«El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males». Leonard Cohen
«La historia de Eros y Psique constituye uno de los más bellos relatos de amor de la mitología clásica»
La imagen del dios Cupido, Eros para los griegos, ha sido numerosas veces representada en el curso de la historia del arte. La encontramos ya en un fresco del siglo I d. C procedente de la ciudad de Pompeya conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles en el que aparece el joven Cupido persiguiendo a un conejo entre la hierba, Cupido e il coniglio. La copia de una escultura griega de Lisipo del siglo IV a. C también se expone en Los Museos Capitolinos de Roma y nos muestra a Eros intentando dar forma al arco, elemento que siempre lo representa.
Los romanos, herederos de la cultura helena, reprodujeron la historia mitológica de los griegos cambiando el nombres de los dioses y adaptando muchas de las historias por ellos narradas. En el caso del dios Eros le dieron el nombre de Cupido, hijo de Venus, diosa del amor y la belleza y de Marte, dios de la guerra. La labor de Cupido era ayudar a su madre a propagar el amor a los humanos para lo que disponía de un arco con el que lanzaba flechas con puntas doradas que enviaban amor y otras con puntas de plomo que provocaban rechazo.
El cristianismo obvió el politeísmo de la civilización clásica y fue en el Renacimiento cuando los artistas recuperaron el tema mitológico tanto en literatura como en arte. En cuanto a pintura y escultura esta figura mitológica ha inspirado a numerosos artistas de todas las épocas representando diversos episodios de la tradición y resaltando aspectos diferentes sobre él.
La iconografía lo representa normalmente como un niño con alas que nos recuerda a un ángel, con arco y flechas y en actitudes muy diversas como en La Venus del Espejo de Diego Velázquez (1599-1660) a los pies de la figura femenina o al calor de una pequeña fogata junto a Venus en una obra de Pedro Pablo Rubens (1577-1640), Venus y Cupido se calientan.
William Adolphe Bouguereau (1825-1905) lo representa niño, adolescente y joven en diversos pasajes y con gran ternura lo que ha llevado a reproducir sus obras incluso con fines publicitarios.
En el caso de Michelangelo Merisi Caravaggio (1571-1610), en su obra Cupido victorioso (1610), la imagen del joven dios aparece con objetos rotos y desperdigados en la parte inferior del cuadro, el rostro de Cupido tiene una actitud desafiante, el amor lo vence todo, AMOR VINCIT OMNIA.
Sandro Boticelli (1445-1510) en su obra La Primavera, que es una hermosa alegoría al amor, también representa a Cupido, apuntando hacia una de las figuras de Las tres Gracias. En este caso aparece con los ojos vendados y sobre esto hay diversas interpretaciones, por un lado significaría que el amor verdadero no es aquel que se ve con los ojos del cuerpo, sino que se siente con el alma, otra de las versiones sería la imposibilidad de algunos de entender el verdadero amor de Dios y otra interpretación muy utilizada aún en la que se afirma que el amor es ciego, en el sentido que es un sentimiento que desborda, que impide actuar con racionalidad y puede llevar a atormentar ya que a veces no permite ver con claridad.
Otra de las representaciones de Cupido, la encontramos en la obra de Rafael de Sanzio (1483-1520) en la magnífica Villa Farnesina en Roma donde el pintor de Urbino nos muestra El triunfo de Galatea. La joven, a quien amaba el cíclope Polifemo, estaba enamorada de un pastor al que el celoso y muy enfurecido rival mató con una gran piedra. En la obra aparecen varias figuras de Cupido lanzando sus flechas a criaturas marinas que rodean a Galatea mientras ella mira con serenidad a la figura de otra figura de Cupido en la parte izquierda de la composición que sostiene sus flechas sin lanzarlas, Es el triunfo del amor platónico y puro que no ha sucumbido al deseo sexual de Polifemo.
Como curiosidad, en 2021 se realizó en Dresde (Alemania) una magnífica restauración de un cuadro del pintor holandés Vermeer titulado Muchacha leyendo una carta frente a la ventana. Los trabajos dejan al descubierto la figura de Cupido que se escondía en la pared frontal de la composición. Su existencia ya se conocía por unas pruebas radiológicas a las que se sometió el cuadro a finales de la década de los setenta. Tras el excepcional y minucioso trabajo la obra recobra unas maravillosas tonalidades y también puede llegar a tener un significado distinto del que tenía antes del hallazgo, pues además de haber sido borrado, Cupido aparece con máscaras a sus pies, por tanto la joven puede ser la protagonista de un amor prohibido, o no. La imagen rescatada fue en su origen pintada por el maestro holandés y afortunadamente se ha podido recuperar.
