jueves, 3 de marzo de 2022

Los grandes negocios de la Humanidad. Por Amando de Miguel.


Los grandes negocios de la Humanidad.

“A lo largo de la historia de la civilización europea, se han detectado algunas ilustraciones de los negocios, verdaderamente, pingües”

El gran negocio mundial es, hoy, el de las vacunas contra el maldito virus, originariamente, chino. Ahora, se reviste de cambiantes nacionalidades.

Los grandes negocios de carácter global (como, ahora, se dice) se derivan de estas dos condiciones: (a) La escasez o concentración de la oferta, esto es, pocos y localizados productores (oligopolio). (b) Una extraordinaria demanda, siempre, insatisfecha.

A lo largo de la historia de la civilización europea, se han detectado algunas ilustraciones de los negocios, verdaderamente, pingües. A finales de la Edad Media, se apreció al máximo el consumo de especias (canela, pimienta, clavo, jengibre, nuez moscada, etc.). Solo, se producían en las islas del Extremo Oriente (Ceilán, Java, Borneo, etc.), por lo que su precio se elevó de forma extraordinaria. El transporte se hacía por tierra, a través, de la “ruta de la seda” hasta llegar a Constantinopla. Ahí, entraba el transporte marítimo, dominado por los venecianos y genoveses. Un tráfico tan riesgoso aseguró inmensas fortunas.

Se ha dicho que la avidez del consumo de especias se debió a que se necesitaban para aliñar los guisos con carne, no siempre, en buenas condiciones. Tal historia es, más bien, una leyenda. La razón de la desmesurada demanda europea de especias se basó en el símbolo de distinción que suponían para una aristocracia enriquecida, a la que se sumó la ascendente burguesía. Como es natural, a finales del siglo XV, el próspero comercio de las especias moderó los precios a partir de las expediciones marítimas de los portugueses.

El proceso de las especias se replicó con el comercio del oro y la plata, procedentes del Imperio español en América, durante los siglos XVI y XVII. En ese caso, la mayor parte del beneficio se lo llevaron los banqueros italianos, alemanes, flamencos y holandeses con conexiones judías. Los metales preciosos sirvieron, sobre todo, para pagar las inmensas deudas de los Reyes españoles.

En el siglo XIX, se advierte un nuevo floreciente negocio. Es la cadena del carbón, el hierro y los ferrocarriles. Supuso el fundamento del Imperio británico y la llamada “revolución industrial”.

Sin embargo, ninguna de las ilustraciones comentadas supuso una ganancia tan colosal como ha constituido, en los días que corren, el mercado de las vacunas contra el virus chino. Es claro que la oferta eficaz se produce, solo, en dos o tres países, fundamentalmente, los Estados Unidos de América. La demanda es, por primera vez en la historia, verdaderamente, global. La extensión de la pandemia obliga a ello. Todos los habitantes de la Tierra deben ser vacunados.

Hace un año, se nos dijo que, conseguido el 70% de la población vacunada en un país, se alcanzaría la “inmunidad de rebaño” (o mejor, gregaria). En la práctica, significaría la detención de los contagios y, ya, no habría necesidad de más vacunas. Pero, la realidad es que tal fenómeno no se ha producido en ningún país. El hecho es que las vacunas caducan al año de ponerlas y, mientras tanto, surgen continuas mutaciones del virus. Se habla, entonces, de “dosis de refuerzo” y, últimamente, de nuevas fórmulas para contener a los virus mutados. Es decir, por el lado de la oferta, se afianza el práctico monopolio de unos pocos laboratorios. Por el costado de la demanda, esta no es solo universal, sino continua. Nunca en la historia se ha dado una combinación tan favorable para los grandes negocios.

La mejor prueba del razonamiento anterior es que, avisados de la última mutación del virus (el ómicron), los laboratorios anticipan que, ya, están preparando las renovadas vacunas. La pandemia pasa a ser endemia y el negocio se hace fabuloso.

 © Amando de Miguel

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