De todas las tierras que hay desde el poniente hasta la India eres la más bella, oh, Hispania, sagrada y siempre feliz madre de príncipes y de pueblos. Con razón tú ahora eres de todas las provincias reina, de la que no solo el Occidente sino también el Oriente toma prestada tu luz.
(Laus Spaniae, alabanza a Hispania realizada por san Isidoro de Sevilla en el siglo VII, a modo de prólogo de su obra Historia Gothorum)
¡Oh, España; ay mi España, dónde estás querida España; oh, España, tierra de hijosdalgo, de caballeros y guerreros; tierra de cruzados y cuna de la Cristiandad; ay, mi España; orbe donde no se pone el sol; ay mi España, luz de los pueblos; luz de los ejércitos que lucharon al compás de la Cruz: destruida y levantada mil veces; ay, ay, tierra de reinos que forjaron unidos un sólo reino bajo la Cruz desde el Occidente al Oriente!
¡Oh, España, honrada por nuestros padres; patria común; oh, Mater, que te apareciste en mil batallas contra el opresor; desde Tentudía haciendo de la noche el día y abriste paso a los Tercios de Flandes como Dios abrió las aguas del mar Rojo; oh, banderas de las Españas, bajo el Pilar del Reino de Aragón y bajo el manto guadalupano, oh, consagrada a la protección de la Virgen Inmaculada, como Reina y patrona de España! ¿Dónde está mi Mater Patria?
¡Oh, España, unificada por Isabel y Fernando, reyes de Castilla y Aragón; oh, España, grande entre las más grandes, católica y misionera; oh, España, que, lejos de la esclavitud de otros pueblos, concedías iguales derechos a todos los pueblos bajo el signo de la Cruz; oh, Leyes de Burgos, oh, cuán lejos de otros pueblos!
¡Oh, España, más que mil constituciones y encíclicas, tú eres única entre todas las naciones del orbe!
¡Oh, España, despierta, no dejes que te traicionen, porque como tú, nadie: España!
Post scriptum:
Leyenda del milagro de Ten-tu-día:
Corría el siglo XIII y el Reino de Castilla se encontraba inmerso en plena Reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes. Nos hallamos bajo el reinado de Fernando III, El Santo cuando en 1242, en Mérida, el guerrero luso, Pelayo Pérez Correa (Paio Peres Correia) es nombrado Gran Maestre de la Orden de Santiago y es el propio Fernando III quien le encomienda la dura tarea de reconquistar el Reino de Sevilla.
Durante su descenso desde Mérida hasta Sevilla, a la altura aproximada de Calera de León, se toparon con los Sarracenos que impidiéndoles el paso les hicieron frente. Ambos ejércitos se enfrentaron en una cruenta batalla, ya desde el primer día de contienda la balanza del combate comenzó a decantarse a favor de los cristianos pero el día tocaba a su fin y la noche detendría la batalla, perdiendo así los cristianos la ventaja que llevaban sobre los árabes.
El capitán del ejército cristiano, Pelayo, viendo como la noche estaba a punto de poner un punto y aparte a la contienda, decidió pedir ayuda divina: hincó la rodilla en la tierra implorando ayuda a la Santa Madre con las palabras:
¡Santa María, detén tu día!
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