martes, 4 de enero de 2022

Noche de paz en la Primera Guerra Mundial. Josep María Casals.

 

Jueves 23 de diciembre de 2021
Josep Maria Casals
Josep Maria Casals
Director de Historia National Geographic

Noche de paz en la Primera Guerra Mundial

«”¡Feliz Navidad, soldado inglés! ¡Sal, soldado inglés, ven con nosotros!”. Esperamos un rato cautelosamente y ni siquiera contestamos. Los oficiales, que temían una trampa, ordenaron a los hombres que guardaran silencio. Pero arriba y abajo de nuestra línea uno podía oír a nuestros camaradas responder al saludo navideño del enemigo. ¿Cómo podíamos resistirnos a desearnos una Feliz Navidad, a pesar de que al cabo de un momento podríamos estar estrangulándonos? De manera que empezamos a hablar con los alemanes mientras teníamos las manos preparadas sobre los fusiles. Sangre y paz, enemistad y fraternidad: la paradoja más asombrosa de la guerra. La noche dio paso al amanecer, una noche más llevadera por los cánticos de las trincheras alemanas, el son de los flautines y las risas y los villancicos de nuestras propias líneas. No se disparó un solo tiro». 

Así describía un soldado británico, Frederick Heath, los sentimientos contradictorios que envolvieron a los combatientes en las trincheras de Flandes durante las treguas espontáneas de Navidad en diciembre de 1914. No fueron el resultado de un acuerdo general, ni tampoco comunes a todos los combatientes: franceses y belgas, cuyo territorio habían invadido los alemanes, no estaban dispuestos a confraternizar con éstos, lo que sí hicieron los hombres de la Fuerza Expedicionaria Británica. En realidad, las treguas fueron la consecuencia de la situación en el frente occidental. Después de cinco meses de combates, la guerra había cristalizado en líneas de trincheras que podían distar entre 50 y 70 metros de las del enemigo, separadas por una tierra de nadie que hasta entonces la lluvia había convertido en un mar de fango. A esa distancia, era fácil oír las voces y los cánticos de un adversario que también añoraba el calor del hogar y sentía nostalgia de sus familias.

Al parecer, fueron los alemanes quienes empezaron la mayoría de los alto el fuego unos días antes de Navidad. Un soldado del Regimiento de Infantería 133 de Sajonia explicaba: «Colocamos un diminuto árbol de Navidad en nuestro refugio y pusimos un segundo árbol iluminado en el parapeto. Luego comenzamos a cantar nuestras viejas canciones navideñasStille Nacht! Heilige Nacht! (Noche de paz, noche de amor) y O du fröhliche (Oh alegre)». Las velas titilando en los pequeños abetos y los villancicos eran ruidosamente saludados por los soldados británicos. Muchos alemanes que tenían enfrente sabían inglés y habían trabajado en Inglaterra, de ahí la sorpresa de una unidad escocesa cuando oyó al enemigo cantar Home sweet home (Hogar dulce hogar) e incluso God save the king (Dios salve al rey).

Las cartas del teniente sir Edward Hulse, publicadas póstumamente (cayó tres meses después, en la batalla de Neuve Chapelle), constituyen uno de los testimonios más notables de lo que sucedió. Recuerda cómo sus hombres, pertenecientes a un batallón de Guardias Escoceses, empezaron a cantar la canción tradicional escocesa Auld lang syne (Por los viejos tiempos) y cómo «todos, ingleses, escoceses, irlandeses, prusianos, soldados de Wurtemberg, nos unimos» (no hay que olvidar que el ejército alemán estaba formado, en realidad, por cuatro ejércitos: los de los reinos de Prusia, Baviera, Sajonia y Wurtemberg). Gaitas y armónicas aportaron un conmovedor telón de fondo.

Las treguas comenzaban con un acuerdo para enterrar a los muertos que habían permanecido insepultos durante semanas, en tierra de nadie. El teniente Arthur Sidney Pelham-Burn, de los Gordon Highlanders (que caería el mayo siguiente, con sólo 19 años), describió lo que sucedió en La Boutillerie, una pequeña localidad cerca de Lille, al sur de Ypres, cuando, después de dar sepultura a los caídos, el capellán de su regimiento y un estudiante de teología alemán celebraron un servicio conjunto en su memoria

Cumplida aquella honrosa misión, grupos de soldados confraternizaban aquí y allá, en una tierra de nadie donde ya se podía pasear, porque el final de las lluvias y un intenso frío habían congelado el fango. Los soldados se daban la mano, compartían el whisky, la cerveza y el vino que se les había enviado en abundancia con motivo de la Navidad –del mismo modo que habían recibido cientos y cientos de minúsculos abetos–, e intercambiaban regalos: el navideño pudin de ciruelas británico por cerveza alemana, tabaco de uno y otro lado… Estaban bien provistos de objetos para regalar, como las cajas que la princesa María, hija del rey Jorge V, había enviado a cada combatiente británico, con dulces y su foto y un saludo del monarca. O el tabaco turco y las pipas hechas de liviana de espuma de mar con el retrato del príncipe heredero que el káiser había remitido a los soldados, así como cajas de cigarros con la Flammenschwert –una espada flamígera estampada en su tapa– para los oficiales. A estos objetos se sumaban todo tipo de recuerdos: insignias, botones y las hebillas de los uniformes alemanes con la inscripción Gott mit uns («Dios con nosotros») y sus pickelhauben, los cascos rematados por un pincho. Mezclados sin distinción de nacionalidad ni de rango, se fotografiaron en imágenes que causaron sorpresa (y enfado) cuando se publicaron en la prensa.

La tregua terminó, aunque con una coda. Mientras su recuerdo estuvo fresco, los soldados advertían a los del otro bando de cuándo iban a bombardear, y a veces el fuego de los fusiles era demasiado alto. En las páginas de la revista que hoy sale a la venta recordamos la tregua y las Navidades de la Gran Guerra. Por unas horas, las armas callaron y sobre la tierra helada, en el aire frío, se deslizó algo de calidez, algo de humanidad. «Noche de paz, noche de amor»…  La melodía que flotó suavemente en la tierra de nadie y anegó tantos corazones con la añoranza del hogar sigue reconfortándonos cien años después, invitándonos –¿por qué no decirlo, no afirmarlo?– a la bondad. 

Felices fiestas, de todo corazón.

 

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