La Carolina, en
cuanto a
política,
mucho
debían
aprender de
Carlos III, aquel
monarca
que le dio
nombre a la villa»
En 1749, durante el reinado de Fernando VI (1713-1759),
hijo de Felipe V (1683-1746) primer monarca de la Casa de Borbón
en España, existieron numerosos proyectos para la colonización de
las tierras de Sierra Morena, una zona abandonada y desértica desde
hacía siglos que se había convertido en refugio de bandoleros y
maleantes.
La colonización de Nueva Escocia a partir de 1707 por parte de los
británicos en tierras americanas, despertó interés para plantear estas
colonizaciones en España.
Comenzaron a desarrollarse diferentes proyectos en
colaboración con representantes españoles en La Haya como
el Marqués del Puerto que tomó contacto con las Compañías
contratistas e intermediarios que organizarían los viajes, el
reclutamiento de los colonos y el estudio de las tierras donde se
asentarían. Durante este período se presentaron varios proyectos
insistiendo en la conveniencia de poblar esta zona
argumentando los beneficios que ello traería para la Corona y
para los propios colonos que buscaban una vida mejor.
De todos estos proyectos el ministro de origen genovés
Jerónimo Grimaldi (1720-1786) daba detallada información
al monarca acerca de cómo se desarrollaban las negociaciones,
cómo se realizaría el viaje para los colonos, las poblaciones
donde se ubicarían, los gastos del viaje y las condiciones en las
que comenzarían a trabajar, proporcionándoles instrumentos y
herramientas necesarias para construir habitaciones donde
vivir e iglesias y la necesidad de un párroco, un médico,
un boticario y un cirujano en cada localidad.
A pesar de todo ello, el rey Fernando VI consideraba que al ser un
proyecto de envergadura no podía llevarse a cabo precipitadamente
por lo que no dio su aprobación, bien porque no quería embarcarse en
empresas muy costosas, bien por evitar problemas internacionales.
Sin embargo, ya se habían sentado las bases de lo que más adelante
se convertiría en realidad. La creación de las Nuevas Poblaciones en
Sierra Morena.
A la muerte del rey Fernando, su hermano Carlos III,
Carlo VII o Carlo de Borbone como es conocido en Italia, ha de
abandonar el trono de las Dos Sicilias tras veinticinco años de
reinado para ocupar el trono español.
Hombre de ideas claras en cuanto a política, con un alto
sentido del deber y siendo para él prioritario favorecer al pueblo
y procurar su bienestar, el asunto de la colonización de Sierra
Morena le interesó e insistió en la elaboración de proyectos más
exhaustivos para finalmente poder ejecutarlos.
En los primeros intentos de llevar a cabo la empresa,
se plantearon algunas dificultades con la llegada de los primeros
colonos, el plan no contaba con la aprobación de algunos eclesiásticos
y se comenzó una campaña contra los recién llegados ya que algunos
eran desertores, no sabían nada de agricultura, estaban enfermos o
tenían una edad avanzada, sin embargo, la fe en los planes proyectados
y la insistencia por parte de los ministros, propició que en 1767
comenzara ya a ser realidad este proyecto de colonización que
formaba parte de la Reforma Agraria que plantea el gobierno de
Carlos III, siendo Pedro Rodríguez de Campomanes (1723-1802),
Miguel de Múquiz (1719-1785) y el Conde de Aranda (1719-1798)
sus mayores defensores. Uno de los proyectos de mayor relevancia
en la historia de España.
Se elige a Pablo de Olavide (1725-1803) para dirigir la empresa.
Nacido en Perú donde vivió hasta que terminó su formación, viaja al
viejo continente relacionándose con la aristocracia y la alta burguesía
europea. Gracias a su astucia, su formación y a ser buen conocedor de
los asuntos políticos, consiguió establecer excelentes contactos con los
más allegados a la corte española por lo que pronto fue un personaje
solicitado para ocupar cargos de responsabilidad, como la Intendencia
de Sevilla y más tarde la Superintendencia de las Nuevas Poblaciones
de Andalucía.
El Rey toma cartas en el asunto ya que su reputación está en juego.
Con los estudios precisos de las tierras y de las condiciones económicas,
sociales y administrativas se constituye el Fuero de Las Nuevas
Poblaciones de Sierra Morena, firmando el Rey una real cédula en 1767,
lo que permitió al fin que pudiera ser realidad un proyecto que resultaría
provechoso para todos.
