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La misteriosa muerte de Alejandro Magno | |||
Alejandro Magno expiró un atardecer del verano del año 323 a.C. en Babilonia. Quizá se llevó consigo, como última imagen de este mundo, el recuerdo del paisaje de su infancia: las montañas frondosas, los verdes prados y los frescos ríos de su tierra natal, Macedonia, a dos mil kilómetros de los pantanos, los mosquitos y el calor húmedo de la llanura mesopotámica. Hacía 11 años que había partido de su país al frente del mejor ejército del mundo. Con él conquistó el inmenso espacio que se extiende entre el Danubio, el Nilo y el Indo. A los 22 años, cuando dejó su patria, era el monarca de un belicoso reino tribal. A punto de cumplir los 33 años, cuando murió, se sentaba en un trono de oro para gobernar un tercio del mundo entonces conocido. Claro que, para confirmar más allá de toda duda la realidad de nuestra suposición, se necesitaría estudiar el cuerpo del difunto conquistador, cuyo descubrimiento resulta improbable. ¿Cómo se pobló la isla de Pascua?Otras incógnitas de la historia sí pueden resolverse hoy en día con la combinación de arqueología y estudios genéticos, como es el caso del poblamiento de la isla de Pascua, que ha sido objeto de largos debates. Sus habitantes ¿venían de Polinesia o de América? La respuesta, en el artículo que le hemos dedicado en la revista. Los tercios, las tropas de élite de la monarquía españolaEn nuestras páginas encontraréis también un artículo con un protagonista colectivo: los tercios, en el que os ofrecemos una completa aproximación a la vida de los miembros de esta fuerza militar de élite, que durante un siglo se impuso en los campos de batalla de Europa. A uno le viene a la memoria, a propósito de los tercios, aquel soldado que fue Cristóbal de Mondragón, a quien Carlos V ascendió a alférez en el mismo campo de batalla de Mühlberg después de que con la espada entre los dientes cruzara un río bajo una granizada de disparos de arcabuz. Murió en Amberes, al término de una vida dedicada a la guerra. Sintiendo que se acercaba su hora, mandó que lo pusieran en una ventana, a la vista de sus hombres, y allí cerró sus ojos. |
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