«Las luchas de toros son un regocijo en medio de un ambiente festivo y de exquisito respeto entre los asistentes y por la tradición»
Había costumbre por aquí, de entrar los ganados al prado boyal en la mañana del día ocho de mayo de cada año. Era costumbre seguida en multitud de pueblos y que aún hoy se practica en algunos lugares con independencia de las fechas elegidas.
El ganado entraba para aprovechar los pastos de primavera y salía entrado el verano. En el norte suelen permanecer, los animales, hasta avanzado el otoño o el invierno.
Aquí, en mi zona, cada vecino tenía asignado un número de reses, y ese número se iba transmitiendo de padres a hijos y se podía enajenar.
Confluían en esos prados las distintas especies ganaderas rumiantes, ovejas, cabras y vacas, así como los equinos. Cada especie aprovechaba el pasto en función de su apetencia y del tamaño del mismo, permitiendo un buen apurado y su renovación.
Los ganaderos desbrozaban el campo eliminando zarzas y matorrales. Reparaban las paredes y cercas. Limpiaban fuentes y manantiales para que el agua fluyera limpia y de forma permanente.
Con el tiempo y la aparición de la normativa sanitaria, dejaron de mezclarse las reses de distintos ganaderos, pues un positivo de tuberculosis suponía la inmovilización de todo el ganado del término municipal. También ocurría algo más mundano pero de gran importancia económica, el cruce al azar de los animales.
En el prado entraban por igual machos y hembras de las distintas especies, y al coincidir allí, se producían luchas entre los sexos por separado a fin de establecer la jerarquía.
Los machos compiten entre sí para imponer el dominio de uno de ellos sobre el resto, y es éste, el dominante, el vencedor, quien cubre a las hembras.
Y como las cubriciones eran al azar, por capricho, se daba el caso de que un toro de una raza concreta cubría a hembras de diferentes razas, malogrando la selección de cría por raza.
En algunos pueblos se adquirían sementales por parte del municipio o de agrupaciones o hermandades de ganaderos a fin de mejorar la cabaña del término.
Quienes trabajamos con animales estamos acostumbrados a ver las peleas que se producen continuamente entre ellos, sobre todo entre los carneros.
El día ocho, en la mañana, los ganados iban entrando en el prado ante la atenta mirada de las gentes de la población, que esperaban ansiosas el inicio de las luchas entre los sementales.
Los ejemplares se retaban según se iban divisando. No siempre se producía la lucha, pues el débil, conocedor de sus pocas posibilidades, se mostraba sumiso, pero otras, cuando se encontraban dos sementales poderosos, podía llegar a ser tremenda.
Pocas veces se producían heridas o lesiones de importancia, pues el perdedor solía darse a la fuga.
Los combates más llamativos y emocionantes eran los que llevaban a cabo los toros.
Aún queda hoy en día, en algunos puntos del territorio nacional, la tradición o costumbre de enfrentar en combate a los carneros o moruecos. Ejemplo de ello lo tenemos en el Ahari-talka en Navarra o Ahari-topeka en Vizcaya.
También sobre estas tradiciones han echado la vista encima los grupos animalistas, e intentan por todos los medios su prohibición y desaparición.Malhadas, freguesia de Miranda do Douro, el XXXI Concurso Nacional de la raza bovina Mirandesa, raza autóctona lusa de gran belleza y afamada carne ( Posta Mirandesa ).
Hace unos días, se celebró en la localidad portuguesa deEsta raza, de capa variable desde el rubio al castaño claro, presenta un claro dimorfismo sexual, variando el peso entre los quinientos kilos en las hembras, a los mil kilos en los machos.
Su explotación varía desde el semiextensivo de las pequeñas explotaciones familiares que realizan aprovechamientos silvopastoriles y de excedentes hortícolas, al puro extensivo de las explotaciones más grandes.
La fortaleza de la raza permitió en otros tiempos su uso como animales de tiro.
Acudió a Malhadas para presenciar los distintos enjuiciamientos un buen número de ganaderos, casi todos ellos portando en sus manos varas de fresno, lisas o torneadas.
Tras el concurso se celebraron las tradicionales Lutas de Toros, Luchas de Toros, en un recinto preparado para la ocasión sobre un terreno a las afueras de la localidad y para regocijo de los allí presentes en medio de un ambiente festivo y de exquisito respeto entre los asistentes y por la tradición.
Fueron diez las luchas celebradas, pero sólo la mitad tuvieron éxito, pues en el resto no se llegó al enfrentamiento entre los ejemplares para desesperación y desilusión de sus propietarios y cuidadores.
Los toros bravos, de lidia, tienen un peso de entre quinientos a seiscientos kilos, estos toros pasan de los mil.
Es comprensible que para alguien ajeno a estas costumbres y a estos oficios, estos espectáculos y eventos no resulten de interés e incluso puedan suponer rechazo, pero precisamente por no conocerlos deberían respetar la importancia que tienen para quienes los vivimos como parte indispensable de nuestra forma de ser y de vida.
Siento verdadera envidia al observar el cariño que aquellos espectadores mostraron ante una tradición ancestral que perdura gracias al esfuerzo y entusiasmo de un puñado de personas empeñadas en conservar una raza que hoy en día es minoritaria al no poder competir con las razas comerciales modernas.
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