Se establecieron así tres grandes zonas con ciudades principales
como cabezas de partido, La Carolina (Jaén), La Carlota (Córdoba) y La
Luisiana (Sevilla), cuyos términos municipales englobarían varios pueblos
a su vez. Los colonos debían ser católicos y vivirían bajo las leyes españolas
integrándose totalmente en la sociedad. El reclutamiento lo llevó a cabo el
alemán Johann Kaspar Thuürieguel (1722-1800) trayendo a la zona más
de seis mil colonos procedentes sobre todo de Alemania y Flandes, aunque
también llegaron algunos de Cataluña y Valencia. Aún hoy en día podemos
ver habitantes de esta zona con rasgos físicos característicos de esta zona
de Europa del norte y también perduran algunos apellidos con este origen.
Los principales propósitos de este plan urbanístico, social, económico
y administrativo estaban claros, por un lado, crear una sociedad nueva con
una población próspera que generara riqueza cultivando nuevas tierras y
por otro lado, que fuera un camino seguro para comunicar el Sur con
Madrid, decisivo para el tráfico de mercancías procedentes de América.
Situada en la comarca norte de la provincia de Jaén, La Carolina
se fundó en 1767 con colonos europeos, estando finalizado el proyecto
urbanístico en 1770. Asumió la capitalidad de Las Nuevas Poblaciones
y constituyó la quinta circunscripción andaluza junto a Sevilla, Córdoba,
Jaén y Granada. Con un fuero especial para sus habitantes, fuero que sería
derogado posteriormente en varias ocasiones, con José I Bonaparte
(1810-1811), con las Cortes de Cádiz (1813-1814) y durante el
Trienio Liberal (1820-1823). Definitivamente en 1835 se suprimió
definitivamente.
El lugar elegido fue un antiguo convento de carmelitas, que hoy
en día no se conserva, en un lugar llamado La Peñuela, donde en dos
ocasiones pasó varias jornadas San Juan de la Cruz. Según el diseño
de Simón Desnaux (1724-¿?) que ya había trabajado en el Reino de
Valencia y gozaba de gran prestigio. Para su trazado urbanístico se
utilizó el esquema de un campamento romano en el que hay dos ejes
de norte a sur y de este a oeste que se cruzan perpendicularmente,
siendo el punto central donde se sitúa el centro de la ciudad, en este
caso la Plaza del Ayuntamiento. Se divide en cuadrículas con avenidas
rectas y amplias.
La ciudad experimentó un auge importante en el último tercio del
siglo XVIII alcanzando su plenitud en el primer del siglo XX con la
creación de fábricas de loza, seda o sombreros así como la actividad
agrícola con el cultivo del olivo. Se produjo un resurgimiento de la
industria minera con la extracción de plomo, algo que supuso prosperidad
para toda la comarca. Junto a Linares, el distrito La Carolina-Linares llegó
a ser el mayor productor de plomo argentífero (que contiene plata) del
mundo, esta circunstancia hizo posible un destacado crecimiento
demográfico que en tan solo veinticinco años aumentó su población
en más del doble.
Un lugar privilegiado, “…una ciudad con un elegante urbanismo,
limpieza, orden y rectitud …” en palabras de viajeros como el escritor
francés Jean Charles Davillier (1823-1883) que dejó sus impresiones
en el libro Viaje por España, viaje que hizo acompañado por Gustave
Doré (1832-1883) encargándose éste último de las ilustraciones sobre
escenas tradicionales de diferentes lugares de España y personajes
populares como El Quijote.
La Carolina sufrió las importantes cargas económicas de las consecuencias
de la guerra contra los franceses a lo que hay que unir los problemas que ya
aparecían para la extracción en profundidad del plomo. En 1835 las Nuevas
Poblaciones, tras la abolición del Fuero, entraron a formar parte de otras
jurisdicciones, en el caso de La Carolina, de Jaén.
Durante los años sesenta del siglo XX se vivió una época de esplendor
después de años de difícil recuperación tras las décadas de posguerra.
La Carolina experimentó un auge económico importante gracias a la
reindustrialización, el turismo y el comercio que trajo consigo riqueza
y bienestar para todos, lo que a su vez propició un aumento demográfico;
este período continuaría hasta ya entrado el siglo XXI.
