María Fidalgo Casares
La brutal destrucción anti-ferrolana del edificio que otrora se llamara Palacio Municipal sigue su curso. Confieso que me he negado a pasar delante de la parte ya «restaurada» – amputada diría yo-. La visualización de su nuevo estado será sufrir esa mezcla de indignación, tristeza, melancolía y rabia que sentimos los amantes de la ciudad cuando encajamos ataques a nuestra identidad. Parecía imposible que se superara la magnitud de la mayor afrenta emocional al ciudadano ferrolano: La Plaza de España, obra cumbre de veleidades de políticos, urbanistas y cretinos. Décadas después, sigue generando miles de artículos y posts de frustración en la red ¿Por qué creen que así sucede? porque ha sido un impacto que décadas después no ha sido superado por la ciudadanía y que sigue doliendo cada vez que se ve. Pues como si fuera a propósito… con el ayuntamiento… ¿querías caldo? Pues toma dos tazas.
La milonga de gravísimos problemas de seguridad en pináculos, barandillas, bolas y figurillas avalaron este atentado a la ferrolanía que suponía la reforma del edificio de nuestro ayuntamiento… ¿Que apenas tenía décadas? Eric Hobsbawm ya hablaba de la importancia de la tradición aunque fuera inventada, y si no, que nos lo digan a los ferrolanos cuando reinventamos nuestra Semana Santa en los 40 con raíces sureñas y hoy es nuestra principal seña de identidad, y es copiada sin recato por otras cofradías de toda Galicia.. Y qué decir a los catalanes con ese genuino baile “corro de la patata” inventada por un señor de Jaén hace dos telediarios y que ellos aman más que a la butifarra.
Nos hemos cansado -cuando empezaron las obras- de aportar pruebas y fotos de que existían estos ornamentos en todo el país en edificios nobles y humildes, regios y domésticos, románicos y recientes, pétreos y de triste cemento sin ningún tipo de problema de seguridad… Sabíamos de sobra que el problema no era ese, pero al menos que no nos tomaran por tontos. Y es que por mucho que molestase el Ayuntamiento era el edificio más identitario de la ciudad. Entiendo que en Ferrol hay construcciones infinitamente más valiosas, pero por su empaque en el corazón de la Magdalena, así era. Como lo es en Sevilla la Giralda y su “giraldillo» que lo corona desde el siglo XVI y que soportó hasta el terremoto del Lisboa, el más letal vivido en nuestra península. La Giralda no es ninguna torre de material noble, sino que a excepción del mínimo basamento pétreo de arenisca, está construida de simple ladrillo. «El Giraldillo«- en masculino aunque es una soberbia escultura femenina- es su principal ornamento. Para restaurarlo, ya que llevaba quinientos años a la intemperie, hace unos años se bajó de la Giralda y se hizo una réplica exacta. El giraldillo original tendría como destino el Museo catedralicio y así la gente podría verlo de cerca.
Pero ocurrió algo inesperado: un clamor popular capitaneado por el periodista Antonio Burgos pidió que se volviera a subir la original aduciendo incluso motivos poéticos. «La señora que lleva siglos sobrevolando en los cielos de Sevilla ¿Cómo vamos a encerrarla en las cuatro paredes de un museo?” Pues bien, en este caso ganaron los buenos, patrimonio dio el OK y así se hizo. Hoy puede verse a las puertas de la catedral la réplica, y la original del siglo XVI ha vuelto a sobrevolar los cielos de la ciudad que tiene “un color especial”.
Pero ahora la reflexión ferrolana. Si nuestros arquitectos decían que era imposible colocar los ornamentos del proyecto del autor por el problema del sostén y su peso ( ojo, ornamentos de cemento hueco)…¿Cómo pudieron en el siglo XVI colocar y sujetar la escultura del Giraldillo en la Giralda? ojo, una estatua de bronce que pesa tonelada y media, sí 1.500 kilos, de 3,47 metros de envergadura y colocada sobre una bola de acero.
Pues como mi competencia en arquitectura no es técnica sino histórico-artística, me dio la solución mi querido amigo el aparejador Rafael Fernández de Bobadilla. La bola de acero está unida y fijada a una barra de acero de 19 metros de longitud y gran calibre, cómo se puede ver en el esquema que Bobadilla me ha cedido. La barra sale de la bola que hay bajo los pies del Giraldillo y sigue por los diferentes cuerpos de la torre. De uno de ellos- llamado cuerpo del Reloj- cuelga una campana ya en desuso que no tiene badajo y sirve de contrapeso.
Para los profanos en la materia, me ha explicado que el Giraldillo con la bola y la barra que va hasta la campana en desuso sería como un polo. La barra sería el palo de sujeción del helado y el Giraldillo sería el polo. Vamos, esto ya lo sabía Faustino del Palacio, el maragato del colmado de la Plaza de Amboage cuando ideó sus polos- inolvidables para los niños de los 60- en un congelador doméstico. Umm ¿ Faustino habría estudiado arquitectura
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