viernes, 11 de febrero de 2022

La Leyenda Negra. (Parte decimotercera). Los oscuros negocios de los banqueros del norte. Por José Antonio Marín Ayala.


La estatua de Colón es vandalizada y decapitada en varias ciudades norteamericanas

“Inmersos en esta estúpida estampida de neopaletismo no se les ocurre mejor idea que derribar estatuas del que fue el descubridor de su tierra, Cristóbal Colón”

Cuando algún país que orbita en derredor de nuestros prejuicios tiene algún problema interno la Leyenda Negra se erige como el espantajo con que desviar la atención sirviéndose de la desdichada España. Como decíamos en el capítulo anterior, resulta que cuando un puto polizonte, posiblemente descendiente de colonos anglosajones y con claras intenciones racistas y asesinas, se carga a un negro (otro más, y van ya la tira), la respuesta de la chusma, que no es menos inculta que la nuestra, es tomarla contra los españoles. En vez de restregarles en los morros a los padres fundadores americanos no haber tenido las pelotas de hacer lo que hicieron nuestros antepasados, como fue preservar los derechos de los indígenas y el mestizaje con la población, lo que hicieron fue exterminar a destajo a todos los aborígenes y esclavizarlos, y con el tiempo propagar su odioso racismo y proveerse de armas para tirar al blanco y hacer limpia de negros, pues no en vano en aquella tierra yanqui es más fácil adquirir una pistola que una golosina.

Así que inmersos en esta estúpida estampida de neopaletismo no se le ocurre a la estulta peña mejor idea que derribar estatuas del que fue el descubridor de su tierra, Cristóbal Colón; o del fundador de numerosas misiones en California, Junípero Serra; o hasta del propio Miguel de Cervantes, el primer defensor, antes de que llegaran estos desalmados a pisar suelo americano, de la libertad y aun de los derechos de las mujeres. Pero como no hay nadie que odie más al español que un español, pues aquí seguimos el ejemplo yanqui de acoso, derribo y usurpación de la historia hispana por los amancebados que acoge y alimenta el propio Parlamento Español. Y por si fuera poco renegar de nuestra historia, o reescribirla con un interés partidista mediante un insulso estilo rufianesco (un nacionalismo que proyecta una visión totalmente deformada según la cual la historia de España sería la historia de una tiranía; o ese cuento de que Cataluña existió como estado independiente desde el siglo VIII; o que en 1714 España conquistaba Cataluña, etc.), un político mediocre como el Marqués de Galapagar, responsable, por cierto, de las residencias estatales en las que han fallecido un porrón de ancianos por el virus chino de marras, va y en una larga cambiada le carga literalmente el muerto al Rey Emérito; ardid que persigue, por un lado, echar un manto sobre su nefasta gestión residencial y sus turbios asuntos en las cloacas del Estado, y por otro fulminar a la Monarquía Española (que es similar, recordémoslo, a la que tienen actualmente Reino Unido, Bélgica y Holanda) representada por nuestro rey Felipe, último reducto vivo del esplendor que antaño tuvo el Imperio Español. Yendo a su par, su indocumentada ex cónyuge, cuya máxima en la vida es llegar a casa sola y borracha, deja caer en los telediarios (posiblemente también para desviar la atención de su responsabilidad en el fatídico 8-M) que hay que hacer una revisión crítica del pasado y reconocer los errores cometidos (seguramente para pedir perdón por nuestros pecados; bueno, por los de aquellos antepasados nuestros que florecieron hace más de 500 años).

¿Cómo se puede tener tanta jeta, tan poca vergüenza y tanta ignorancia? Si estos estúpidos políticos quieren flagelarse moralmente bien podrían comenzar por pedir perdón a las víctimas de ETA, pues no en vano están coaligados con los herederos de la banda terrorista en este «Desgobierno de España», frankensteiniano en su gestación como muy bien lo definió Rubalcaba, o si lo prefiere, como el «Camarote de los hermanos Marx», como lo hizo el otro Felipe.

