domingo, 26 de febrero de 2023

'EL TALISMÁN, UNA ZARZUELA INÉDITA DE BÉCQUER'. VISOR-LIBROS.


Albert Ferrer Flamarich
2 de agosto de 2014

UNA ZARZUELA DE BÉCQUER

Por Albert Ferrer Flamarich

El talismán, una zarzuela inédita de Bécquer. Varios Autores. Visor-Libros. Madrid,

2014 (164 págs.) ISBN: 978-84-9895-693-1

   Tras la ingente labor de centros, estudiosos y tesinas en los últimos cinco

lustros, la historiografía musical española sigue necesitada de obras de referencia

que sienten las bases de la investigación, bastante apurada ella por culpa del anémico

aprecio que le manifiestan las autoridades políticas y la escasa atención que le otorgan

algunas de las académicas, mucho más obligadas éstas a fomentarla.

Para ser un país moderno como pretendemos, debemos contar con obras generalistas

que agrupen los datos de nuestra historia musical y estudios específicos pero también

obras que se atrevan con temas de ámbito internacional, como han hecho con mayor

o menor tino otros países colindantes y algunas instituciones.

   He aquí un ejemplo ilusionante de lo primero: El talismánuna zarzuela inédita

de Bécquer. Se trata de una edición crítica del libreto y parte de la partitura de la

zarzuela en la que intervino el literato Gustavo Adolfo Bécquer. Recuérdese que

fueron numerosos los escritores que produjeron libretos de zarzuela: desde Calderón

a Larra pasando por Feijoo, Zorrilla, García Gutiérrez o Benavente, de igual manera

que muchos de los libretistas del siglo de oro de la zarzuela poseyeron notables

conocimientos literarios. Junto a su amigo y colaborador habitual Luis García Luna

(1834-1867), Bécquer adaptó al teatro la obra de Víctor Hugo Nuestra Señora de París,

la rebautizó como Esmeralda y luego acabó reconvertida en la zarzuela, El Talismán.

Ésta es la historia según el escritor y periodista Julio Nombela y Tabares (1836-1919),

amigo de los autores del texto. El libreto, inédito hasta el año pasado, ha sido

recientemente editado por Visor incluyendo algunos números de la partitura de

Joaquín Espín y Guillén (1812-1882).

   Gracias a la coordinación de Víctor Infantes y a la investigación de Jesús

Rubio Jiménez y Amy Liakopoulos se ofrece una aproximación

pretendidamente caleidoscópica sobre la obra y sus circunstancias.

Se reúnen seis capítulos en los que se exponen las características de los

manuscritos (Víctor Infantes); se ofrece un peritaje caligráfico (Juan José

Jiménez Praderas); mientras que Miguel Ángel Lama expone la relación

literaria del libreto con otras obras contemporáneas de Bécquer –especialmente

de las Rimas-. El cuarto capítulo corresponde al estudio crítico de Jesús Rubio

Jiménez donde aclara que la obra La esmeralda citada por Nombela y la zarzuela

El Talismán son obras de cauces distintos a pesar de elementos comunes. Insiste

(página 48) en que la relación establecida por Nombela es errónea y que se trata

de obras distintas que lo único que tienen en común es el ambiente parisino y el

esfuerzo de sus mismos padres españoles. De su sustancioso estudio cabe citar

también la influencia de la ópera Zampa de Hérold, dato revelador y poco

previsible que señala la resonancia musical en la generación intelectual de

aquella época, mucho más presente de lo que la historiografía literaria, musical y

cultural, en general, asume a menudo. El mismo Rubio Jiménez se ha encargado

de la edición crítica del libreto (páginas 55-88) pertinentemente explicada de esta

obra inconclusa gestada entre 1859 y 1860.

   El último capítulo corresponde al estudio musicológico y la edición de cuatro

de los números musicales a cargo de Amy Liakopoulos. No se olvide que la

partitura original de El talismán, desaparecida durante un siglo y medio,

estaba en poder de un librero hasta que se lo compró Manuel Márquez de la Plata

(autor del prólogo), que dio su palabra de honor de no revelar el nombre del

vendedor y fue quien lo puso a disposición de los citados Infantes y Lama.

