«La obra de Mariano Benlliure, uno de los escultores más notables de todos los tiempos, como ocurre con la de otros grandes artistas, nos hace amar el arte»
Al conocer la obra de Mariano Benlliure (1862-1947) es inevitable sentir admiración por el excelente trabajo, la sensibilidad, la emoción y la fuerza que plasmó en cada una de sus creaciones. Artista incansable, intentó siempre superarse a sí mismo perfeccionando la técnica, estudiando los materiales y cuidando los detalles que aportaban gran realismo a sus obras.
Tras la petición del Ayuntamiento de Crevillente (Alicante) a la Generalidad Valenciana de proclamar el año 2022 como “AÑO MARIANO BENLLIURE” muchos son los actos y actividades que se han organizado para conmemorar el 75ª aniversario del fallecimiento del genial escultor por parte del gobierno autonómico y el ayuntamiento de la localidad alicantina, donde se ubica un museo dedicado a la obra del artista, digno de visitar.
A su vez, el Ayuntamiento de Madrid, en colaboración con La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y La Fundación Benlliure, ha organizado un atractivo programa cultural con el objeto de dar a conocer y apreciar la obra del escultor que representa una figura clave no solo en la ornamentación de la capital de España dentro de la nueva concepción urbanística que se llevó a cabo en las ciudades en el siglo XIX, sino también en la historia del arte español. Conferencias, visitas guiadas, conciertos y obras de restauración forman parte de este programa.
Valenciano de nacimiento, Mariano Benlliure Gil ya desde niño demostró su extraordinaria capacidad como artista. Su padre, pintor decorativo, inculcó a sus hijos el amor por las artes. Desde muy temprana edad se dedicó tanto a la escultura como a la pintura.
Su familia se trasladó a Madrid años más tarde, donde el joven artista aprendía observando a su hermano que trabajaba entonces con el pintor Francisco Domingo Marqués, quien fue su maestro y al que la familia estuvo muy unida a lo largo de los años.
Con tan solo trece años realizó la escultura La cogida de un picador, realizada en cera, con la que se presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1876. El grupo escultórico de tres figuras muestra el momento en el que el toro embiste al caballo; el movimiento y la fuerza del conjunto nos muestran las increíbles dotes de Benlliure como escultor desde muy temprana edad.
Un nuevo traslado de la familia, en este caso a Zamora, le llevó a realizar varias obras, entre ellas El Descendido para la Cofradía de El Santo Entierro que causó gran admiración.
Su hermano José, instalado en Roma, anima a Mariano y a su hermano Juan Antonio a vivir con él y así lo hacen en 1881. Fascinado por la obra de Miguel Ángel Buonarroti, será a partir de entonces cuando se dedique por completo a la escultura, aunque el detallismo pictórico estará siempre presente en su obra.
Estudiar en Roma, era el objetivo de muchos estudiantes de Bellas Artes en el siglo XIX, quienes deseaban formarse, adquirir experiencia y establecer buenas relaciones para fomentar su carrera. Benlliure compartió sus experiencias en la Ciudad Eterna junto a sus hermanos y otros estudiantes de la Academia de España en Roma, que años más tarde dirigiría, con los que existía un gran compañerismo. Durante sus primeros años en la ciudad, comenzó vendiendo acuarelas, lo que le ayudaría económicamente a dedicarse a la escultura con más desahogo y pronto se puso en contacto con la Fundición Crescenzi donde adquirió conocimientos fundamentales sobre técnicas, materiales y proceso de fundición.
En este periodo realiza entre otras la escultura Accidenti! que nos muestra a un monaguillo en el momento que se lleva la mano a la boca tras quemarse con un incensario. Benlliure capta el momento y dota a la escultura de un gran realismo. Esta obra tuvo un gran impacto y con ella ganará una medalla en La Exposición Nacional de Bellas Artes, lo que supuso el primer reconocimiento público a su obra.
