“Después de tres cambios de gobierno, como en la famosa novela de Giuseppe Tomás di Lampedusa, todo sigue igual sobre la verdad del 11-M”
Pasó un año más y, como viene siendo mi costumbre anual, dejo mi recuerdo en homenaje a las víctimas inocentes de la mayor masacre terrorista perpetrada en España. Desde que empecé a compartir mis desahogos escritos allá por 2008, primero en mi perfil de Facebook y después en medios digitales, creo que lo menos que puedo hacer es mantener viva la llama de la duda que permanece desde entonces sobre el cerebro del atentado. 192 víctimas portales y casi 2.000 heridos y mutilados, que no han podido sacar de sus cabezas aquellos trágicos momentos y de preguntarse por el “por qué”, merecen nuestro permanente recuerdo y petición de Justicia, con mayúscula en este caso, aunque sus altas instancias no la merezcan en muchos casos.
Y un año más, repito, el décimo octavo, y después de tres cambios de gobierno, el primero producto directamente del efecto de la tragedia en el voto de los españoles, como en la famosa novela de Giuseppe Tomás di Lampedusa, todo sigue igual. Recordemos que en su única obra, El Gatopardo, este autor italiano nos dejó su famosa frase “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Y efectivamente, todo cambió a mucho peor, por acción de unos y omisión de otros, y todo sigue igual respecto al conocimiento de la verdad del horrible crimen, para la que “los españoles no están preparados”, según el juez instructor del caso, el malagueño Javier Gómez Bermúdez. Ese que iba a poner a los responsables “caminito de Jerez”, ciudad cercana a la prisión de El Puerto de Santa María. Primero, creo que José Mª Aznar no tuvo el acierto –¿valor?– de retrasar las elecciones convocadas para tres días después del atentado. ¿No reparó en que la naturaleza de los españoles, demasiado susceptibles al dolor, sobre todo si son “bien” dirigidos mediáticamente, como ocurrió, podría estar influenciada por la tragedia? Por supuesto, el gran beneficiado –seguimos sin saber si directa o indirectamente–, José Luis Rodríguez Zapatero, no iba a impulsar una investigación que, quién sabe, podía ponerlo, a él o a su partido, en una situación cuando menos incómoda. Siete años después, Mariano Rajoy tampoco pareció tener mucho interés en reabrir la investigación de unos hechos que lo dejaron con la miel del Palacio de la Moncloa en los labios y con la hiel de una amarga derrota, que las encuestas descartaban tres días antes, y que se fue a “digerir” a Méjico. No sabemos con qué acompañó esa “digestión”, en algunos momentos, en compañía –se dijo– de Carlos Slim y Felipe González, pero no debió ser muy “digestivo”. Por último, el clon del que reabrió los odios entre españoles, Pedro Sánchez, al que superó con creces, como era presumible, que ni llegaba ni se le esperaba para esa tarea. Sus fines eran los de completar la obra destructiva de su antecesor socialista, llevarnos al frente popular al que nos ha abocado y mantenerse el mayor tiempo posible en el poder, a costa de lo que fuera.
Continuando con el aniversario y como he repetido muchas veces: “Sigo pensando que todo parecía estar muy bien orquestado para la manipulación que PSOE y medios afines, junto al entonces juez Baltasar Garzón -que ‘pasaba por allí’ sin estar de guardia-“. Mantengo mi pregunta: “qui prodest?” -¿a quién benefició?-. Sin duda, los beneficiados directos, “sin que ello suponga acusación directa alguna”, fueron el PSOE y José Luis Rodríguez que, como decía antes, ganó las elecciones de 2004, tres días después del atentado, cuando nadie apostaba por ello –salvo (si es cierto, lo que se dijo entonces) José (“Pepiño”) Blanco, al que se le atribuyó haber dicho, al parecer la misma tarde del 11M, “Hemos ganado las elecciones”–. Después se benefició ETA, favorecida para “impulsar” su particular “proceso de paz” –que rompió en 2006 en la T 4–, retomado desde la rendición del gobierno al que hoy apoya y “los vecinos del Norte y del Sur –‘incómodos’ con los Gobiernos de Aznar”. Complementando lo anterior, repito que “Sigo sin encontrar respuesta a por qué, el principal afectado, el PP, no quiso llegar hasta el final de la investigación en su etapa de Gobierno, 2011-18, y por qué, una persona preparada y experta en política como Rajoy, no investigó todo. Sólo me queda pensar, ¿qué teme o qué debe -y a quién-?”
Termino con mi párrafo final que desgraciadamente no pierde vigencia: “me despido otra vez con mi desesperanzado y triste “hasta el año próximo. D. E. P. las víctimas inocentes y todo mi apoyo y respaldo a sus, no menos inocentes, familias”. Y, como siempre, reclamando MEMORIA, DIGNIDAD y JUSTICIA, por respeto a los 192 muertos, a los más de 1.500 heridos y mutilados -muchos con traumas psicológicos incurables-, a sus familias y a los millones de españoles que lo condenamos y seguimos queriendo saber TODA LA VERDAD, CAIGA QUIEN CAIGA. Como resumen, que a ver si el próximo gobierno recoge el guante –por optimismo que no quede–, “Los diferentes gobiernos, por acción o por omisión, pactada o cobarde, siguen en deuda con todos nosotros y, mientras tanto, seguiremos pidiendo reabrir el juicio”.
Y hablando de víctimas, aunque salgan de este contexto, reitero mis condolencias a las familias de esos miles de fallecidos POR o, mucho más probable, CON síntomas de COVID-19 –que en buena parte oculta el gobierno–. También hay muchas dudas de que una causa principal de ese desenlace no haya sido la pésima gestión de la crisis sanitaria por parte de un desgobierno que no supo actuar con diligencia ni tomar las medidas necesarias para minimizar, en lo posible, las consecuencias de algo desconocido, imprevisible y, también, con un origen nada claro. Descansen en Paz igualmente y esperemos que, cuanto antes, se puedan depurar responsabilidades y prevalezca el imperio de la Ley con mayúscula. Una tarea urgente para el próximo gobierno –si llega–, ya que después de haber “vencido al virus” y “doblegado la curva”, “salvado a 450.000 españoles”, “salimos más fuertes” y culpar al conflicto de Ucrania de la subida galopante del IPC y otras falacias, poco podemos esperar del mayor mentiroso compulsivo que hayamos conocido al frente de un gobierno de España. Al menos durante esta “pseudodemocracia representativa”, que antepone los intereses de los partidos y, muchas veces, de sus representantes.
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