«Será hoy cuando se celebre el cuadragésimo aniversario de aquella noche, en la que salieron a un balcón del madrileño Hotel Palace»
Aunque llevan semanas creando “ambiente”, en este caso sin el redundante “medio”, antepuesto, como tanto le gusta al progresismo y no ha sido capaz de desterrar el conservadurismo –ni el liberal ni el otro–, no fue hasta ayer, día 28 de Octubre, cuando se cumplió el 40º aniversario de la abrumadora victoria de Felipe González, en 1982. Nada menos que 202 escaños, de los 350, fueron el resultado del pendulazo político –tan propio de esta Hispania nuestra– que se produjo en aquellas elecciones, inicio real de la “siembra”, reabonada en 2004/11, cuyos “frutos” –bien “maduros”,– se están recogiendo en los últimos cuatro años. Tanto, dentro del espectro político como en la sociedad misma, algo lógico, porque es de ésta de la que sale lo que llega al “hemicirco” y al ejecutivo. En este caso, desgraciadamente, la peor parte de esa sociedad. Puede que aquel “aldabonazo” socialista de 1982, fuese consecuencia, en parte, de que algo no se había hecho del todo bien por los principales artífices de una transición que se calificó, y puede considerarse, como modélica, Su Majestad Don Juan Carlos I y Adolfo Suárez (q.e.p.d.), líder de aquella hilvanada UCD, pero eso no toca hoy.
Y será hoy día 29, cuando se lleva a cabo la celebración, oficial, de aquella noche de hace 40 años, en la que salieron a un balcón del madrileño Hotel Palace, los dos principales protagonistas de lo que sería el “gran cambio” –pocos podían imaginar cuánto–: “Cuando nos vayamos, no va a conocer España ni la madre que la parió”. Allí estaban, triunfantes y felices, Felipe González –rosa en mano– y su, entonces, alter ego, Alfonso Guerra, levantando el brazo del vencedor. Todo un símbolo pugilístico, que nadie sospechaba que iba a ser el primer paso para dejar KO, o grogui por lo menos, a nuestra querida España. Y una primera observación sintomática de lo que vendría después, aquella primera aparición fue en uno de los hoteles más caros de Madrid, porque a aquellos “socialistas” –a los de hoy también– les gusta el lujo y no se les ocurrió un lugar más modesto, dada su condición “humilde” y de partido del pueblo, el imaginario “Hostal Pepa”, del Barrio de Vallecas, pongo por caso, más acorde con su discurso populista y demagógico.
Será una celebración que hay que leer en clave de autobombo, del que hoy es uno de esos “frutos” de los que antes hablaba, Pedro “Antonio Pinóchez Plagio cum Fraude Falconeti…” y otras malas yerbas. Por cierto que habrá que añadirle ahora un nuevo sobrenombre, Humboldt –padre de la Geografía moderna–, después de haber repetido, por dos veces, su satisfacción por encontrarse en “Senegal”, cuando se dirigía, en Kenia, a su presidente. Total, ¿qué son casi seis mil Km? Como diría su ministra de Hacienda, mi Marisú Montero, “eso no es ná, chiqui”. La Geografía, parece, tampoco es lo suyo y ninguno de sus 68 acompañantes, incluida Begoña, la “reina de África”, le debió advertir donde estaba. Un “lapsus” del que ya hubo un precedente “hondureño” desde El Salvador, creo recordar, con un político del otro lado, al que las televisiones le han dado más importancia, casi 20 años después, que al de ahora del showman de la Moncloa. Cosas del “agradecimiento periolista”.
Volviendo a la celebración que hoy ocupa mi reflexión, parece que no pocos “barones” socialistas han excusado su asistencia, dizque por “problemas de agenda”. El principal, creo, no aparecer en las fotos muy cerca de su Presimiente, a pocos meses –menos de 7, que, en política, sí que no son nada– de unas elecciones autonómicas y municipales que pintan regular, tirando a mal, para los del puño y la rosa en casi toda España. Y otro dato a tener en cuenta, al promotor del show que veremos, desde Sevilla, se le “olvidó” invitar al segundo de los protagonistas de aquella fecha histórica, Alfonso Guerra que, últimamente, se volvió un poco crítico con las políticas del amigo de comunistas, separatistas y proterroristas, ¿de ahí el “olvido”?. Espero que, si le queda algo de dignidad, también recurra a “problemas de agenda” para no asistir al evento. El otro, ya dio a entender bastante, hace unos días, escoltando, junto a José Luis Rodríguez el bolivariano, a su hoy sucesor, cuando presentaban lo que iba a ser el “40º aniversario de la democracia”, otro “invento” de ellos, claro.