Hoy en día, es triste contemplar cuando se pasea por las calles de
algunos pueblos y ciudades en España, ver negocios cerrados, que se
arrendan o están abandonados; lugares donde no llega el tren en pleno
siglo XXI y donde sus habitantes deben trabajar en otros lugares pero
no quieren renunciar a sus propias raíces, por lo que crean riqueza en
otro lugar y el apego a su tierra les hace no abandonarla del todo.
Es responsabilidad de los gobernantes, cuya una de sus principales
características ha de ser la conciencia de servicio publico, trabajar para
incentivar la actividad en las comarcas estudiando sus posibilidades, lo
que traería consigo empleo y prosperidad, crear industria, favorecer el
comercio local, establecer relaciones con el exterior, crear museos,
embellecer las ciudades, facilitar las comunicaciones. No estaría mal
apostar por ello y trabajar con insistencia en recuperar lo perdido teniendo
en cuenta los cambios que se han producido con los años y adaptándose
a ellos. Se hizo un proyecto de repoblación en el siglo XVIII, sería posible
hacer ahora un proyecto de recuperación.
En este bonito pueblo, La Carolina, en cuanto a política, mucho
debían aprender de aquel monarca que le dio nombre a la villa, que apostó
por esta ciudad, una ciudad nueva, ordenada y llena de posibilidades.
Hay mucho por hacer, se necesita el impulso y el deseo, como bien quería
Carlos III, de favorecer al pueblo y satisfacer sus necesidades.
No perdamos la esperanza.
En 1749, durante el reinado de Fernando VI (1713-1759),
hijo de Felipe V (1683-1746) primer monarca de la Casa de Borbón
en España, existieron numerosos proyectos para la colonización de
las tierras de Sierra Morena, una zona abandonada y desértica desde
hacía siglos que se había convertido en refugio de bandoleros y
maleantes.
La colonización de Nueva Escocia a partir de 1707 por parte de los
británicos en tierras americanas, despertó interés para plantear estas
colonizaciones en España.
Comenzaron a desarrollarse diferentes proyectos en
colaboración con representantes españoles en La Haya como
el Marqués del Puerto que tomó contacto con las Compañías
contratistas e intermediarios que organizarían los viajes, el
reclutamiento de los colonos y el estudio de las tierras donde se
asentarían. Durante este período se presentaron varios proyectos
insistiendo en la conveniencia de poblar esta zona
argumentando los beneficios que ello traería para la Corona y
para los propios colonos que buscaban una vida mejor.
De todos estos proyectos el ministro de origen genovés
Jerónimo Grimaldi (1720-1786) daba detallada información
al monarca acerca de cómo se desarrollaban las negociaciones,
cómo se realizaría el viaje para los colonos, las poblaciones
donde se ubicarían, los gastos del viaje y las condiciones en las
que comenzarían a trabajar, proporcionándoles instrumentos y
herramientas necesarias para construir habitaciones donde
vivir e iglesias y la necesidad de un párroco, un médico,
un boticario y un cirujano en cada localidad.
A pesar de todo ello, el rey Fernando VI consideraba que al ser un
proyecto de envergadura no podía llevarse a cabo precipitadamente
por lo que no dio su aprobación, bien porque no quería embarcarse en
empresas muy costosas, bien por evitar problemas internacionales.
Sin embargo, ya se habían sentado las bases de lo que más adelante
se convertiría en realidad. La creación de las Nuevas Poblaciones en
Sierra Morena.
A la muerte del rey Fernando, su hermano Carlos III,
Carlo VII o Carlo de Borbone como es conocido en Italia, ha de
abandonar el trono de las Dos Sicilias tras veinticinco años de
reinado para ocupar el trono español.
Hombre de ideas claras en cuanto a política, con un alto
sentido del deber y siendo para él prioritario favorecer al pueblo
y procurar su bienestar, el asunto de la colonización de Sierra
Morena le interesó e insistió en la elaboración de proyectos más
exhaustivos para finalmente poder ejecutarlos.