Habría muchas obras sobre las que se podría hablar de las historias de Eros o Cupido, de artistas más o menos reconocidos, por citar a algunos más, Piero della Francesca, Goya, Bronzino, Parminigiano, Guido Reni o Falconet, sin embargo la obra del escultor italiano Antonio Canova (1757-1822) Psique reanimada por el beso del amor, también conocida como El Beso o Eros y Psique bien merece mención. En ella se representa el final del mito amoroso que protagonizan el dios griego y la hermosa princesa según la narración que hace Lucio Apuleyo en la obra El Asno de Oro (124 d.C – circa 180). Canova los presenta con una serenidad y dulzura extraordinarias.
La historia de Eros y Psique constituye uno de los más bellos relatos de amor de la mitología clásica. La princesa Psique, la menor de tres hermanas, poseía una belleza indescriptible. Era tan bella que la propia diosa Afrodita, madre de Eros, sintió unos terribles celos por lo que ordenó a Eros enviarle una flecha de amor al hombre menos agraciado y más ruin que existiera para que se enamorara de la joven, A Psique su belleza tan solo le había traído problemas ya que los hombres nunca querían comprometerse con ella y continuamente la idolatraban. Sus padres, preocupados, consultaron al Oráculo de Apolo que les contestó que Psique se casaría con un ser monstruoso en lo más alto de una montaña. Psique aceptó su destino y allí fue abandonada.
Eros, al ver la belleza de la joven decidió no cumplir el mandato de su madre y la llevó a un precioso paraje junto a un bosque donde había un lujoso palacio, voces en su entorno le susurraban que aquel bello lugar le pertenecía y sería donde se encontraría con su compañero.
Por la noche un joven se acercó a ella pero sin descubrir su rostro. La vida en palacio aburría a la bella Psique e insistía en ver a sus hermanas. Ante su insistencia, Eros envió a buscarlas aunque no estaba de acuerdo pues sabía que le revelarían a Psique su identidad y su historia de amor finalizaría, y así fue. Las celosas hermanas, guiadas por la envidia y con mentiras idearon un plan tras advertir a su hermana sobre el “monstruoso” marido con el que convivía y la animaron a acabar con él.
Psique embaucada por sus hermanas y guiada por una gran curiosidad, esperó a que llegara la noche cuando él dormía, cogió un cuchillo con la idea de matarlo y una lámpara que le permitiera ver su rostro. Al acercarse y contemplarlo, quedó completamente sorprendida, ante su asombro, una gota caliente cayó de la lámpara sobre el cuerpo de Eros y lo despertó, éste, decepcionado por la traición y enfurecido se fue y la abandonó.
A partir de entonces Psique, desesperada, sufre por su comportamiento con Eros y acude al Templo de Afrodita buscando ayuda, pero la diosa deseosa de venganza le encarga duras tareas hasta el punto de enviarla a los infiernos donde le ordena traerle en un cofre un poco de su belleza. Al regresar, Psique lo abre, deseosa de ser aún más bella para sorprender a su amado Eros e inmediatamente cae en un profundo sueño del que no habría de despertarse jamás.
Eros acude a Zeus para que la ayude a recuperar a su amada y así fue como el padre de los dioses se conmovió ante el joven y dictaminó que con un beso Psique abandonaría el sueño estigio y se uniría para siempre a su amado Eros.
Antonio Canova (1757-1822) tras una primera época en la que sigue cierto barroquismo veneciano, se inspira en los modelos clásicos que conoce gracias a sus numerosos viajes por Italia y a la influencia y guía de Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) para realizar bellísimas esculturas de tema mitológico. Será el mejor exponente de la escultura neoclásica en Europa.
Canova representa el momento en el que Eros despierta a Psique de su sueño tras besarla La escultura presenta cuatro ejes cruzados que forman los cuerpos de las figuras y las alas de Eros. Destaca la sensualidad del cuerpo femenino y la delicadeza con la que Psique con sus brazos alzados deposita sus manos sobre la cabeza de Eros y como éste rodea su cuerpo tapando sus senos.
Realizada en mármol blanco, la textura conseguida es excepcional, algo que se aprecia en las plumas de las alas, de una extraordinaria belleza. Canova consigue con una técnica perfecta un conjunto lleno de armonía y equilibrio y a la vez transmite ternura haciéndonos partícipes de un amor sublime.
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