"EL RUBAÍYÁT" de OMAR KHAYYÁM.
El poema es: La versión de Joaquín
V. Gonzalez, basada en la versión inglesa de Edward Fitzgerald, me
gustó mucho más.
Aquí va:
Reseña biográfica de OMAR KHAYYÁM.
Nació en Nichapur, Persia, hacia el año 1040 de la era cristiana, y
vivió cerca de ochenta años.
Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y
Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las
Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de
resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la
existencia misma.
Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubaiyat», que
constituyen una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada
en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del
instante frente a la finitud de la vida.
«Rubaiyat»:
I. La caravana en el desierto
1
¡Despertad! Que ya el sol desde el remoto Oriente
dispersó las estrellas de su sesión nocturna,
y al escalar de nuevo el cielo iridiscente
la regia torre ciñe con su lazada ardiente.
2
Antes que el brillo fatuo del alba se extinguiera,
oigo una voz que dentro de la taberna grita:
-«Si el altar todo en luces para la fiesta espera,
¿por qué el tardo devoto duerme en la sombra afuera?»
3
Canta el gallo, y el grupo que a la intemperie queda,
-«¡Ea, abridnos, pues! -grita- nos resta un breve instante
de aguardar nuestro turno, pues al girar la rueda,
¡Quién hará que a este sitio volver otra vez pueda?»
4
Y ahora el nuevo año, removiendo ansias muertas,
al alma pensativa llama a la soledad,
donde Moisés asoma sus blancas manos yertas,
y Jesús resucita las llanuras desiertas.
5
Iram llevó sus rosas a donde nadie sabe,
con la septanulada ánfora de Jamshid;
¡Oh! pero aún destila del vino el rubí suave
y la fuente en el huerto canta su salmo grave.
6
Ya, de David los labios selló la última arcilla,
mas el Bulbul en sacro y mimético Pehlví,
-«Vino!» a la rosa ofrece en rauda seguidilla
para teñir de púrpura su marchita mejilla.
7
Ven a llenar mi copa, y en primaveral anhelo,
echa de ti ese manto de contrición y dudas;
El ave-tiempo apenas tiene luz para el vuelo,
y -¡mira! ya sus alas está tendiendo al cielo.
8
Ya en Babilonia impía, ya en Naishapur, mi cuna,
ya la copa os ofrezca dulce o amargo vino,
el de la vida filtra con tarde importuna,
y las hojas sin savia van cayendo una a una.
9
El alba de mañana nos traerá primorosas
nuevas rosas, mas ¿dónde se fueron las de ayer?
Pero el Estío llega desbordante de rosas,
y Kaikobad, Jamshid, volverán a sus fosas.
10
¡Y deja que se vayan! Libre el mundo se vea
de Kaikobad el Grande o Kaikosrú el potente;
y de Rustúm los gritos llamando -«¡a la pelea!»
y Hatím-Taí -«¡a la orgía!»- allá se vayan, ¡Ea!
11
Ven tú conmigo al margen de este oasis florido
que pone nuevo verde al valle pedregoso:
Aquí «esclavo» y «sultán» duermen igual olvido,
y -«paz a Mahmoud»- clama amor compadecido.
12
Aquí con un mendrugo, entre el gayo ramaje,
una ánfora de vino, un manojo de versos,
y tú conmigo, sola, cantando entre el boscaje,
es para mí un paraíso el yermo más salvaje.
* * *
Esperanzada en que todo haya sido venturoso en tu peregrinaje, con
todo mi cariño, un abrazo fraterno para ti.
TRINIDAD.
El poema es: La versión de Joaquín
V. Gonzalez, basada en la versión inglesa de Edward Fitzgerald, me
gustó mucho más.
Aquí va:
Reseña biográfica de OMAR KHAYYÁM.
Nació en Nichapur, Persia, hacia el año 1040 de la era cristiana, y
vivió cerca de ochenta años.
Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y
Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las
Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de
resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la
existencia misma.
Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubaiyat», que
constituyen una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada
en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del
instante frente a la finitud de la vida.
«Rubaiyat»:
I. La caravana en el desierto
1
¡Despertad! Que ya el sol desde el remoto Oriente
dispersó las estrellas de su sesión nocturna,
y al escalar de nuevo el cielo iridiscente
la regia torre ciñe con su lazada ardiente.
2
Antes que el brillo fatuo del alba se extinguiera,
oigo una voz que dentro de la taberna grita:
-«Si el altar todo en luces para la fiesta espera,
¿por qué el tardo devoto duerme en la sombra afuera?»
3
Canta el gallo, y el grupo que a la intemperie queda,
-«¡Ea, abridnos, pues! -grita- nos resta un breve instante
de aguardar nuestro turno, pues al girar la rueda,
¡Quién hará que a este sitio volver otra vez pueda?»
4
Y ahora el nuevo año, removiendo ansias muertas,
al alma pensativa llama a la soledad,
donde Moisés asoma sus blancas manos yertas,
y Jesús resucita las llanuras desiertas.
5
Iram llevó sus rosas a donde nadie sabe,
con la septanulada ánfora de Jamshid;
¡Oh! pero aún destila del vino el rubí suave
y la fuente en el huerto canta su salmo grave.
6
Ya, de David los labios selló la última arcilla,
mas el Bulbul en sacro y mimético Pehlví,
-«Vino!» a la rosa ofrece en rauda seguidilla
para teñir de púrpura su marchita mejilla.
7
Ven a llenar mi copa, y en primaveral anhelo,
echa de ti ese manto de contrición y dudas;
El ave-tiempo apenas tiene luz para el vuelo,
y -¡mira! ya sus alas está tendiendo al cielo.
8
Ya en Babilonia impía, ya en Naishapur, mi cuna,
ya la copa os ofrezca dulce o amargo vino,
el de la vida filtra con tarde importuna,
y las hojas sin savia van cayendo una a una.
9
El alba de mañana nos traerá primorosas
nuevas rosas, mas ¿dónde se fueron las de ayer?
Pero el Estío llega desbordante de rosas,
y Kaikobad, Jamshid, volverán a sus fosas.
10
¡Y deja que se vayan! Libre el mundo se vea
de Kaikobad el Grande o Kaikosrú el potente;
y de Rustúm los gritos llamando -«¡a la pelea!»
y Hatím-Taí -«¡a la orgía!»- allá se vayan, ¡Ea!
11
Ven tú conmigo al margen de este oasis florido
que pone nuevo verde al valle pedregoso:
Aquí «esclavo» y «sultán» duermen igual olvido,
y -«paz a Mahmoud»- clama amor compadecido.
12
Aquí con un mendrugo, entre el gayo ramaje,
una ánfora de vino, un manojo de versos,
y tú conmigo, sola, cantando entre el boscaje,
es para mí un paraíso el yermo más salvaje.
* * *
Esperanzada en que todo haya sido venturoso en tu peregrinaje, con
todo mi cariño, un abrazo fraterno para ti.
TRINIDAD.
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