Apellido. De apellidar. 1. m. Nombre de familia con que se distinguen las personas; p. ej., Fernández, Guzmán. El apellido, tal como lo conocemos, ha estado en uso desde 2580 a.C. en China, donde parece que se transmitió a través de la madre. En Europa habrá que esperar a la república romana para encontrar vestigios de algo similar. En Roma los poquísimos habitantes que podían llamarse ciudadanos –aquí te contamos cuáles eran sus privilegios– utilizaban la llamada tria nomina, formada por tres elementos. El prænomen era el nombre propio que se le asignaba después de nacer y era con el que se le hacía referencia a esa persona en el ámbito familiar. El nomen permitía identificar la gens o familia extensa del individuo y era el único apelativo asignado a las mujeres, a quienes se les llamaba solo con lo que definiríamos como apellido: Claudia, Livia. El apellido, la atribución más particular, se asignaba en función de una característica física o una experiencia de vida. A estos tres elementos se podría añadir el agnomen, que tenía un carácter honorífico y solía indicar importantes hechos de armas. Por ejemplo, uno de los generales más famosos de la historia de Roma, que de niño había recibido el prænomen Publio, perteneciente a la gens cornelia, llegó a ser general (Escipión, o el que lleva el bastón de mando) y derrotó a Aníbal en Zama. Por ello, se convirtió en Publio Cornelio Escipión el Africano. Sin embargo, a partir del siglo V d.C. el apellido, el nomen romano, cayó en desuso, y no reapareció hasta cuatro siglos después como una prerrogativa noble. Sin embargo, con el estallido demográfico de los siglos X y XI, continuar identificando a las personas solo por su nombre ya no era suficiente. Fue entonces cuando una segunda denominación comenzó a acompañar al nombre, que podía hacer referencia al lugar de origen de la persona, a una característica física, a una profesión o al nombre del cabeza de familia. Este fue el precursor del apellido moderno, que en este momento todavía era mucho más parecido a un apodo. Fue con el Concilio de Trento (1564) cuando se hizo obligatorio para las parroquias elaborar listas de bautizados que incluían su nombre y apellido. En realidad, las familias aristocráticas del continente habían transmitido el apellido durante unos tres siglos. Así, apellidos imponentes como los Medici, los Borgia, los Gonzaga o los Sforza ya llenaban el panorama político europeo. Las clases menos acomodadas tuvieron que adaptarse a la necesidad histórica, adoptando un apellido aunque no pudieran ostentar ningún título nobiliario. El apelativo se convirtió entonces en motivo de orgullo –tanto como para defender su reputación a punta de espada– como en motivo de desgracia. No hay más que pensar en cuántos, hasta principios del siglo XIX, fueron bautizados con el apellido Expósito cuando nadie sabía de quién eran niños: muchos, demasiados niños todavía estaban abandonados en orfanatos. Estos son solo dos de los ejemplos que testimonian cómo la historia del apellido –y de quienes lo transmitieron– está íntimamente ligada a la historia de los pueblos. ---- ESPECIAL 25 ANIVERSARIO NATIONAL GEOGRAPHIC ESPAÑA Albert Subirà colecciona ejemplares de National Geographic que encuentra en mercados de segunda mano viajando por todo el mundo y los cuida como si fueran su objeto más preciado. Según él, atesoran un conocimiento ejemplar. Es suscriptor desde 1997. Nos cuenta su historia de amor con la revista en este breve documental que hemos realizado con motivo del 25 aniversario de National Geographic España. Albert Subirà, suscriptor de National Geographic España desde 1997. ---- Si te ha gustado esta newsletter, seguro que también te interesarán los siguientes reportajes: |
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