto modo, esto es un proceso natural', 
argumenta Precedo. 'Pero hay razones para recuperar estos lugares: la conservación de un
 patrimonio, de una cultura, de un modo de vida, de un medio ambiente...' 
La Xunta está estudiando varias fórmulas: construcción de establecimientos de turismo 
rural o cesión a comunidades de artesanos; a grupos desfavorecidos, como los inmigrantes, 
y a gente interesada en la agricultura ecológica.Según pasan los años, Jesús Besteiro acude 
con mayor frecuencia a Soutomerille, a pasear entre los escombros de su niñez. 
Allí encuentra a otros como él, que quizá un día se decidan a reconstruir esos montículos
 de piedra que han heredado. 'De momento, nadie ha hecho nada, pero tampoco nadie quiere
 vender', precisa Jesús. Su tío Daniel no pierde la esperanza: 'Hasta puede que un día levanten
 la aldea otra vez. 

El mundo se está poniendo muy complicado por ahí fuera'. 

Ignacio López-Calvo, Ph.D. 
Dept. of Modern Languages and Literatures 
California State University 
5151 State University Dr. 
Los Angeles, CA 90032-8112 
Phone: 323-343 4275 
FAX: 323-343 4234 


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