¿Vamos a exigir nosotros también una revisión crítica del pasado y el perdón a los que antaño nos invadieron: a los hebreos, italianos, alemanes y musulmanes…? Por cierto, y ahora que estamos en la onda coronavírica, la invasión musulmana fue el fruto de una guerra cainita, una más, nuestra; pero es que, además, al igual que ha sucedido otras tantas veces en la historia del ser humano, los invasores trajeron como presentes algunos virus que en la península no existían, y se sabe ahora que murió por aquella pandemia la mitad de la población hispana.

La escritora británica Karen Armstrong, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2017, y nada afín a lo español que pudiera justificar sus opiniones, dice que el mundo inició su andadura hacia la modernidad gracias a tres hechos históricos fundamentales acaecidos en 1492: el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, la expulsión de los moriscos y la toma de Granada. En palabras del filósofo español Pedro Insua Rodríguez, autor del ensayo «1492. España contra sus fantasmas», en el año «1492 es cuando España desborda el ámbito mediterráneo y cobra significado histórico universal -es el momento del plus ultra- pues hasta entonces era más bien la restauración -si se quiere- de una provincia romana, la Hispania visigótica. Pero a partir de 1492 se da un salto oceánico que resitúa no solo a España, sino al orbe entero. Fijando América se redescubre el orbe, un proyecto que culminará con la circunnavegación de Elcano (…) De este modo, 1492 marca el fin de Al-Ándalus -o, más bien, el fin del reino nazarí y con ello el fin político de la presencia musulmana en España; se mantendrán los moriscos, sin duda, pero ya no conformarán una unidad política propia-, la expulsión de los judíos -de Sefarad-, el surgimiento de la Inquisición, y finalmente, ocupando el capítulo más extenso, la llegada a América».

Y son estos hechos extraordinarios, llevados a cabo por españoles, lo que hizo escocer de rabia hasta las entrañas a las otras potencias europeas del momento. Estos tres hitos desembocarán en el Siglo de las Luces, pero la Historia de la Ciencia no contemplará nunca la importancia que tuvieron estos hechos en su desarrollo, aun cuando desde el mismo momento del descubrimiento de América se plantea el importante dilema de quiénes son aquellos seres de ultramar y esas desconocidas tierras que no aparecen por ningún lado en la Biblia. Es una fuente de curiosidad y de investigación que iniciarán los españoles en suelo americano. Insua apunta a que el descubrimiento de América fue algo inevitable, fruto del interés de España por contactar con los cristianos que habían quedado aislados en Cantón (China) a causa del dominio turco, pues la ruta a Oriente estaba bloqueada por tierra, los piratas musulmanes plagaban el Mediterráneo y la ruta africana estaba también en esos momentos cerrada al tránsito por los portugueses.

Así que a Colón, que llevaba dos cartas de la Monarquía Hispana para aquellos clérigos aislados en China, no le quedó más alternativa que intentar la vía occidental para llegar hasta allí. Y fue en esa búsqueda donde se dio de bruces con un nuevo continente. Este descubrimiento desata muchos interrogantes entre los intelectuales de la Escuela de Salamanca, desarrollando técnicas de navegación para investigar aquellas ignoras tierras de ultramar. Asimismo, los cosmógrafos de la época se ponen a la tarea de situar sobre el papel aquellas tierras que no constaban en ningún sitio, impulsando la elaboración de mapas. Insua opina que España es sabedora ya de la forma esférica de la Tierra y sitúa correctamente las nuevas tierras descubiertas, así como el Imperio Chino. Los chinos, en cambio, con sus rudimentarios mapas planos del orbe desconocen casi todo lo que no sea su propio territorio y los aledaños más inmediatos.

