“Pozwól mi pójść do Domu Ojca” (dejadme partir hacia la Casa
del Padre). Fueron las últimas palabras pronunciadas por San Juan
Pablo II.
manos del comunismo
“cambió el curso de la historia”
El Papa polaco dijo esas palabras en su lengua natal a las tres y
media de la tarde del sábado 2 de abril de 2005, tal día como
hoy hace 16 años. A las 21:37 horas de ese día, uno de los Papas
más grandes que ha conocido la Iglesia partía hacia la Casa del Padre.
A pesar de ser el líder espiritual de los católicos de todo el mundo,
Karol Wojtyła nunca olvidó sus raíces y conservó un entrañable
amor por su Patria. Ese admirable patriotismo lo plasmó en las
palabras que pronunció durante su primer viaje apostólico como
Papa a Polonia el 2 de junio de 1979, cuando su Nación aún estaba
sometida a una dictadura comunista.
En aquella ocasión, San Juan Pablo II visitó la Tumba del Soldado
Desconocido en Varsovia, situada en la Plaza de la Victoria (hoy
llamada Plaza Piłsudski). Esta Tumba se creó siguiendo el ejemplo
de la creada en París en 1920 para rendir homenaje a los caídos en
la Primera Guerra Mundial. La Tumba de Varsovia fue inaugurada el
2 de noviembre de 1925, estando situada en los arcos del Palacio
Sajón. En ella se depositaron los restos de un soldado anónimo
sepultado en el Cementerio de los Defensores de Leópolis.
El palacio fue destruido por los alemanes en diciembre de 1944 y
de él sólo quedan hoy los arcos situados cerca de la Tumba, que
contienen 22 lápidas recordando a todos los polacos caídos en
combate en las sucesivas guerras que ha sufrido el país desde el año
972. La Tumba está custodiada a todas horas por el Ejército Polaco
y en ella arde una llama de forma permanente en recuerdo de todos
los polacos que dieron la vida por su Patria.
Ante aquella tumba se arrodilló San Juan Pablo II en el primer día de su
visita a Polonia como Papa. Fue una de las primeras cosas que quiso
visitar al regresar a su Patria. Arturo Mari, fotógrafo del diario vaticano L’Osservatore Romano, recuerda que vio al Papa llorando ante aquella Tumba. Se arrodilló ante ella, rezó, la tocó y después se cubrió el rostro
con las manos, diciendo: “¿Por qué tanta sangre en esta tierra santa?
¿Por qué mi patria tuvo que derramar tanta sangre?” La web de la
Santa Sede conserva estas palabras cargadas de patriotismo que
pronunció solemnemente San Juan Pablo II ante el público congregado
en la plaza:
—
“Nos encontramos ante la tumba del Soldado Desconocido.
En la historia de Polonia —antigua y contemporánea—esta tumba
tiene un fundamento y una razón de ser particulares. ¡En cuántos
lugares de la tierra nativa ha caído ese soldado! ¡En cuántos
lugares de Europa y del mundo gritaba él con su muerte que no
puede haber una Europa justa sin la independencia de Polonia,
señalada sobre su mapa! ¡En cuántos campos de batalla ese
soldado ha dado testimonio de los derechos del hombre,
grabados profundamente en los inviolables derechos del
pueblo, cayendo por “nuestra y vuestra libertad”!
¿Dónde están las queridas tumbas, oh Polonia? ¿Y dónde no están?
Tú lo sabes mejor que nadie y Dios lo sabe desde el cielo” (Artur Oppman, Pacierz za zmalych).
¡La historia de la patria escrita a través de la tumba de un
Soldado Desconocido!
Deseo arrodillarme ante esta tumba para venerar cada semilla
que cayendo en la tierra y muriendo produce fruto en sí misma.
Será ésta la semilla de la sangre del soldado derramada sobre
el campo de batalla o el sacrificio del martirio en los campos de concentración o en las cárceles. Será la semilla del duro trabajo
diario, con el sudor de la frente, en el campo, en el taller, en la mina,
en las fundiciones y en las fábricas. Será la semilla de amor de los
padres que no rehúsan dar la vida a un nuevo ser humano y que
aceptan toda la responsabilidad educativa. Será ésta la semilla
del trabajo creativo en las universidades, en los institutos superiores,
en las bibliotecas, en los centros de cultura nacional. Será la semilla
de la oración, del servicio a los enfermos, a los que sufren, a los abandonados: “todo lo que constituye Polonia”.
¡Todo esto en las manos de la Madre de Dios, a los pies de la cruz
en el Calvario, y en el Cenáculo de Pentecostés!
Todo esto: la historia de la patria plasmada durante un milenio
en el sucederse de las generaciones —también la presente y la
futura— por cada hijo e hija, aunque anónimos y desconocidos,
como ese soldado, ante cuya tumba nos encontramos ahora…
Todo esto: también la historia de los pueblos que han vivido
con nosotros y entre nosotros, como aquellos que a cientos de
miles han muerto entre los muros del gueto de Varsovia.
Todo esto lo abrazo con el recuerdo y con el corazón en esta
Eucaristía y lo incluyo en este único santísimo Sacrificio de Cristo,
en la plaza de la Victoria.
Y grito, yo, hijo de tierra polaca, y al mismo tiempo yo: Juan
Pablo II Papa, grito desde lo más profundo de este milenio,
grito en la vigilia de Pentecostés:
¡Descienda tu Espíritu!
¡Descienda tu Espíritu!
¡Y renueve la faz de la tierra!
¡De esta tierra!
Amén”.
Un apunte histórico: cuando San Juan Pablo II citaba las palabras
“nuestra y vuestra libertad” se refería a uno de los lemas nacionales
de Polonia, “Za naszą i waszą wolność” (Por nuestra y vuestra libertad).
Fue utilizado por primera vez en el Levantamiento Polaco de noviembre
de 1830 contra el Imperio Ruso, en una bandera blanca con una cruz
latina roja que decía: “W imię Boga za naszą i waszą wolność”
(En el nombre de Dios, por nuestra y vuestra libertad). Ese estandarte
se conserva hoy en el Museo del Ejército Polaco en Varsovia, y creo que representa bien el sentido del patriotismo que tienen los polacos:
un pueblo con una fe católica tan arraigada como su amor por la
libertad.
—
Foto principal: Niedziela.pl. San Juan Pablo II arrodillado ante la Tumba del
Soldado Desconocido en Varsovia el 2 de junio de 1979, en su primer viaje a
Polonia como Papa.
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