sábado, 20 de junio de 2020

Siempre Chesterton




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Buenas noches:

Creo no exagerar si afirmo que G.K. Chesterton (1874-1936) está entre los cinco o diez mejores escritores católicos del siglo XX. Se cuentan por cientos de miles los lectores a los que han cautivado su estilo, tan fresco y ágil, sus desconcertantes paradojas y su iluminador sentido común.

Esto último, lo del sentido común, es importante. Chesterton fue el escritor del hombre corriente; en cierto sentido, escribía para él. Reacio a las sofisticaciones y a esas sutilezas más propias de sofistas que de filósofos, tenía la gran virtud de disertar con sencillez y humor sobre asuntos aparentemente tediosos y complejos. Frente al esnobismo intelectual de su época, creía que las intuiciones del obrero, el maquinista y el albañil estaban más cerca de la verdad que los pretenciosos razonamientos de los intelectuales.

Dada mi admiración hacia Chesterton, he acogido alborozado la publicación de Esencia de mujer, un libro en el que el autor inglés reflexiona sobre la feminidad, el matrimonio, la familia y el feminismo, y en el que resplandecen con especial fulgor esa frescura estilística y ese sentido común tan propiamente chestertonianos.

A mi modo de ver, este fragmento del prólogo resume vigorosamente tanto la tesis que subyace en cada capítulo de Esencia de mujer como la visión de Chesterton sobre el problema del feminismo:

No es que Chesterton se opusiera al feminismo porque detestase a la mujer, sino porque la amaba demasiado como para desear que se convirtiera en un hombre. No es que pretendiera que la mujer se ocupase de lo doméstico porque la minusvalorase, sino porque valoraba lo doméstico por encima de todo. No es que deseara mantener a la mujer al margen del mercado laboral porque la considerase incapaz de desenvolverse en él, sino porque consideraba al mercado laboral incapaz de hacer justicia a su belleza. Chesterton no despreciaba la feminidad; en cierto modo, la apreciaba demasiado. Si le podemos imputar algún crimen, no es el ninguneo, sino la idealización.

Cuando uno investiga las raíces profundas del feminismo, se topa con una percepción errónea del hogar y la familia. El feminista quiere librar a la mujer del hogar porque antes ha concebido el hogar como algo odioso. En su imaginación éste se dibuja como una suerte de prisión en la que imperan la monotonía, la opresión y la infidelidad. Naturalmente, Chesterton se revuelve contra esta imagen. No sólo no concibe el hogar como ese reino del tedio sobre el que disertan cáusticamente los feministas, sino que lo reivindica como el último bastión en el que la mujer puede guarecerse del tedio de la vida moderna. No hay que liberar a la mujer del hogar y la familia porque sólo el hogar y la familia, con su inefable dignidad, pueden hacer justicia a su naturaleza:

De todas las ideas modernas engendradas por la riqueza, la peor de todas es la idea de que la vida familiar es aburrida y sosa. Dentro del hogar –dicen- no hay más que rutina, y fuera está la marcha y la variedad. Es la opinión de los ricos, claro. Del que sabe que su casa descansa sin problemas sobre su fortuna. Su dinero le permite vivir como un vagabundo, si le da la gana. Pero su aventura más arriesgada acabará en un restaurante, mientras que la aventura más inocente de un vagabundo puede acabar en la comisaría. El rico tampoco sabe que, para la gente moderadamente pobre, el hogar es el único sitio donde se respira libertad. Más aún, es el único sitio donde se permite la anarquía, donde puedes alterar de repente cualquier plan y tener un capricho. Fuera del hogar hay que aceptar las reglas estrictas de la empresa, el hotel, el club o el museo. Pero en la propia casa uno puede comer en el suelo si le apetece. Yo mismo lo hago a menudo: da una sensación como de picnic extraño, infantil y poético. Si lo hiciera en una cafetería, provocaría un desagrado considerable. Un hombre puede ir por su casa en bata y zapatillas, pero eso no se lo permitirían en su oficina.

Para quien se gana la vida trabajando duramente, el hogar no es el espacio domesticado y manso en medio de un mundo lleno de aventuras. En realidad es el sitio indómito y libre dentro de un mundo lleno de reglas y rutinas. El hogar es el sitio donde podemos poner la alfombra en el techo y las tejas en el suelo, si nos da la gana.

Esencia de mujer constituye un efectivo antídoto contra los tópicos cacareados por el feminismo sistémico y una hermosa exaltación de la feminidad, la familia y el hogar. Te recomiendo encarecidamente que lo leas.

" Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".

Un fuerte abrazo

Fernando Beltrán

Director

www.infovaticana.com

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