El escritor español Jesús García Calero se pregunta qué cara se le debe de quedar al desinformado ciudadano español de estos temas cuando le dices que los de siempre nos han hurtado el derecho de haber sido los primeros que abrimos las puertas al conocimiento que desembocó en el Siglo de las Luces. Por supuesto que la ignorancia que el español tiene de estos hechos es fruto de la Leyenda Negra que tejieron nuestros enemigos a lo largo de los siglos, cuyos tópicos han perdurado hasta nuestros días, de tal forma que la imagen que de nosotros debe tener el actual primer ministro holandés (el cual con risitas aviesas le da la razón a un trabajador de la limpieza que le dice que a nosotros no nos dé en calidad de préstamo ni un solo céntimo para poder recuperarnos de la crisis provocada a cuenta del puto virus chino este de los cojones), debe ser, como bien sugiere el escritor español León Arsenal, la de un tipo con unas largas patillas y una navaja en el bolsillo, a lo Curro Jiménez, que se pasa el día trapicheando en el bar de la esquina y sin dar un palo al agua.

Para empezar a poner las cosas en su sitio hay que decir que la humillación que estos tipos nos impusieron desde que ingresamos en el club europeo este de mierda es que teníamos que ser competitivos, hecho que materializamos a diario trabajando mucho más que ellos y a bajo precio. Pero donde nadie puede ganar a estos tipos, ni siquiera los españoles, es en indecencia y en pillería, aunque durante siglos nos hayan vendido la moto de una moral intachable. Permítame, loable leyente, que le ponga en situación.

El descubrimiento de la nueva ruta abierta por Elcano para llegar a Asia bordeando el continente africano sirvió para que la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, fundada el 20 de marzo del 1602, estableciera sus actividades comerciales con Asia. Holanda fue pasando de ser el tolerante paraíso del uso recreativo de las drogas que traían de aquellas lejanas tierras, a convertirse actualmente en uno de los mayores exportadores de estupefacientes sintéticos. Y todo en el seno de la Unión Europea. El crimen organizado opera abiertamente en ese país que tantas cosas nos reprocha, creando un clima de narcotráfico idéntico al que se da en México. Todo esto es consecuencia de la política pública estatal sobre el libre consumo de drogas instaurada en Holanda a fines de los años setenta, donde hacía furor el movimiento hippie. Holanda descriminalizó el uso de las drogas, y en su política de salud pública los adictos son vistos actualmente como pacientes. Están semilegalizadas las llamadas «drogas blandas» derivadas del cannabis. Solo en Ámsterdam hay cerca de 160 coffee shops donde se vende «maría» a gogó. La droga proviene de la producción y el tráfico ilegal tolerados durante décadas en Holanda, lo que ha permitido el desarrollo de grupos de delincuencia organizada que han encontrado ahí un paraíso no solo para la producción ilegal de cannabis, sino también de otras drogas duras.

«Ahora hay una gran discusión sobre esto en mi país, la gente piensa que el sistema ha fracasado», afirma Pieter Tops, académico de la Universidad de Tilburg y profesor de la Escuela de Policía holandesa. Tops señala que Holanda es actualmente un productor y distribuidor de todo tipo de drogas: cannabis, drogas sintéticas, éxtasis, metanfetaminas, cocaína y heroína. La «ejemplar» Holanda genera 19.000 millones de euros al año por las drogas, y gran parte de la producción es exportada a Estados Unidos y Australia. Según Tops, una pastilla de éxtasis producida en Holanda cuesta 20 céntimos de euro y es vendida por un narcomenudista en las calles de Australia, en Sydney, en torno a los 18 euros. De acuerdo con investigaciones recientes, continúa Tops, «de los 19000 millones de euros anuales, solo 900 les queda de ganancia a los criminales holandeses cuando las drogas salen de Holanda. Del resto del dinero, el 95 % de la mascada, las autoridades holandesas no tienen ni zorra idea de quién se lo embolsa».

También en Bélgica, centro de las instituciones europeas, se produce una importante cantidad de drogas sintéticas bajo la dirección de criminales holandeses, pero aún no se han podido determinar las ganancias en este estado fallido donde, por cierto, se llevan a matar la zona francófona, la alemana y la flamenca (por eso será que tienen tanto interés en romper España, como ellos lo están, alentando el independentismo y albergando a etarras y prófugos de la justicia española).

