Hace poco, escuché decir en un conversación entre amigos que a menudo el ser humano ha necesitado el acicate, la presión, el malestar o la necesidad que generan los conflictos bélicos para crear grandes inventos. Y es cierto. Así ha ocurrido -y solo por mencionar algunos- con las latas de conservas durante las campañas napoleónicas, las transfusiones de sangre en la Guerra Civil española, el 'super glue' en la Segunda Guerra Mundial, internet en la Guerra Fría y muchos otros avances científicos y tecnológicos que se han aplicado al armamento, como es el caso de la energía nuclear, sin ir más lejos. Además, estos traumáticos enfrentamientos han creado situaciones extremas en las que la humanidad ha revelado lo peor y lo mejor de sí misma. Y durante los que no solo se han tenido ideas geniales, sino que también se han exprimido los recursos e inventos ya disponibles. Este fue el caso de uno de los inventos más revolucionarios del siglo XIX, las imágenes fijadas de manera permanente sobre un soporte. Es decir, la fotografía. Actualmente, y queridos de manera muy especial en National Geographic, contamos con un gran número de fotorreporteros en el mundo que con sus imágenes nos acercan a rincones del planeta a los que posiblemente muchos nunca podremos llegar. Desde paisajes remotos, hasta los animales más exóticos, tribus aisladas o conflictos lejanos. Hoy en día, y casi a tiempo real, tenemos al alcance imágenes de un golpe de estado en Birmania, del enésimo atentado en Oriente Medio, del último terremoto en Haití o de las tensiones geopolíticas entre Rusia y Ucrania. Pues bien, eso solo es posible desde hace relativamente poco, y el precedente lo encontramos hacia la mitad del siglo XIX. Entonces, la evolución de las técnicas fotográficas permitió que una de las grandes potencias europeas enviara a la guerra al primer periodista con la intención de documentar de manera gráfica un conflicto bélico. Fue el caso de Roger Fenton en la Guerra de Crimea, que tuvo lugar entre 1853 y 1856. Estaba en juego el equilibrio de poderes en el Viejo Continente, y los imperios británico y francés no estaban dispuestos a tolerar el expasionismo ruso que podía dinamitar dicho equilibrio. El Imperio otomano había librado ya diversas batallas contra los rusos cuando, en septiembre de 1854 recibió el inestimable apoyo de Francia y Gran Bretaña, quienes intervinieron atacando la flota rusa anclada en el estratégico puerto de Sebastopol, en la península de Crimea. La opinión pública británica era muy crítica con la presencia del país en la guerra. El número de bajas era alarmante y el conflicto fue de lo más impopular. Con la intención de cambiar esa visión, el príncipe Alberto propuso a Roger Fenton, fundador de la Photographic Society, trasladarse a Crimea con su cámara para demostrar a los británicos todo lo contrario. Además de la limitación de base con la que trabajó el fotógrafo y según la cual las imágenes que tomó fueron de lo más sesgado muy a su pesar, Fenton pudo comprobar de primera mano las pésimas condiciones en las que sobrevivían y morían los soldados. La mala organización, el clima adverso, las enfermedades, la escasez… Y, aunque no pudo plasmarlo en sus reportajes, no por ello su trabajo dejó de tener una relevancia clave. Era la primera vez que se usaba la imagen para informar de un acontecimiento lejano, se abría todo un mundo de posibilidades, y la corona británica supo verlo antes que nadie. Eran los inicios del fotoperiodismo -también de la manipulación de la imagen que tantos debates acalorados ha suscitado desde entonces-, y detrás de Fenton vinieron muchos más. Entre ellos Matthew Brody y sus -esta vez sí- explícitas imágenes de la Guerra de Secesión americana (1861-1865). Fue así como la Guerra de Crimea dio lugar a una nueva y muy codiciada profesión, la de fotorreportero de guerra. De ahí derivarían muchas otras maneras de sacar provecho a las infinitas posibilidades de la imagen, así como a la cuestión ética sobre su uso. Y a pesar de la lejanía de ese conflicto, es evidente como hoy en día la experiencia de Roger Fenton le puede resultar familiar a muchos fotorreporteros de todo el mundo, que luchan a diario por transmitir la realidad a través de sus imágenes de la forma más fiel posible enfrentando todo tipo de amenazas. Y también es gracias a ellos que hemos podido publicar interesantísimos reportajes como el del último número de National Geographic sobre la situación de impasse en la que se encuentra Sudán, la guerra civil y la crisis humanitaria en la que vive sumida Etiopía o la delicada situación de la población que habita en el africano Parque Nacional del Serengeti. ¡Hasta la semana que viene! |
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