lunes, 30 de noviembre de 2020

Chocolate, anfetas y helados, los estimulantes de la Segunda Guerra Mundial


                                                    Historias de la Historia


Entrada   : Chocolate, anfetas y helados, los estimulantes de la Segunda Guerra Mundial

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Publicado : 29 noviembre, 2020
Autor     : Javier Sanz

El arte de la guerra, escrito por el general y estratega militar Sun Tzu hace aproximadamente 2.500 años en la antigua China, 
es un tratado sobre práctica militar y estrategia de guerra que se fundamenta en principios de la doctrina taoísta. Sun Tzu 
primero aconsejó evitar la guerra, ya que no es rentable y es […]

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Scho-ka-kola, una marca alemana de chocolates, se creó en 1935 por el chocolatero berlinés 

Theodor Hildebrand. Era un chocolate negro de sabor agridulce y en cuya elaboración se utilizaba 

cacao, café y nuez de cola (el fruto de un árbol tropical del mismo nombre con un elevado contenido 

en cafeína), y se comercializaba en tabletas redondas divididas en ochos porciones dentro de una l

ata roja y blanca. La presentación oficial de Scho-ka-kola se hizo en los Juegos Olímpicos de 1936 

en Berlín, como un producto que aportaba energía a los deportistas.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial el Scho-ka-kola comenzó a distribuirse entre los pilotos 

de la Luftwaffe, la Fuerza Aérea alemana, y entre ellos se conocía como "el chocolate de los aviadores". 

De todos es conocido el aporte energético del chocolate, pero si en la elaboración se incluyen el café y 

la nuez de cola el resultado final es un producto estimulante, que aumenta la capacidad de concentración 

y disminuye la sensación de sueño y fatiga. Ideal para que los pilotos alemanes se mantuviesen despiertos 

y alerta en vuelos nocturnos y prolongados. A fecha de hoy, todavía se sigue comercializando esta marca 

de chocolate, en el mismo formato y con alguna pequeña modificación en la elaboración.

Y aunque el chocolate cause un efecto en el cerebro similar al de las drogas, nada comparable al Pervitín

similar al speed, que tomaban las fuerzas terrestres alemanas.

Heinrich Theodor Böll, Premio Nobel de Literatura en 1972, fue el máximo exponente de la literatura 

alemana de la posguerra, la llamada literatura de escombros. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial 

fue reclutado por las Fuerzas Armadas alemanas y combatió en Polonia, Francia, Rumanía, Hungría y la 

Unión Soviética, hasta que fue capturado por los estadounidenses en la primavera de 1945. En 2005 el 

diario alemán Spiegel publicaba fragmentos de varias cartas remitidas por Heinrich a su familia mientras 

estuvo en el frente:

Queridos padres y hermanos. Esto es muy difícil, espero que lo entendáis 

si sólo soy capaz de enviar una carta cada dos o cuatro días […] Hoy os 

escribo principalmente para pediros un poco de Pervitín.

El Pervitin o Pervitina es una metanfetamina creada en 1938 por la empresa farmacéutica Temmler 

y comercializada en Alemania. Debido al éxito entre la población civil, el médico Otto Ranke, miembro 

de la Academia de Medicina Militar, realizó un estudio entre 90 estudiantes universitarios a los que se 

les suministró la droga. El informe que emitió en 1939 fue demoledor…

En la mayoría de las personas la sustancia aumenta la confianza en 

sí mismo, la concentración y la voluntad de asumir riesgos, mientras 

que al mismo tiempo se reduce la sensibilidad al dolor, el hambre y la 

sed, así como la necesidad de dormir. […] El Pervitin puede ayudar a 

Alemania a ganar la guerra.

Además, este tipo de ayuda química era ideal para la táctica militar que Hitler planteó al comienzo de 

la guerra: la llamada guerra relámpago, que implicaba un bombardeo masivo de la aviación y la artillería 

terrestre seguido de un rápido ataque de la infantería y los blindados para romper las líneas enemigas. 

Lógicamente, esta táctica dependía de la rapidez de maniobra de las fuerzas terrestres y de mantener 

la intensidad de la lucha el tiempo necesario. El Pervitin se encargaba de proporcionar el plus de 

resistencia e intensidad necesarios. El problema es que lo que inicialmente era un simple estimulante, 

se convirtió en una necesidad para los soldados y, además, los oficiales comenzaron a distribuirlo sin 

ningún control. Solamente durante el período comprendido entre abril y julio de 1940 se distribuyeron 

más de 35 millones de comprimidos. Debido a los problemas físicos y psíquicos que comenzaron a 

aparecer por casos de sobredosis, en 1941 se prohibió su distribución sin control y sólo los médicos 

militares podían distribuirla. En la práctica, esta prohibición fue relativa.