Toda una historia apasionante, cuanto menos curiosa, de la que cabe apuntar

que no se trata de una copia "en limpio", es decir, estructurada y rematada,

sino un borrador con sus pertinentes correcciones, tachaduras y enmiendas.

Ello, como es sabido, conlleva complejos problemas de interpretación y análisis.

   Como expone la musicóloga Liakopoulos y apreciará el lector instruido,

se trata de una partitura que juega con la repetición temática y de breves diseños,

escasas modulaciones, melodismo sencillo y unas tesituras no excesivamente

comprometidas aunque con puntuales alteraciones y algunos ascensos al agudo

como, por ejemplo, el de la soprano principal (La Duquesa) que llega ocasionalmente

al Si natural y al Do sobreagudo y al Mi en el barítono (Barón).

No obstante, quizá por un lapsus, se debe señalar la conflictiva atribución de los

roles femeninos. En la página 91 Liakopoulos indica que los personajes de la

Duquesa y Genoveva comparten tesitura distanciada en una tercera en casos

como en el Cuarteto (Numero 3). Por este motivo considera que La Duquesa es

soprano y Genoveva, mezzosoprano. Al consultar dicho Cuarteto, páginas

125 a 142, el personaje femenino que canta es Genoveva, no la Duquesa.

Además, en la página 160, en el Quinteto y coro, el personaje de Genoveva

tiene escrito dos Do y un Re sobreagudos en un pasaje de tresillos de corcheras

(Núm. 4 Cc.  99). Algo similar sucede en los compases 106 y 107 (pág. 161).

En la página 99 insiste Liakopoulos que Genoveva (supuesta mezzosoprano)

realiza una variación temática en los compases 47 y 48 del referido Quinteto-coro.

La sorpresa viene cuando se consulta el referido pasaje (pág. 152) y quien canta

es la Duquesa y no Genoveva. Por otro lado, la atribución de las etiquetas de

soprano y mezzosoprano siempre ha sido confusa y en este caso ambos roles

bien pudieran ser cantados por dos sopranos según lo conservado.

Todo ello me empuja a creer que hay un error en las atribuciones de la partitura:

es decir, en la reproducción de tres de los cuatro números seleccionados e

impresos donde pone Duquesa debería aparecer Genoveva y viceversa.

Queda al margen el Número 1, dueto entre la Duquesa y el Barón, que sí es

una página cantada por quienes indica.

   Por otro lado, hay que lamentar la ausencia de información sobre los datos

curriculares de los distintos autores. Las empresas culturales suelen acogerse

a la pretensión de modestia para defender proyectos editoriales en los que el autor

figura tan sólo en los títulos de crédito, como si únicamente interesase conocer

el responsable de la obra cuando se tratase de una figura mediática. Y no es así.

El conocimiento de la autoría es siempre garantía de trabajo bien hecho porque

atribuye responsabilidad a quien la tiene. Por ello es muy importante presentar

a los autores y dar cuenta de sus conocimientos sobre la materia. Con mayor razón,

si en el prólogo no se resuelve la duda sobre la validez de quienes firman cada texto.

Una validez que, en este caso, queda confirmada por el trato académico y estructurado

de los datos y por el aparato documental reflejado en las abundantes notas al pie

de página que demuestran solvencia en la investigación y capacidad de síntesis en la

exposición.

   Sin duda ésta es una valiosa aportación que ayuda al conocimiento de la zarzuela

en general y de Bécquer y Espín y Guillén en particular. Al margen de las

puntualizaciones críticas referidas, con esta monografía los estudiosos españoles y

extranjeros estamos de enhorabuena porque contamos con datos, descubrimientos

e hipótesis y eso es algo que todo buen historiador necesita para no errar en

su trabajo de interpretación. La edición es esmeradísima y elegante: cubiertas con

solapas, papel satinado, tipología de letra nítida y legible, inclusión de imágenes

e ilustraciones del manuscrito y excelente reproducción de la partitura.

Todo ello configura un producto de calidad infrecuente en sellos medianos y pequeños

y, especialmente, en lides musicales como ésta. Libros así son un goce y un orgullo.

¡Bienvenido!

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