En los primeros intentos de llevar a cabo la empresa,
se plantearon algunas dificultades con la llegada de los primeros
colonos, el plan no contaba con la aprobación de algunos eclesiásticos
y se comenzó una campaña contra los recién llegados ya que algunos
eran desertores, no sabían nada de agricultura, estaban enfermos o
tenían una edad avanzada, sin embargo, la fe en los planes proyectados
y la insistencia por parte de los ministros, propició que en 1767
comenzara ya a ser realidad este proyecto de colonización que
formaba parte de la Reforma Agraria que plantea el gobierno de
Carlos III, siendo Pedro Rodríguez de Campomanes (1723-1802),
Miguel de Múquiz (1719-1785) y el Conde de Aranda (1719-1798)
sus mayores defensores. Uno de los proyectos de mayor relevancia
en la historia de España.
Se elige a Pablo de Olavide (1725-1803) para dirigir la empresa.
Nacido en Perú donde vivió hasta que terminó su formación, viaja al
viejo continente relacionándose con la aristocracia y la alta burguesía
europea. Gracias a su astucia, su formación y a ser buen conocedor de
los asuntos políticos, consiguió establecer excelentes contactos con los
más allegados a la corte española por lo que pronto fue un personaje
solicitado para ocupar cargos de responsabilidad, como la Intendencia
de Sevilla y más tarde la Superintendencia de las Nuevas Poblaciones
de Andalucía.
El Rey toma cartas en el asunto ya que su reputación está en juego.
Con los estudios precisos de las tierras y de las condiciones económicas,
sociales y administrativas se constituye el Fuero de Las Nuevas
Poblaciones de Sierra Morena, firmando el Rey una real cédula en 1767,
lo que permitió al fin que pudiera ser realidad un proyecto que resultaría
provechoso para todos.
Se establecieron así tres grandes zonas con ciudades principales
como cabezas de partido, La Carolina (Jaén), La Carlota (Córdoba) y La
Luisiana (Sevilla), cuyos términos municipales englobarían varios pueblos
a su vez. Los colonos debían ser católicos y vivirían bajo las leyes españolas
integrándose totalmente en la sociedad. El reclutamiento lo llevó a cabo el
alemán Johann Kaspar Thuürieguel (1722-1800) trayendo a la zona más
de seis mil colonos procedentes sobre todo de Alemania y Flandes, aunque
también llegaron algunos de Cataluña y Valencia. Aún hoy en día podemos
ver habitantes de esta zona con rasgos físicos característicos de esta zona
de Europa del norte y también perduran algunos apellidos con este origen.
Los principales propósitos de este plan urbanístico, social, económico
y administrativo estaban claros, por un lado, crear una sociedad nueva con
una población próspera que generara riqueza cultivando nuevas tierras y
por otro lado, que fuera un camino seguro para comunicar el Sur con
Madrid, decisivo para el tráfico de mercancías procedentes de América.
Situada en la comarca norte de la provincia de Jaén, La Carolina
se fundó en 1767 con colonos europeos, estando finalizado el proyecto
urbanístico en 1770. Asumió la capitalidad de Las Nuevas Poblaciones
y constituyó la quinta circunscripción andaluza junto a Sevilla, Córdoba,
Jaén y Granada. Con un fuero especial para sus habitantes, fuero que sería
derogado posteriormente en varias ocasiones, con José I Bonaparte
(1810-1811), con las Cortes de Cádiz (1813-1814) y durante el
Trienio Liberal (1820-1823). Definitivamente en 1835 se suprimió
definitivamente.
El lugar elegido fue un antiguo convento de carmelitas, que hoy
en día no se conserva, en un lugar llamado La Peñuela, donde en dos
ocasiones pasó varias jornadas San Juan de la Cruz. Según el diseño
de Simón Desnaux (1724-¿?) que ya había trabajado en el Reino de
Valencia y gozaba de gran prestigio. Para su trazado urbanístico se
utilizó el esquema de un campamento romano en el que hay dos ejes
de norte a sur y de este a oeste que se cruzan perpendicularmente,
siendo el punto central donde se sitúa el centro de la ciudad, en este
caso la Plaza del Ayuntamiento. Se divide en cuadrículas con avenidas
rectas y amplias.
