En el suelo del bosque habita una sociedad fantástica, seres vivos con formas extravagantes propios de cualquier cinta de Tim Burton. Viven en bulliciosos hogares hechos de detritos leñosos, se pasean bajo doseles naturales, se levantan para aparearse, corretean, saltan y reptan. Son miles de millones de criaturas, una red bestial tan poblada que es inconmensurable. Para hacernos una idea: un solo gramo de suelo de bosque llega a contener un millón de hongos, mil millones de bacterias, un millar de nemotodos y cientos de miles de protozoos. Todo el ecosistema se vendría abajo si un día desaparecieran estos guardianes de la vida en el planeta. Y a pesar de ello, reconozcámoslo, estas bellas formas vivas no levantan admiración entre los humanos ni se valora como se merece tan prodigioso tesoro. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque nadie ve a simple vista este submundo con sus propios ojos, y su invisibilidad aparente lo convierte en insignificante. Por ello, para hacer justicia, el fotógrafo Oliver Meckes y la bióloga Nicole Otawa han documentado este mundo microscópico en su proyecto Eye of Science, del que nos hacemos eco en el último número de National Geographic España. Armados con un microscopio electrónico de barrido (SEM) capaz de captar los más pequeños detalles con electrones, y no con luz, han ampliado hasta 2.400 veces algunos gramos de suelo de la Selva Negra y han obtenido con este ejercicio un alucinante paisaje. Gracias a ellos -y entre otros reportajes interesantes, como cada mes- tenemos casi una veintena de páginas de magia pura, un viaje entre la ficción y la realidad en el que vemos hongos que parecen la corona de una princesa mitológica, amebas que adornarían el vestuario de un Rey pescador o gastroticos que se asemejan a la melena azul de un ángel malvado. Página de apertura del reportaje Invisibles de la revista National Geographic España de septiembre de 2022. El 90% de los seres vivos no pueden verse a simple vista. Aunque la primera lente de aumento para observar lo invisible data del 3000 aC y se encontró en Nínive, Mesopotamia, no fue hasta 1590 que el mundo vivió una verdadera revolución al ser presentado, por parte de Zacarias Jansen, el primer microscopio con un juego de lentes. Desde el primer momento se reconoció el valor clave de este artilugio para revolucionar la investigación científica. Mirado en perspectiva y con estos 432 años de evolución, el motivo y modus operandi de los microscopios no ha cambiado. Su aplicación es siempre la misma: observar lo que no podemos ver a ojo desnudo. Sin embargo, lo que sí ha vivido una ingente transformación es la tecnología y la capacidad para descubrir mundos nuevos que han sido decisivos en el avance científico de la humanidad. Prácticamente, hoy lo podemos ver todo -si aún apetece, aquí el coronavirus. Te animamos a observar lo "infinitamente inmenso" en este reportaje de nuestra web que recoge los mejores vídeos microscópicos del mundo: déjate fascinar con la microfauna que vive en el interior del intestino de una termita, descubre cómo se desarrolla un tumor y una metástasis o cómo da a luz una pulga de agua. Recordarás, seguro, el día que te acercaste a un microscopio por primera vez para observar… ¿un piojo? ¿una gota de agua? ¿una gota de sangre?… y conociste, extasiado, la vida más allá de tus ojos. Si te ha gustado esta newsletter, te interesarán los siguientes reportajes: |
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