«La protohistoria del territorio que iba a ser España representa una encrucijada de culturas. Es otra premonición de lo que iba a ser la historia posterior»
La nación española es una de las más antiguas de Europa, pero, solo, emerge con personalidad propia a partir del siglo XIII. No obstante, su territorio estuvo poblado, durante milenios, por diversas culturas.
El fenómeno más interesante es el de la constante arribada de diversos pueblos del Mediterráneo Oriental, de Anatolia, Siria y zonas adyacentes. Sobresalen los fenicios, hebreos, cretenses, griegos, etc. No fueron, tanto, invasiones o movimientos migratorios como expediciones comerciales o aventureras, siguiendo la estela mítica de Ulises. Esos navegantes costeaban el Norte africano hasta otear la fantasía de las “columnas de Hércules”. Es decir, se sentían fascinados por el misterioso “fin de la Tierra”, los lugares donde, cotidianamente, se ponía el Sol por última vez. La costa que se desplegaba al Norte era Sefarad, Iberia o Spania. Su enorme atractivo estaba en los inmensos depósitos minerales: oro, plata, cobre, estaño, etc. No existía otro lugar en el orbe con tal riqueza acumulada. Tanto era, así, que, en un texto reciente, el Papa Ratzinger alude a la historia de los Reyes Magos. Es una recreación de esos “sabios”, originarios de lo que hoy es la costa andaluza, probablemente, las minas de Río Tinto o la desembocadura del Guadalquivir. La misteriosa estrella que los guio hasta Belén fue un extraordinario suceso astronómico: la conjunción de varios planetas, que se produjo hacia el año 6 de la era cristiana. Así, podemos calcular que Jesús debió de nacer por esas fechas. Los antiguos astrónomos chinos habían detectado ese extraordinario fenómeno de la conjunción astral del año 6 de nuestra era.
Es notoria la identificación de esa Spania primigenia con el atractivo de la riqueza y, también, con el mito de lo que más tarde se llamaría finis terrae. Pero, esa es otra historia muy posterior, entretejida con el orto de la nación española.
De momento, anotemos esa constante de las primitivas expediciones que entraron en contacto con la misteriosa cultura tartésica, la del Sur de lo que, con el tiempo, sería Al Andalus o España. Era una intermitente pulsión de navegar todo lo posible hacia Occidente. Tal movimiento se reprodujo y amplió, siglos más tarde, con la aventura de los castellanos en busca de Eldorado, las Amazonas y otros mitos en el continente americano. Ahora, la navegación hacia el Occidente culminó con la primera vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano.
Desde luego, la protohistoria del territorio que iba a ser España dista mucho de significar una especie de Tibet. Más bien, representa una encrucijada de culturas. Es otra premonición de lo que iba a ser la historia posterior.
Amando de Miguel para Actualidad Almanzora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario