domingo, 10 de octubre de 2010

Orson Welles, volver después de morir .Homenaje en el 25 aniversario de su muerte el 10/10/1985 y en el 72 aniversario de La Guerra de los Mundos.





Foto 1ª.-Orson con su pasión española Margarita Cansinos hija de un bailaor,más tarde "transformada" en la no menos famosa Ryta Hyworth.
Foto 2ª.-En coche de caballos por el Real de la Feria de Sevilla.
Foto 3ª.-En presencia del "rito" ,de vestirse de Torero ,de Antonio Ordóñez.
(Fotos que acompañan al artículo de Tiempo)

Traigo a colación un artículo literal de Luis Reyes escrito en su : Historias de la Historia........sobre Orson Welles el famoso Director de la película "Citizen Kane"(El ciudadano Kane)considerada como la mejor de la historia del cine mundial.

...Al cumplirse 72 años (1938) de un famoso programa radiofónico que llenó de pánico a los norteamericanos ,que salieron huyendo de sus hogares creyéndose invadidos por los marcianos ,al escucharlo.


Se llamaba dicho programa : "La Guerra de los Mundos"."The War of the Worlds".
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En su último viaje a España, aquel hombre que no cabía en los asientos de los aviones vino en un frasco. En vida, Orson Welles (6/5/1915-10/10/1985) había cruzado el Atlántico para ver los toros o para correrse una juerga flamenca en la Feria de Jerez. Ahora, las cenizas que traía su hija tenían una cita con un torero para su última corrida.

El matador era de los grandes, Antonio Ordóñez, de la famosa dinastía rondeña del Niño de la Palma. Un día que Orson estaba en el cortijo de Ordóñez, se asomó a un pozo y dijo: “Me gustaría que enterraran mis cenizas en tu pozo. Un hombre no pertenece al lugar donde nace, sino a donde escoge morir”. Sin embargo no pudo escoger el lugar de su muerte, porque fue de repente el 10 de octubre de 1985. Había ocurrido en Los Ángeles, pero Welles no le debía nada a Hollywood, así que su hija cumplió su voluntad de “morir en España”.

La fascinación primera de Orson Welles por lo español ocurrió al ver en la portada de Life la foto de la hija de un bailaor andaluz, llamada Margarita Cansino. Un productor, tras teñirle el pelo de rojo y hacerle la cirugía estética, la había rescatado de los papelillos de hispana y sería mundialmente conocida por Rita Hayworth.

Transcurría 1941, Welles tenía 25 años y era famoso por el pánico que había desatado en Estados Unidos con un programa de radio en el que contaba una invasión de marcianos. Y ya había rodado la que alguna crítica considera la mejor película de la historia del cine, Ciudadano Kane. De modo que podía permitirse decirle a sus amigos: “me voy a casar con ésta”, a la vez que arrancaba la portada de la revista.

Cinco años después, cuando se estrenó Gilda, el sex-symbolcontra el que en España predicaban los curas en los púlpitos, cualquier hombre hubiera firmado lo de “me voy a casar con ésta”, aunque Orson estaba ya a punto de divorciarse de Rita. Welles decidió venir a España en los 50 para rodar Mr. Arkadin. En aquella época, parecía que Hollywood hubiese descubierto nuestro país, porque empezaron a rodarse aquí muchas películas americanas. Se hacía por exigencias financieras, porque la autarquía franquista no permitía a las distribuidoras yanquis sacar de España sus ganancias en divisas. La solución era gastarse ese dinero produciendo aquí las películas.

Welles tenía miedo de que el régimen de Franco recordase que había apoyado a la República. Le consultó a un amigo español en el Festival de Cannes, y éste le tranquilizó: Hemingway, que había estado en el bando republicano durante la Guerra Civil, campaba a sus anchas por España.

En realidad Franco buscaba el resquicio de la Guerra Fría para romper el ostracismo. Estaba en marcha el tratado con EE UU, de manera que un americano conocido podía pensar, decir e incluso hacer lo que le diera la gana en aquel país tan severo para los españoles. Frank Sinatra, cuando venía a ver a Ava Gardner, rompía los retratos de Franco de los hoteles sin que nadie le dijera nada.

Welles llegó en el 53 y se instaló a lo grande, como le gustaba. En Madrid en el Castellana Hilton, donde participaba en las juergas de madrugada de Ava Gardner, en Barcelona en el Ritz. En la Ciudad Condal se hizo asiduo de un tablao llamado Zambra, porque se enamoró del flamenco. Y de los toros, y de la Feria de Sevilla.

Pero Welles era algo más que un anglosajón juerguista enloquecido por la falta de puritanismo y lo barato que era el coñac en España. Era un hombre de gran inquietud intelectual y estética, además de un genio del cine. No sólo iba a los toros y los tablaos, le interesaba la gran cultura española, le fascinaba el Quijote, sobre el que hizo una película tan extravagante como todo lo suyo.

Torero
Confesaba que él mismo había querido ser torero, aunque añadía: “No estoy seguro de por qué”. El caso es que se sumergió de verdad en el ambiente taurino. Una vez que Andrés Vázquez le invitó a su pueblo, Villalpando, los vecinos creían que era un picador nuevo en la cuadrilla.

No sólo fue un americano que hizo cine en España, llegó a hacer cine español. Su eterno problema, encontrar productora que financiase unas películas que, aunque estuviesen tocadas por la genialidad, solían ser fracasos comerciales, se lo resolvió Emiliano Piedra. Welles quería llevar a la pantalla el Falstaff de Shakespeare, y Piedra se la jugó.

Así se rodó, con actores ingleses pero enteramente en España y con técnicos españoles, Campanadas a medianoche, una de las más logradas de Welles. El vestuario era de segunda mano. Fue el usado en El Cid, superproducción protagonizada por Charlton Heston de las muchas que produjo el cineasta Samuel Bronston en nuestro país.

La ciudad prohibida
Charlton Heston, que pese a ser un borricote fascista apreciaba el genio de Welles, intentó convencer a Bronston de que no destruyera la Ciudad Prohibida de Pekín, un fabuloso escenario que los técnicos españoles habían construido en Las Rozas para “55 días en Pekín”, porque “con 300.000 dólares y estos decorados Orson podía improvisar una fabulosa película de espías”.

El productor no le hizo caso, y nos quedamos sin lo que quizá habría sido una obra maestra o quizá un bodrio, porque con Welles nunca se sabía. Pero casi nadie se atrevía a darle 300.000 dólares para una película al autor de “Ciudadano Kane”, que sin embargo, gracias a España, mantenía su tren de vida por otros medios, como hacer anuncios de vino para los Domecq... Y encima, bebía jerez gratis.

La hija de un bailaor marcó el inicio de la “pasión española” de Welles. Aquí se besa con Rita en su boda.

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