No sabía que eres pariente de un Santo.
Y sé, ahora, a quién más rezarle.
Un fuerte abrazo y gracias por decírmelo.
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Milagro atribuido al Hermano Rafael Arnaiz
No juzgo, ni cuestiono el concepto de milagro, ni la mediación divina. Entre otras cosas porque mi creencia personal me haría un flaco favor a la objetividad. Lo cierto es que curaciones sin explicación científica existen.
Por otra parte, no es menos cierto que algunos santos no lo deberían ser tanto y otros que mereciendo serlo no están en los altares. Aun así recordemos las Letanías de los Santos en la que se obvian muchos y se aceptan a todos.
Vayamos a lo que nos ocupa: ¿Qué milagro se atribuyó al Hermano Rafael para su causa de Beatificación?
Para responderos, a continuación transcribo un retazo encontrado en el Suplemento dominical CRÓNICA del periódico "El Mundo" publicado el Domingo 20 de octubre de 2002, bajo el Número 366.
El artículo en cuestión llevaba por título "Los otros nueve «milagrados»" y sus redactores eran Quique Curbelo y José Manuel Vidal.
Carmen Argüelles era una guapa estudiante de la Universidad Politécnica de Madrid. En 1981, tenía 19 años. Disfrutaba de la vida a tope, apurando los últimos coletazos de la movida madrileña. «Mi práctica religiosa en aquella época era casi nula. Alguna noche, por algo triste y cuando ya casi estaba desesperada, me acordaba de que Dios existía. Pero normalmente estaba muy ocupada en otras cosas», confiesa.
Terminado el curso 81-82 con buenas notas, Carmen regresa a Palencia, su ciudad natal. Pocos días después, a las 11:15 horas del 5 de julio de 1982, empezó su calvario: «Estaba esperando para cruzar la calle cuando pasó una excavadora, conducida por Juan Luis Merino, que rompió el mástil del semáforo. Cayó sobre mi cabeza».Un conductor la recogió y la llevó a la clínica Residencia Lorenzo Ramírez, donde, ante la gravedad del caso, se dispuso su traslado al hospital Onésimo Redondo de Valladolid. Su cuadro clínico: edema bilateral intenso, edema epidural y trombosis. Enseguida entró en coma.
Los médicos le habían dicho a sus padres que no había esperanza. «Damos su cerebro por perdido. No a la intervención quirúrgica», escribieron en el diario clínico.
La madre de Carmen, profundamente cristiana, acudió a la Trapa de San Isidoro de Dueñas, a pedir una reliquia del Hermano Rafael. Con ella en su poder, envuelta en un pañito blanco, se la entregó a una enfermera de la UVI donde estaba su hija más muerta que viva. La enfermera tocó las mejillas de la enferma con la reliquia y se la colocó debajo de la almohada. A los pocos días, el trombo, imposible de quitar con una operación, desapareció por completo. El 9 de agosto, un mes después del accidente, Carmen volvió a casa sin la más mínima secuela, ni física ni neurológica. De hecho, volvió a la universidad. Esta vez a la Facultad de Derecho de Valladolid, ciudad donde se graduó y hoy ejerce de abogada.
«Dios le dio la vuelta a mi vida como a un calcetín y me hizo ver que la estaba malgastando. Ahora, tengo nuevos amigos, un nuevo trabajo, otras aspiraciones y nunca dejo de agradecer a Dios lo que hizo por mí a través de la intercesión del Hermano Rafael Arnaiz», explica. De hecho, va muchos días a la misa de la Trapa, a las 6.30 de la mañana. «No dejo de rezarle y es precioso lo feliz que soy, porque sé que no me ha olvidado».
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