Buena parte de la sociedad española actual, no vivió, lógicamente, aquellos días de euforia partidista sólo siete años, escasos, después de la muerte del Generalísimo Franco.
Tal vez como “regalo” de aniversario, el BOE 252 publicó el pasado día 20 la Ley 20/2022 de Memoria Democrática, que, por lo que he leído al respecto, parece que no responde precisamente ni a lo uno ni a lo otro. De “memoria”, anda escasa y parece que un poco sesgada, se dice, y de “democrática” se aleja bastante, puesto que sólo vale el pensamiento y las víctimas de un lado y no los del otro. Por eso, tal vez no venga mal un breve resumen de la “historia” de ese partido de los “100 años de honradez”, que decían cuando llegaron. Porque el PSOE tiene mucha antigüedad, es cierto, pero poca historia positiva para España y, ninguna, con mayúscula. Puede que algunos encuentren repetitivo parte de lo que escriba, pero, muchos más, que me temo que no leerán este artículo, estoy seguro de que desconocen todo o casi todo, así que a ver si circula y llega a algunos más. Poco a poco, aunque no tenemos mucho tiempo a este paso, hay que recordar, y/o dar a conocer, la Verdad Histórica y no desvirtuarla o reinventarla como quieren los impulsores de la citada falacia que Alberto Núñez Feijóo ya ha adelantado que derogará, si llega al Gobierno. Pero vamos por partes y tal vez se le agüe a alguno, si leyera esto, el aniversario que celebran hoy.
Fue toda una paradoja el nacimiento del PSOE, fundado por el linotipista Pablo Iglesias Posse, el 2 de Mayo de 1879, justo 81 años después del levantamiento heroico de unos verdaderos españoles ante el asalto napoleónico de 1808. No creo que la fundación del PSOE fuera, precisamente, en homenaje a esa fecha, sino que parece que fue un intento de respuesta marxista al filósofo y revolucionario anarquista ruso, Mijaíl Bakunin. Iglesias tardó más de 30 años, de los que no se conoce nada más que la creación, en 1888, de su sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), en conseguir su primera representación parlamentaria, en las elecciones de 1910. Un año antes, ya había demostrado aquel PSOE su talante “democrático”, en la conocida como Semana Trágica de Barcelona, en la que, junto a anarquistas y radicales, protestaron contra “un sistema selectivo para la movilización de reservistas del ejército”. Resultado: 120 muertos, 500 heridos graves y 112 edificios totalmente destruidos por el fuego. Una tragedia que acabó con el llamado “gobierno largo” de Antonio Maura. No pudo ser más representativo, también, de ese talante “democrático”, el estreno, un año después, del fundador del PSOE, en el Parlamento: “Nuestro partido estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad, cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones”. Lo mismo que su aviso al citado Antonio Maura: “…Hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al Poder, debemos ir hasta el atentado personal”. Toda una amenaza, que Maura le instó a retirar, y en la que Iglesias se reafirmó. Quince días después, el simpatizante socialista, Manuel Posa, disparaba contra Maura, en Barcelona, resultando gravemente herido.
En 1917, el PSOE vuelve a demostrar ser un partido revolucionario radical que considera la violencia como un instrumento apto para conquistar el poder y apoyó la huelga general revolucionaria, eco de la revolución soviética y su, posiblemente, más importante intelectual de entonces, Luis Araquistáin, reconocía la conexión de los socialistas en ese movimiento golpista: “La Asamblea de Barcelona (19 de julio de 1917) fue el impulso que, de modo directo e inmediato, contribuyó a poner en pie a la clase obrera. Si los militares eran el brazo armado de la renovación y los parlamentarios de izquierdas el pensamiento crítico y reconstituyente, los obreros organizados querían ser las piernas del movimiento” –esta palabra no la diría un socialista de hoy, supongo–. Resultado, la huelga general se convierte en una insurrección que deja 17 muertos en Barcelona, 12 en Madrid, 7 en Yecla y 6 en Bilbao, terminando con el Gobierno de Eduardo Dato en Noviembre de ese año. Es decir, que lo de derrocar gobiernos parece que lo lleva el PSOE en su ADN, como se dice ahora.