La ciudad experimentó un auge importante en el último tercio del
siglo XVIII alcanzando su plenitud en el primer del siglo XX con la
creación de fábricas de loza, seda o sombreros así como la actividad
agrícola con el cultivo del olivo. Se produjo un resurgimiento de la
industria minera con la extracción de plomo, algo que supuso prosperidad
para toda la comarca. Junto a Linares, el distrito La Carolina-Linares llegó
a ser el mayor productor de plomo argentífero (que contiene plata) del
mundo, esta circunstancia hizo posible un destacado crecimiento
demográfico que en tan solo veinticinco años aumentó su población
en más del doble.
Un lugar privilegiado, “…una ciudad con un elegante urbanismo,
limpieza, orden y rectitud …” en palabras de viajeros como el escritor
francés Jean Charles Davillier (1823-1883) que dejó sus impresiones
en el libro Viaje por España, viaje que hizo acompañado por Gustave
Doré (1832-1883) encargándose éste último de las ilustraciones sobre
escenas tradicionales de diferentes lugares de España y personajes
populares como El Quijote.
La Carolina sufrió las importantes cargas económicas de las consecuencias
de la guerra contra los franceses a lo que hay que unir los problemas que ya
aparecían para la extracción en profundidad del plomo. En 1835 las Nuevas
Poblaciones, tras la abolición del Fuero, entraron a formar parte de otras
jurisdicciones, en el caso de La Carolina, de Jaén.
Durante los años sesenta del siglo XX se vivió una época de esplendor
después de años de difícil recuperación tras las décadas de posguerra.
La Carolina experimentó un auge económico importante gracias a la
reindustrialización, el turismo y el comercio que trajo consigo riqueza
y bienestar para todos, lo que a su vez propició un aumento demográfico;
este período continuaría hasta ya entrado el siglo XXI.
Hoy en día, es triste contemplar cuando se pasea por las calles de
algunos pueblos y ciudades en España, ver negocios cerrados, que se
arrendan o están abandonados; lugares donde no llega el tren en pleno
siglo XXI y donde sus habitantes deben trabajar en otros lugares pero
no quieren renunciar a sus propias raíces, por lo que crean riqueza en
otro lugar y el apego a su tierra les hace no abandonarla del todo.
Es responsabilidad de los gobernantes, cuya una de sus principales
características ha de ser la conciencia de servicio publico, trabajar para
incentivar la actividad en las comarcas estudiando sus posibilidades, lo
que traería consigo empleo y prosperidad, crear industria, favorecer el
comercio local, establecer relaciones con el exterior, crear museos,
embellecer las ciudades, facilitar las comunicaciones. No estaría mal
apostar por ello y trabajar con insistencia en recuperar lo perdido teniendo
en cuenta los cambios que se han producido con los años y adaptándose
a ellos. Se hizo un proyecto de repoblación en el siglo XVIII, sería posible
hacer ahora un proyecto de recuperación.
En este bonito pueblo, La Carolina, en cuanto a política, mucho
debían aprender de aquel monarca que le dio nombre a la villa, que apostó
por esta ciudad, una ciudad nueva, ordenada y llena de posibilidades.
Hay mucho por hacer, se necesita el impulso y el deseo, como bien quería
Carlos III, de favorecer al pueblo y satisfacer sus necesidades.
No perdamos la esperanza.
«En este bonito pueblo, La Carolina, en cuanto a política, mucho debían aprender de Carlos III, aquel monarca que le dio nombre a la villa»
En 1749, durante el reinado de Fernando VI (1713-1759), hijo de Felipe V (1683-1746) primer monarca de la Casa de Borbón en España, existieron numerosos proyectos para la colonización de las tierras de Sierra Morena, una zona abandonada y desértica desde hacía siglos que se había convertido en refugio de bandoleros y maleantes. La colonización de Nueva Escocia a partir de 1707 por parte de los británicos en tierras americanas, despertó interés para plantear estas colonizaciones en España.
Comenzaron a desarrollarse diferentes proyectos en colaboración con representantes españoles en La Haya como el Marqués del Puerto que tomó contacto con las Compañías contratistas e intermediarios que organizarían los viajes, el reclutamiento de los colonos y el estudio de las tierras donde se asentarían. Durante este período se presentaron varios proyectos insistiendo en la conveniencia de poblar esta zona argumentando los beneficios que ello traería para la Corona y para los propios colonos que buscaban una vida mejor.