Mientras que en España hacemos más horas presenciales que cualquiera de nuestros socios europeos, el pequeño, «decente» y próspero país holandés se ha convertido en el centro de operaciones de los «barones de la droga», porque, según Tops, Holanda «es una economía muy abierta al comercio internacional; somos la puerta a Europa en el noroccidente. Tenemos una excelente infraestructura: puertos, aeropuertos, sistemas de comercio, el sistema de transporte de Holanda a otros países (de Europa) es muy fácil». A los narcos holandeses les importa una mierda la mierda que exportan y que acaba con la vida de tantos jóvenes colgados en el mundo. El propio Tops con descaro lo reconoce:

«Es muy costoso hacer controles más estrictos del tráfico de mercancías; esto retardaría el movimiento del comercio, lo cual restaría competitividad a Holanda frente a otros países; así que hemos preferido ignorar los riesgos. No hemos atacado el problema por querer proteger nuestra competitividad comercial».

Como hay una actitud tolerante del gobierno y la sociedad sobre las drogas y su uso, continúa diciendo, «como consecuencia, no invertimos en una fuerza del orden fuerte para combatir la ilegalidad». Ahí está el tío, con un par de bolas.

La fiebre holandesa del tulipán

“La primera burbuja especulativa de la historia la protagonizaron estos individuos, dando en quiebra al estado holandés y de paso también al inglés”

La primera burbuja especulativa de la historia la protagonizaron estos individuos, dando en quiebra al estado holandés y de paso también al inglés. La historia se las trae…El tulipán, que tan bien representa a Holanda, no es oriundo de allí; llegó desde Turquía en el siglo XVI para adornar los jardines del emperador Maximiliano, el abuelo de nuestro emperador Carlos V. Como era raro y caro, los nobles empezaron a coleccionarlos como símbolo de poder y riqueza, como antaño lo fue el color púrpura obtenido de unos caracoles que solo había en la ciudad de Tiro. Tal y como cuenta Peter Garber en el libro «Las famosas primeras burbujas: los fundamentos de las fiebres especulativas del pasado», a principios del siglo XVII los tulipanes eran un símbolo de prestigio entre los más ricos; las mujeres querían llevarlos en sus vestidos, los botánicos querían cultivarlos y los pintores preferían cuidar un tulipán a pintar un cuadro.

Como la flor del tulipán tarda siete años en madurar, los comerciantes se dieron cuenta de que podían vender los bulbos que se obtendrían de la próxima cosecha. El comerciante recibía un pago por sus futuros tulipanes y el comprador un derecho (reconocido en un documento escrito) a obtener esos bulbos cuando florecieran. En otras palabras: estamos ante el primer mercado de futuros de la historia. Es como antes de la burbuja inmobiliaria del 2008, cuando se vendían y se compraban casas sobre el papel, entrando en escena especuladores por un tubo. Es decir, se compraba un producto barato, en este caso el bulbo de un tulipán, simplemente para venderlo a un precio mayor, no para utilizarlo.

Los adustos, honrados y laboriosos holandeses la liaron parda a partir del 1620. Comenzó a popularizarse la especulación con los títulos de propiedad de los tulipanes. Según el libro «15+1 crisis de la bolsa. Ganar en las turbulencias financieras», de Self Trade Bank, comprar títulos de bulbos para venderlos a los pocos meses y sacar un ingente margen de beneficio parecía un negocio seguro, de la misma manera que así lo creían muchos de los que especulaban con el ladrillo. Al igual que sucedió en España con la fiebre inmobiliaria, mucha gente de clase humilde en Holanda dejó su trabajo para dedicarse a esta lucrativa actividad económica; pidió créditos e incluso hipotecó su casa para especular con los bulbos de tulipán. Y cuantos más inversores entraban en el negocio, más era el efecto llamada de semejante locura y más subía el precio. Para 1623, un solo derecho de tulipán normal se vendía a 1000 florines (teniendo en cuenta que el sueldo de un holandés medio era de 150 florines anuales). Sin embargo, el máximo precio del tulipán se alcanzó en 1635: un solo bulbo de Semper Augustus (un raro tulipán a rayas blancas y rojas) se cambió por una mansión entera en el centro de Ámsterdam. Nunca en la historia algo tan evanescente como una flor había conseguido tener más valor que una sólida estructura de hormigón y madera. En 1637 hubo una mala cosecha de tulipanes, lo que provocó las primeras tensiones. Aparecieron entonces en escena los expertos que apuntaban a que los precios del mercado eran desproporcionadamente altos (hasta entonces, paradójicamente, no había abierto la boca ninguno). Entonces el precio del bulbo empezó a caer; los holandeses sabían que no podrían mantener esos precios más tiempo y todo el mundo quiso vender y escapar del desastre que se cernía sobre ellos.