Entre 1920 y 1921, se produce una primera escisión del PSOE, de la que nace el más radical Partido Comunista de España (PCE) y, ese último año, Pablo Iglesias, durante el VI Congreso del PSOE, en Gijón, vuelve a dejar muestras de su extremismo: “Queremos la muerte de la Iglesia… para ello educamos a los hombres, y así les quitamos la conciencia”. Al más puro estilo de Antonio Gramsci: “para dominar a un pueblo basta hacerse con la cultura y la educación”, algo que hoy se extiende por el mundo occidental.
Haciendo gala de otra de las características del PSOE, su oportunismo político, siempre que le interesara, colaboró con la dictadura del General Primo de Rivera, con Francisco Largo Caballero –el Lenin español– como consejero de Estado. Aguantó con la dictadura hasta 1929, cuando se adueñó de la clase obrera tras desplazar a la CNT anarquista, su gran rival, y entonces da un giro radical, de 180 grados, con un manifiesto que pedía “un estado republicano de libertad y democracia”, dos estados incompatibles con lo que después veremos de este político.
Tras la muerte del fundador, en 1925, toma las riendas del partido Julián Besteiro –pasó a la historia como un socialista bueno– y, en Agosto de 1930, en el Pacto de San Sebastián “se creó un órgano de coordinación y planificación para dar un golpe de Estado contra la monarquía, con la ayuda de militares”. Poco más tarde, el 23 de noviembre, se formó un Gobierno Provisional de la República, con Niceto Alcalá Zamora de presidente, similar al que se proclamó el 14 de abril de 1931. Del 12 al 15 de diciembre de 1930, se había producido el Golpe de Estado de Jaca y Cuatro Vientos, que fue un fracaso estrepitoso, siendo detenidos Fernando de los Ríos y Largo Caballero, el 19 de diciembre.
Termina esta triste etapa socialista con la manipulación de las elecciones municipales del 12 de Abril de 1931, en las que se produjo un triunfo aplastante del voto monárquico, 22.150 concejales, frente al voto republicano, 5.775. Pero un concejal socialista, Andrés Saborit, que dirigió el censo de la capital, eliminó a muchos votantes monárquicos y agregó listas de difuntos, que “votaron” socialista… desde la tumba y se dio el vuelco en la capital de España. Y como en las grandes ciudades, se impusieron los republicanos, los monárquicos, y el Rey Alfonso XIII, facilitaron el cambio de régimen, con la connivencia de los militares, dando lugar a la proclamación de la Segunda República dos días después, el 14 de Abril de ese año, “España se acostó monárquica y se despertó republicana”. En mayo del 31, apenas con un mes de existencia del nuevo régimen, más de cien iglesias, bibliotecas y centros de enseñanza fueron incendiados por turbas de exaltados. Y el citado socialista, Fernando de los Ríos, a la sazón Ministro de Justicia, identificó a los delincuentes con “el pueblo”, impidiendo cualquier freno a los desmanes que, después de cinco años, marcarían el trágico final de la II República. No contentos con ello, “expulsaron a los jesuitas y crearon una Constitución poco democrática y hostil a las creencias y sentimientos mayoritarios del pueblo”. Se dio la circunstancia de que, en las Cortes Constituyentes de la II República, el 1 de octubre de 1931, la única diputada del PSOE entonces, Margarita Nelken, votó en contra del sufragio femenino, junto a otros 32 diputados del PSOE. El partido que continúa hoy presumiendo de ser el gran defensor de la mujer –siempre que sea feminista radical, claro–, “seguía entonces con su ideología marxista y veía la República como un periodo de transición hacia una dictadura socialista”.
Ya en pleno periodo republicano, Largo Caballero continuaba sus “democráticas” proclamas. Así, por ejemplo, en su discurso en el XIII Congreso del PSOE, en 1932, decía que “El Partido socialista no es reformista, cuando ha habido necesidad de romper con la legalidad, lo ha hecho sin ningún reparo y sin escrúpulo. El temperamento, la ideología y la educación de nuestro partido no son para ir al reformismo”. En Febrero de 1933, que “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera”. Y en 1934, en Ginebra, que “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”. Para terminar, sólo con esta muestra, el 10 de Febrero de 1936, en el Cinema Europa se explayó diciendo que, “Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos”. Todo un ejemplo de “democracia”.
En la segunda parte, veremos el triste desenlace de estos años de “democracia plena” y daremos el salto a la reaparición del “renovado” PSOE y sus tres periodos de ruina, de los que, seguramente, no se dirá nada en el show propagandístico sevillano del cuadragésimo aniversario, que también merecerá algún comentario.
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