«El Museo del Ara Pacis, otra de las joyas arqueológicas de nuestra cultura occidental que merece una visita en la siempre fascinante ciudad de Roma»
Contemplar este bello monumento en el Museo que lleva su nombre es sin duda un auténtico deleite. Considerado como uno de los monumentos más significativos de la época romana, el Ara Pacis o Altar de la Paz, fue construido entre los años 13 y 9 a. C para conmemorar la victoria de Augusto tras las campañas militares llevadas a cabo en Hispania y La Galia.
Se ubicó en el conocido como Campus Martius, Campo de Marte, al oeste de la Vía Flaminia, actual Vía del Corso, por la parte norte que daba acceso a Roma. Durante algunos siglos fue utilizado, sin embargo con el paso del tiempo fue abandonado y olvidado quedando enterrado durante siglos.
La recuperación del monumento comenzó en el siglo XVI a raíz de un grabado del artista renacentista Agostino Veneziano (1590-1540) en el que aparecen parte del friso con hojas de acanto y la figura del cisne en una de las alegorías representadas, así por las referencias que se tenían sobre su ubicación se pudo comenzar el proceso.
Años más tarde, el cardenal Giovanni Ricci (1498-1574) compró varias piezas del altar. En el siglo XIX realizando trabajos en la cimentación del Palacio Peretti en Vía Lucina volvieron a aparecer restos y será en 1903 cuando el arqueólogo alemán Friedrich Karl von Duhn (18511-1930) tras un detallado estudio sobre la obra, relacionó las piezas con el Ara Pacis; obteniendo los permisos necesarios y con el consentimiento del propietario del inmueble, que tuvo el generoso gesto de donar los restos hallados, se consiguió recuperar otra parte del monumento aunque hubo que parar las obras por el peligro que suponía para el edificio. Será en 1937, con el gobierno de Benito Mussolini (1883-1945) cuando con una técnica más avanzada se continuaría con las obras de recuperación. El Duce inauguró el monumento en 1938 y en el periodo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) el edificio tuvo que protegerse de los bombardeos cubriéndolo y rodeándolo con un muro protector.
El deterioro del Ara Pacis era evidente, ya que durante años había sido expuesto a las inclemencias del tiempo, inundaciones, humedad y luz solar, por tanto el Ayuntamiento de Roma decidió tomar cartas en el asunto y tener en cuenta las exigencias de conservación que con el paso de los años iban siendo cada vez más estrictas en cuanto a la conservación de obras de arte.
La remodelación se le encargó al arquitecto Richard Meier (1934), gran admirador de Le Corbusier (1887-1965), que propuso un proyecto innovador en cuanto al estilo minimalista , esto creó polémica entre los romanos que no estaban muy de acuerdo con la nueva imagen del conjunto. Sin embargo, al monumento había que protegerlo del daño ambiental, construyendo así un museo en el que las condiciones de humedad e iluminación fueran adecuadas para evitar posibles deterioros. El resultado no deja indiferente a nadie.
El Museo se abre con un gran espacio en el que se contempla desde la entrada el Ara Pacis al final. Se accede por una galería con copias de bustos pertenecientes a miembros de la familia de Augusto en la parte derecha y una gran maqueta del Altar a la izquierda. Todo el espacio museístico da una gran sensación de amplitud gracias a que está rodeada de cristal lo que permite ver el edificio desde el exterior con una iluminación natural durante el día y muy adecuada para la noche, así como la temperatura que requiere, estando por tanto protegido de la contaminación atmosférica. Existen salas para exposiciones temporales así como una cafetería donde disfrutar de excelentes vistas hacia el Mausoleo de Augusto al este y al rio Tíber hacia el oeste.
Al Altar se accede por dos puertas con unas escalinatas de pendiente suave. El habitáculo rectangular se alza sobre un podio y está abierto en la parte superior, en el centro se sitúa el altar donde tenían lugar los sacrificios de animales. Está realizado en mármol de Carrara y lo más llamativo de él es su decoración exterior. En las paredes interiores, rodeando el Altar, la decoración es más escasa, solo usa guirnaldas que recuerdan al de Pérgamo.
La función principal del Altar es conmemorar la Paz Romana, alcanzada tras los triunfos de Augusto en las campañas militares en Hispania y La Galia y por tanto enaltecer su labor como gobernante, en definitiva forma parte de un programa propagandístico sobre los cambios que habían tenido lugar en el Imperio siendo Augusto el artífice de ellos, es la celebración de la Edad de Oro de Augusto y esa conmemoración, paz, orden y prosperidad había que celebrarla con los ciudadanos.
La parte inferior del monumento presenta una profusa decoración a base de motivos vegetales y animales como mariposas, ranas o escorpiones, en total se han podido estudiar más de cincuenta especies vegetales. La decoración es exuberante, simétrica y presenta una visión armónica aunque sea abundante.
En la parte superior aparecen relieves a ambos lados de las puertas con temas míticos y alegóricos; en las paredes laterales Augusto es el protagonista junto a su familia, en una procesión votiva en la que aparecen los miembros de los colegios sacerdotales, magistrados y senadores. En la comitiva se distinguen las figuras de Augusto, Agrippa con su hijo Cayo César que se agarra a su toga, Livia con su hijo Tiberio o Antonia la menor con su marido Druso Claudio Nerón. La presencia de los niños es importante con el propósito de mostrar a todos a su familia y la continuidad de su estirpe Julio- Claudia, al igual que la representación de Eneas, pues la familia de Augusto se sentía heredera del troyano que protagonizó la leyenda de la fundación de Roma y sus sucesores, Ascanio o Rómulo y Remo.
Flanqueando las puertas de entrada, las cuatro alegorías hacen alusión a la fundación de Roma, los mejor conservados son los que hacen alusión a Tellus y Eneas. Tellus, que significa Tierra en latín, representa la naturaleza, que acoge, nutre y cuida. Nos aparece como una mujer con dos niños a ambos lados y el elemento Aire a la izquierda con un cisne y el elemento Agua al otro lado con una serpiente marina, ambos elementos fertilizan la tierra. Aparecen a su vez, animales y frutas que se relacionan con la benevolencia y la prosperidad proporcionada por Augusto y su familia.
El Museo del Ara Pacis, otra de las joyas arqueológicas de nuestra cultura occidental que merece una visita en la maravillosa y siempre fascinante ciudad de ROMA.
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