En el transcurso de la llamada Operación Barbarroja, en la que Alemania invadió la Unión Soviética, 

el éxito inicial de la "guerra relámpago" se vio truncado con la llegada del invierno y el contraataque 

del Ejército Rojo. En medio de la refriega y ya en retirada, una compañía alemana quedó aislada del 

grueso del ejército a merced de las inclemencias del tiempo y acosados por unidades del Ejército Rojo. 

Ante aquella situación desesperada, un miembro de la compañía anotó en su diario…

Más y más soldados caían agotados en la nieve. […] Los oficiales 

decidieron darles Pervitin. Después de media hora, los hombres se 

levantaron diciendo que sentían mejor y comenzaron a marchar 

ordenadamente con el ánimo recuperado.

Lógicamente, no fue sólo el ejército alemán el que utilizó este tipo de ayuda química. De hecho, 

muchos pilotos de las Fuerzas Aéreas británicas tomaban metedrina, otra metanfetamina, para 

mantenerse despiertos y alerta en vuelos nocturnos o prolongados. Los medios británicos 

llegaron a publicar…

La metedrina ha ganado la batalla de Inglaterra.

Y para terminar con los estimulantes y las adicciones durante la Segunda Guerra Mundial, el helado. 

Sí, sí, adicción al helado, porque, al igual que el chocolate, según una investigación publicada en la 

revista científica Plos One: "los estudios de neuroimagen han revelado similitudes biológicas en las 

pautas de disfunciones relacionadas con la recompensa entre adictos a determinadas comidas, como 

el helado, e individuos dependientes de sustancias estupefacientes". ¿Y quiénes son los que toman 

más helados? Pues los neozelandeses y los estadounidenses, los protagonistas de esta historia.

Las fuerzas de la Marina de Guerra de los Estados Unidos que combatían en el Pacífico Sur se 

enfrentaban a tres problemas principales: los soldados japoneses, la baja moral de las tropas y 

un clima caluroso. Tratando de dar solución al segundo y tercero de estos problemas, el Servicio 

de Inteligencia del ejército hizo una lista de posibles remedios y el helado estaba entre ellos: 

toneladas y toneladas de helados para los soldados. Eran conscientes de la importancia de esta 

deliciosa crema llena de calorías. No en vano, los médicos militares prescribían frecuentemente 

helado a los soldados para recuperarse de la fatiga. En distintas conferencias médicas, psiquiatras 

de la Marina explicaban a sus colegas que los soldados conmocionados —que parecían 

«hombres viejos» y se comportaban como «animales salvajes aterrorizados»— necesitaban duchas, 

descanso, aire fresco, luz del sol y comida saludable, especialmente helados. Además, los informes 

de comedores militares revelaban que, a menudo, el helado era lo único que podían comer los pilotos 

que volvían con graves mareos de sus misiones, reportándoles gran alivio. Así, en 1943, se llegaron 

a embarcar 61.000 toneladas de helado deshidratado que fueron distribuidas en las bases militares. 

Un soldado que siguiese las instrucciones y diluyera correctamente el polvo, podía obtener un pasable 

helado de vainilla. En 1945, el Secretario de la Marina de los Estados Unidos, James Forrestal, confiaba 

en el poder reconstituyente de los helados y en su importancia para la moral de sus tropas, y se lo 

tomó muy en serio:

En mi opinión, el helado ha sido el más descuidado de todos los 

factores morales.

Así que, dio «máxima prioridad» a la distribución de helados. A pesar del racionamiento impuesto 

en Estados Unidos de azúcar, leche y otros ingredientes, Forrestal se las arregló para convencer 

a la Comisión Nacional de Presupuestos y obtuvo una partida de un millón de dólares. Y gracias 

a ese presupuesto se construyó el barco militar más inusual de la Segunda Guerra Mundial. Se le

conoció como el "Ice Cream Barge«. Era una barcaza remolcada destinada exclusivamente a la 

fabricación de helado —¡300 litros a la hora!—, la cual estaba dotada de grandes congeladores 

a bordo para su distribución por todas las bases del Pacífico Sur. El «Ice Cream Barge«, además 

de ser la primera heladería flotante y ambulante del mundo, sin duda hizo las delicias de muchos 

de aquellos soldados y probablemente les supuso un cierto apoyo moral mientras combatían en 

aquellos campos de batalla tan alejados de su hogar.

Fuente: ¡Fuego a discreción! 


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