En Roma, abrió un taller, que funcionaría durante casi veinte años, en el número 33 de Vía Margutta donde trabajaba incansablemente. Luis de Llanos en su libro Memorias de un pensionado en Roma afirma refiriéndose a él :“…Mariano Benlliure era para mi objeto de profunda admiración, en el extraño sistema de hacer venticinco cosas a la vez y todas bien…” Efectivamente, Mariano Benlliure estaba entregado a su pasión: la escultura. Tenía una intensa vida social, lo que no era un impedimento para crear constantemente, algo que admiraban sus compañeros tal y como afirma de nuevo el mencionado autor: “… y sin embargo produce más bustos, más estatuas, más bajorrelieves que nadie; y pinta acuarelas como quien se bebe vasos de agua…” ,“…¿Cómo y por qué rara casualidad produce tan y tan bueno? Es un fenómeno que nadie se explica.”
Participa en Exposiciones Internacionales que le darán prestigio y reconocimiento. Su estilo es muy personal y aunque no se puede enmarcar en ninguna corriente ya que Benlliure aporta a su obra personalidad y características propias, estudiando cada detalle y dotando a la escultura de gran expresividad, es uno de los últimos escultores decimonónicos. Su conocimiento de la pintura y su extraordinaria capacidad para manejar el cincel harán que sus esculturas ofrezcan un matiz narrativo como se aprecia en el Mausoleo de Joselito “El Gallo” (Sevilla) en el que asistimos a una escena viva, de gran realismo, con movmiento y a la vez emotiva.
Los antecedentes de la Antigüedad Clásica, el Ottocento italiano con la figura de Bartolini, el Clasicismo francés y Canova, Rodin, el padre de la esultura moderna y las últimas tendencias del siglo XIX como el Verismo, representación de la realidad tal y como es, sin idealizarla, que gozó de gran aceptación en Italia, le proporcionaron un gran conocimiento que supo plasmar de manera magistral tanto en retratos, monumentos conmemorativos, figuras alegóricas o arte religioso.
Su estancia en Roma fue muy enriquecedora, no solo por el aprendizaje, sino también por las relaciones que Benlliure entabló gracias a su carácter afable y que serían muy provechosas para su carrera. En este periodo realizó varias esculturas de personajes populares de las zonas rurales cercanas a Roma, un ejemplo más de la variedad y extensión de su obra escultórica.
A partir de entonces, se incrementarían los encargos, su reconocimiento era cada vez mayor y su capacidad de trabajo le permitía realizarlos.
Por ello y tras un matrimonio frustrado con Leopoldina Tuero O´Donnell (1867-1952), con quien tuvo dos hijos, decidió regresar a España, instalándose en Madrid donde abrió un estudio que años más tarde trasladó al que sería el definitivo en calle Abascal, lugar en el que acudían personajes ilustres de la alta sociedad madrileña, buenos amigos como Vicente Blasco Ibáñez y Joaquín Sorolla, así como la familia real, con quien mantenía buenas relaciones.
Los nuevos planes urbanísticos que se llevaron a cabo en España en el siglo XIX incluían la ornamentación de las ciudades ensalzando la figura de personajes y hechos históricos que posibilitara al viandante admirar la belleza y a la vez hacerlo partícipe de la historia; así, generales, miembros de la realeza, escritores, pintores, políticos o personajes relevantes fueron ocupando diferentes enclaves en las ciudades. Aunque su mayor producción en cuanto a escultura monumental se encuentra en Madrid, la obra de Benlliure está repartida por toda España, Europa y América.
Pasear por Madrid es conocer de cerca la obra de Benlliure. El Monumento a Alfonso XII, La Reina María Cristina, Bárbara de Braganza, El Teniente Ruíz, héroe del 2 de mayo contra los franceses, Francisco de Goya o el célebre marino Álvaro de Bazán son algunos ejemplos de las esculturas que se pueden admirar en la capital.