El relato de estos acontecimientos fue popularizado por el periodista escocés Charles Mackay, que lo reflejó en su libro «Memorias de extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes». Mackay relata que el 5 de febrero de 1637, 99 tulipanes se vendieron nada menos que por 90000 florines. Un mes más tarde, el 6 de febrero, medio kilo de tulipanes trató de venderse por 1250 florines, pero nadie los compró: acababa de explotar la burbuja tulipanera. Al igual que sucedió aquí con las casas, el precio de los tulipanes cayó en picado. Aquellas personas que pidieron créditos imposibles y que hipotecaron sus casas o sus negocios para invertir en el tulipán se arruinaron miserablemente. Se hicieron ricos unos pocos holandeses a costa de la mayoría de ingenuos que creyeron que podían ganar dinero sin trabajar. Así que tuvieron que vender duros a mucho menos de cinco pesetas. La gente había perdido sus casas y sus trabajos por una flor que ahora no valía una mierda. Y si piensa usted que solo el español es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, a pesar de las terribles consecuencias de esta burbuja especulativa con los tulipanes, un siglo después los holandeses trompicaron de nuevo con el reino vegetal en lo que se vino en llamar «la fiebre de los jacintos».

Ah. Y del paraíso fiscal holandés ubicado en el seno de la Unión Europea no le digo nada, pues ya hemos dado cuenta de ello anteriormente, pero debo recordarle que son 2500 millones de dólares anuales los que Holanda nos birla a España e Italia.

Así que estas son algunas de las «perlas» que nuestros macarras de la moral tapan astutamente, lanzando bombas de humo chinas valiéndose de nuestra, para ellos, socorrida Leyenda Negra. Así que la única manera de combatir este estigma sería conocer la verdad de nuestro pasado.

Roca Barea dice que uno de los objetivos de conocer nuestra historia sería «subir la moral» a los españoles. Insua opina que «se trataría de un elemento de compensación contra el bombardeo propagandístico de la Leyenda Negra de acuerdo con el cual España sería y habría sido una sociedad degenerada y atrasada, como poco; de ser así es normal que nadie quisiera comprometerse en la actualidad con esa realidad política». Esa sería la línea que sigue Roca Barea: «En tanto que ajustas históricamente lo que ha sido España, ya no hay un perfil que la haga abominable y rechazable, tal y como ha sido dibujada por tantos. Es decir, si uno pinta a España como un monstruo, es de justicia intentar acabar con ella. Ahora bien, resulta que no es un monstruo».

Dice Insua: «Puede que el concepto “subir la moral” sea un poco vago en este contexto, pero si tú ajustas a la historia el transcurrir de la acción de España secularmente se ve que no hay lugar para renegar de ella, en especial si se la compara con otros imperios: la acción imperial de España en América fue muy superior a la de otras potencias. Sin negar las matanzas, que las hubo, España jamás realizó un genocidio, sino que estructuró políticamente aquella sociedad. Incluso desde la mentalidad actual, la historia de España es -digamos- “bastante digerible” si la comparamos con la inglesa, la belga [o la holandesa], por ejemplo».

Bélgica jamás podrá borrar el estigma de haber cometido el mayor genocidio contra la humanidad. Obligó a la población autóctona del Congo belga a construir carreteras y vías de ferrocarril mediante la tortura, los castigos y la esclavitud, abolida ya por entonces en toda Europa. Entre 1885 y 1920 fueron exterminados 15 millones de seres humanos, poblados y etnias por completo. No diferenciaban entre niños, mujeres y hombres: para ellos eran solo… animales.

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