De todos estos proyectos el ministro de origen genovés Jerónimo Grimaldi (1720-1786) daba detallada información al monarca acerca de cómo se desarrollaban las negociaciones, cómo se realizaría el viaje para los colonos, las poblaciones donde se ubicarían, los gastos del viaje y las condiciones en las que comenzarían a trabajar, proporcionándoles instrumentos y herramientas necesarias para construir habitaciones donde vivir e iglesias y la necesidad de un párroco, un médico, un boticario y un cirujano en cada localidad.
A pesar de todo ello, el rey Fernando VI consideraba que al ser un proyecto de envergadura no podía llevarse a cabo precipitadamente por lo que no dio su aprobación, bien porque no quería embarcarse en empresas muy costosas, bien por evitar problemas internacionales. Sin embargo, ya se habían sentado las bases de lo que más adelante se convertiría en realidad. La creación de las Nuevas Poblaciones en Sierra Morena.
A la muerte del rey Fernando, su hermano Carlos III, Carlo VII o Carlo de Borbone como es conocido en Italia, ha de abandonar el trono de las Dos Sicilias tras veinticinco años de reinado para ocupar el trono español.
Hombre de ideas claras en cuanto a política, con un alto sentido del deber y siendo para él prioritario favorecer al pueblo y procurar su bienestar, el asunto de la colonización de Sierra Morena le interesó e insistió en la elaboración de proyectos más exhaustivos para finalmente poder ejecutarlos.
En los primeros intentos de llevar a cabo la empresa, se plantearon algunas dificultades con la llegada de los primeros colonos, el plan no contaba con la aprobación de algunos eclesiásticos y se comenzó una campaña contra los recién llegados ya que algunos eran desertores, no sabían nada de agricultura, estaban enfermos o tenían una edad avanzada, sin embargo, la fe en los planes proyectados y la insistencia por parte de los ministros, propició que en 1767 comenzara ya a ser realidad este proyecto de colonización que formaba parte de la Reforma Agraria que plantea el gobierno de Carlos III, siendo Pedro Rodríguez de Campomanes (1723-1802), Miguel de Múquiz (1719-1785) y el Conde de Aranda (1719-1798) sus mayores defensores. Uno de los proyectos de mayor relevancia en la historia de España.
Se elige a Pablo de Olavide (1725-1803) para dirigir la empresa. Nacido en Perú donde vivió hasta que terminó su formación, viaja al viejo continente relacionándose con la aristocracia y la alta burguesía europea. Gracias a su astucia, su formación y a ser buen conocedor de los asuntos políticos, consiguió establecer excelentes contactos con los más allegados a la corte española por lo que pronto fue un personaje solicitado para ocupar cargos de responsabilidad, como la Intendencia de Sevilla y más tarde la Superintendencia de las Nuevas Poblaciones de Andalucía.
El Rey toma cartas en el asunto ya que su reputación está en juego. Con los estudios precisos de las tierras y de las condiciones económicas, sociales y administrativas se constituye el Fuero de Las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, firmando el Rey una real cédula en 1767, lo que permitió al fin que pudiera ser realidad un proyecto que resultaría provechoso para todos.
Se establecieron así tres grandes zonas con ciudades principales como cabezas de partido, La Carolina (Jaén), La Carlota (Córdoba) y La Luisiana (Sevilla), cuyos términos municipales englobarían varios pueblos a su vez. Los colonos debían ser católicos y vivirían bajo las leyes españolas integrándose totalmente en la sociedad. El reclutamiento lo llevó a cabo el alemán Johann Kaspar Thuürieguel (1722-1800) trayendo a la zona más de seis mil colonos procedentes sobre todo de Alemania y Flandes, aunque también llegaron algunos de Cataluña y Valencia. Aún hoy en día podemos ver habitantes de esta zona con rasgos físicos característicos de esta zona de Europa del norte y también perduran algunos apellidos con este origen.
Los principales propósitos de este plan urbanístico, social, económico y administrativo estaban claros, por un lado, crear una sociedad nueva con una población próspera que generara riqueza cultivando nuevas tierras y por otro lado, que fuera un camino seguro para comunicar el Sur con Madrid, decisivo para el tráfico de mercancías procedentes de América.