Los cazadores de Alcántara en Valladolid nos muestra el movimiento y la fuerza del conjunto de una forma extraordinaria; Agustina de Aragón en Zaragoza, El Marqués de Larios en Málaga, La Reina Isabel La Católica con Cristóbal Colón en Granada, El Monumento a Antonio Trueba en Bilbao o José Ribera “El Españoleto” en Valencia son otros ejemplos de su obra conmemorativa repartida por varias ciudades españolas.
Además de la obra monumental para espacios públicos en la ciudad, realizó, como el ya citado Mausoleo de Joselito, otros de gran envergadura como El Mausoleo de Eduardo Dato, el de Mateo Sagasta y de José Canalejas en El Panteón de los Hombres Ilustres (Madrid) entre otros. El realizado al tenor navarro Julián Gayarre es digno de mención por su belleza y simbología; en él Benlliure consigue una perfecta combinación de estilos y materiales. Un conjunto lleno de simbolismo con figuras alegóricas que nos muestran su dominio de la técnica, siendo el único de los que realizó que no incluye la efigie del difunto.
Tras los trágicos sucesos de 1931 en los que se destruyó gran parte del patrimonio histórico y cultural en España, muchas de las imágenes religiosas fueron quemadas en iglesias y conventos. Benlliure, tomó parte en el proceso que, una vez acabada la Guerra Civil (1936-1939), se llevo a cabo para realizar obras de nueva talla o restaurar aquellas que aún podían recuperarse, patrimonio importante de las cofradías que procesionaban en Semana Santa que tenían una larga tradición en toda España.
Benlliure trabajó de una manera excepcional la madera como muestran las imágenes que realizó para cofradías en muchas ciudades y pueblos de España como Crevillente (Alicante), Cartagena, Cuenca, Hellín (Albacete), Salamanca o Málaga. Para esta última, realizó dos magníficas tallas, un nazareno y un crucificado para dos de las cofradías más representativas de la ciudad, Esperanza y Expiración que se pueden considerar dos de las mejores tallas de la escultura religiosa española del siglo XX.
Ambas figuras están dotadas de una gran expresividad y una anatomía perfecta, a pesar de ejecutarlas a una edad avanzada. El Nazareno de El Paso nos muestra a Jesús agotado en su camino al Calvario, sus rasgos hebreos, su expresividad y el tratamiento de la policromía hacen que de una manera sencilla logre un resultado sublime. El Cristo de La Expiración es representado en el momento de su último aliento, algo que Benlliure reproduce de una manera magistral e imponente. Ambas figuras llegaron a Málaga el 4 de marzo de 1940, la admiración que causaron fue enorme, Benlliure captó de manera impecable el sentido de lo que las imágenes de La Pasión debían transmitir, lo hizo de manera veraz pero sin afectación. Se realizaron diferentes actos en la ciudad que emocionaron visiblemente al artista valenciano.
Mariano Benlliure obtuvo gran reconocimiento en vida recibiendo numerosos premios y ocupando cargos institucionales destacados tanto en España como en el extranjero. Protagonista de la historia de su tiempo, su afición por los temas taurinos y el arte religioso hicieron que su obra tras el franquismo fuera encasillada y en cierto modo olvidada. La escultura tomaba otro rumbo, sin embargo Benlliure nos dejó un valioso legado y a lo largo de los últimos años han sido muchos los homenajes y exposiciones que se han hecho en torno a su vida y obra.
En una época en la que la que ciertas materias están siendo apartadas de los planes de estudio y en algunos casos la historia es contada según conviene a algunos, podemos admirar la obra de este genial artista que nos lleva a indagar en esa historia de la que nos hace partícipes, esculturas que tienen vida y que tantas veces pasan desapercibidas para muchos.
Sin duda, uno de los escultores más notables de todos los tiempos. La obra de Benlliure, como ocurre con la de otros grandes artistas, nos hace amar el arte.
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