domingo, 20 de noviembre de 2022

Bernini, el sentir del Barroco italiano: Apolo y Dafne. Por Susana del Pino.


Apolo y Dafne

«Cualquier obra de Bernini es digna de análisis, pero Apolo y Dafne representa la elegancia, la sensualidad y la belleza de una forma virtuosa»

El Barroco, movimiento histórico, artístico y literario, surge en Europa en el siglo XVII y se prolongará hasta principios del XVIII, se exportará a América donde adquirió unas características propias enriqueciéndose con elementos indigenas que dieron como resultado magníficas obras de arte.

 

En Europa, los problemas religiosos tras la Reforma y la crisis económica y social marcaron este periodo provocando un cambio que afectará a todas las disciplinas.

 

En cuanto al arte, el barroco representa la grandeza, el movimiento en las formas, la emoción y el contraste entre luces y sombras que provocan un impacto visual. Esto lo podemos apreciar tanto en arquitectura, pintura o escultura. Valgan como ejemplos la iglesia de San Carlino en Roma de Borromini, La vocación de San Mateo de Caravaggio o El rapto de Proserpina de Bernini.

 

El rapto de Proserpina

 

En Italia, la estética barroca sigue sus propias normas, es más clásica en contraste con la opulencia española o la livianidad francesa. Se consigue una auténtica conexión entre las distintas disciplinas donde la escultura y la pintura se acogen a la arquitectura formando un esplendoroso conjunto en el que a veces es difícil entender donde empienza una u otra, la arquitectura se oculta con relieves, adornos o cielos pintados y la escultura utiliza recursos pictóricos. El Éxtasis de Santa Teresa es un buen ejemplo de ello. Un nuevo lenguaje artístico en el que se mantiene el esquema clásico en cuanto a la técnica pero con una nueva óptica.

 

El napolitano Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) artista polifacético, está idisolublemente ligado a la ciudad de Roma. Sus obras tienen una clara inspiración griega, sobre todo del periodo helenístico, aunque su primera influencia fue su padre, Pietro Bernini (1562-1629), uno de los mas destacados escultores de su tiempo que perteneció a lo que se conoce como Segundo Manierismo o Manierismo Internacional.

 

Bernini es en cuanto a la escultura del siglo XVII, lo que Miguel Ángel fue en el siglo XVI. Marcó toda una época con su sello y contemplar su obra es sentir el barroco italiano.

 

Fue un artista brillante que gozó de la aprobación de los papas que le ayudaron en su carrera con numerosos encargos en un periodo en el que el poder económico y moral de la Iglesia era inmenso y con su disciplina moral pretendía deslumbrar a los fieles con un complejo lenguaje visual. Esto hace que la Institución Católica se convierta en un potente cliente del arte y ayuda a entender las diferencias con la iconografía barroca de los países protestantes.

 

En arquitectura Bernini trabajó en magníficas obras como La Columnata de San Pedro, El Palacio Montecitorio o El Palacio Chigi en Roma. Otros monumentos sublimes dignos de mención son El Baldaquino de San Pedro, para el que se utilizó en su construcción parte de la cubierta del Panteón de Agripa.

 

Gian Lorenzo Bernini (Nápoles 1598- Roma 1680)

 

Realizó bustos en los que representó con gran maestría a personajes aristocráticos y miembros de la curia eclesiástica como el de Constanza Bonarelli o El Cardenal Richelieu entre otros; además en los monumentos funerarios como en El Sepulcro de Urbano VIII o Alejandro VII en la basílica de San Pedro en Roma, es donde mejor expresa la teatralidad barroca.

 

La remodelación urbana fue uno de los objetivos principales llevada a cabo por el papado en las ciudades barrocas, en ella además de edificios religiosos y civiles tienen especial importancia las plazas donde se ubicarían fuentes que se inscriben en esta nueva visión de urbanismo mostrando todo el esplendor del Barroco. Bernini con La Fuente de los Cuaro Ríos en la Plaza Navona en Roma o La Fuente del Tritón, pone de manifiesto ese espendor.

 

Apolo y Dafne en la Galería Borghese

 

Cualquier obra de Bernini es digna de análisis, pero Apolo y Dafne, en mi opinión y aún siendo una obra realizada en época temprana, representa la elegancia, la sensualidad y la belleza de una forma virtuosa. El conjunto muestra una escena mitológica basada en un pasaje de La Metamorfosis del poeta romano Ovidio en la que el Dios Apolo tras burlarse de Eros, Dios del amor, recibe una flecha de oro que le hará enamorarse perdidamente de la ninfa Dafne; a su vez a ésta le envía una de plomo cuyo efecto será rechazar su amor. La insistencia de Apolo hizo que la ninfa huyera de él e intentara escapar pidiendo ayuda a su padere Peneas de Tesalia, quien la convertiría en un árbol de laurel para así librarla de la continua persecución de Apolo.

 

Bernini capta el momento exacto en el que Dafne huye, es alcanzada por Apolo y comienza la transformación en su cuerpo brotando las hojas de laurel. Es interesante apreciar las distintas texturas que Bernini consigue trabajando el mármol, visibles en la diferencia entre la superficie pulida de la piel de los cuerpos y la rudeza de la corteza donde brotan las hojas. La expresividad de los pesonajes es palpable, la desesperación de Dafne expresando su miedo para no ser alcanzada y la desolación de Apolo nos hace apreciar ese dramatismo de la estética barroca que junto al efecto casi etéreo que provoca la figura de Dafne, suscita en el espectador un impacto emocional.

 

La combinación de lineas curvas, la diagonal que forman los brazos de los personajes y el paralelismo entre las figuras dotan a la escultura de dinamismo y a la vez equilibrio dentro de una armonía perfecta.

 

La escultura se puede apreciar desde varios puntos de vista donde el juego de luces y sombras constituyen un elemento primordial que permite apreciar diferentes detalles de la escultura provocando sensaciones absolutamente sorprendentes.

 

Detalle de Apolo y Dafne

 

La sala donde se expone en la Galería Borghese en Roma es perfecta por la luz y la posición de la obra, además, en el techo se puede contemplar la obra del pintor Pietro Angelotti, realizada en el siglo XVIII que también representa a Apolo y Dafne.

 

Aún recuerdo la primera vez que la contemplé, fue impactante, uno de esos momentos, como tantos otros que atesoramos, que quedan grabados para siempre por la emoción que nos hicieron sentir.

 

Una obra delicada, elegante y simbólica, que no pasara desapercibida para quien desee visitarla.

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