Situada en la comarca norte de la provincia de Jaén, La Carolina se fundó en 1767 con colonos europeos, estando finalizado el proyecto urbanístico en 1770. Asumió la capitalidad de Las Nuevas Poblaciones y constituyó la quinta circunscripción andaluza junto a Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada. Con un fuero especial para sus habitantes, fuero que sería derogado posteriormente en varias ocasiones, con José I Bonaparte (1810-1811), con las Cortes de Cádiz (1813-1814) y durante el Trienio Liberal (1820-1823). Definitivamente en 1835 se suprimió definitivamente.
El lugar elegido fue un antiguo convento de carmelitas, que hoy en día no se conserva, en un lugar llamado La Peñuela, donde en dos ocasiones pasó varias jornadas San Juan de la Cruz. Según el diseño de Simón Desnaux (1724-¿?) que ya había trabajado en el Reino de Valencia y gozaba de gran prestigio. Para su trazado urbanístico se utilizó el esquema de un campamento romano en el que hay dos ejes de norte a sur y de este a oeste que se cruzan perpendicularmente, siendo el punto central donde se sitúa el centro de la ciudad, en este caso la Plaza del Ayuntamiento. Se divide en cuadrículas con avenidas rectas y amplias.
La ciudad experimentó un auge importante en el último tercio del siglo XVIII alcanzando su plenitud en el primer del siglo XX con la creación de fábricas de loza, seda o sombreros así como la actividad agrícola con el cultivo del olivo. Se produjo un resurgimiento de la industria minera con la extracción de plomo, algo que supuso prosperidad para toda la comarca. Junto a Linares, el distrito La Carolina-Linares llegó a ser el mayor productor de plomo argentífero (que contiene plata) del mundo, esta circunstancia hizo posible un destacado crecimiento demográfico que en tan solo veinticinco años aumentó su población en más del doble.
Un lugar privilegiado, “…una ciudad con un elegante urbanismo, limpieza, orden y rectitud …” en palabras de viajeros como el escritor francés Jean Charles Davillier (1823-1883) que dejó sus impresiones en el libro Viaje por España, viaje que hizo acompañado por Gustave Doré (1832-1883) encargándose éste último de las ilustraciones sobre escenas tradicionales de diferentes lugares de España y personajes populares como El Quijote.
La Carolina sufrió las importantes cargas económicas de las consecuencias de la guerra contra los franceses a lo que hay que unir los problemas que ya aparecían para la extracción en profundidad del plomo. En 1835 las Nuevas Poblaciones, tras la abolición del Fuero, entraron a formar parte de otras jurisdicciones, en el caso de La Carolina, de Jaén.
Durante los años sesenta del siglo XX se vivió una época de esplendor después de años de difícil recuperación tras las décadas de posguerra. La Carolina experimentó un auge económico importante gracias a la reindustrialización, el turismo y el comercio que trajo consigo riqueza y bienestar para todos, lo que a su vez propició un aumento demográfico; este período continuaría hasta ya entrado el siglo XXI.
Hoy en día, es triste contemplar cuando se pasea por las calles de algunos pueblos y ciudades en España, ver negocios cerrados, que se arrendan o están abandonados; lugares donde no llega el tren en pleno siglo XXI y donde sus habitantes deben trabajar en otros lugares pero no quieren renunciar a sus propias raíces, por lo que crean riqueza en otro lugar y el apego a su tierra les hace no abandonarla del todo.
Es responsabilidad de los gobernantes, cuya una de sus principales características ha de ser la conciencia de servicio publico, trabajar para incentivar la actividad en las comarcas estudiando sus posibilidades, lo que traería consigo empleo y prosperidad, crear industria, favorecer el comercio local, establecer relaciones con el exterior, crear museos, embellecer las ciudades, facilitar las comunicaciones. No estaría mal apostar por ello y trabajar con insistencia en recuperar lo perdido teniendo en cuenta los cambios que se han producido con los años y adaptándose a ellos. Se hizo un proyecto de repoblación en el siglo XVIII, sería posible hacer ahora un proyecto de recuperación.
En este bonito pueblo, La Carolina, en cuanto a política, mucho debían aprender de aquel monarca que le dio nombre a la villa, que apostó por esta ciudad, una ciudad nueva, ordenada y llena de posibilidades. Hay mucho por hacer, se necesita el impulso y el deseo, como bien quería Carlos III, de favorecer al pueblo y satisfacer sus necesidades. No perdamos la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario