«La exposición en The Hispanic Society of América, inaugurada en 1926 no pudo estar preparada en vida del pintor, pues falleció tres años antes»
Con motivo del centenario del fallecimiento del extraordinario pintor valenciano, se ha denominado a 2023 como El Año Sorolla, en el que además de las actividades que tendrán lugar en España organizadas por el magnífico museo que lleva su nombre, se suman otras galerías e instituciones tanto en Europa como en América para elogiar la obra del artista, cuya notoriedad traspasó nuestras fronteras llegando a ser considerado uno de los mejores pintores españoles de la historia.
Joaquín Sorolla Bastida (1863-1923) sintió desde niño pasión por el arte y especialmente por el dibujo. Huérfano de padres desde los dos años, fue criado por sus tíos que facilitaron su formación como artista en la Escuela de Artesanos de Valencia y posteriormente en la Escuela de Bellas Artes ante el interés que el joven mostraba por la pintura y comprobar las excelentes cualidades que poseía para dicha disciplina. En este periodo conoce la obra del pintor Ignacio Pinazo (1849-1916) que le enseñará el tratamiento de la luz, algo sustancial en la obra de Sorolla.
Con el lienzo El grito del Palleter (1884), se presenta a un concurso de pintura convocado por la Diputación de Valencia con el que gana la beca como pensionado para continuar sus estudios en Roma, algo que será esencial para su formación. Italia y la Real Academia de España en Roma, le dan la posibilidad de conocer la obra de los grandes maestros y tener contacto con la obra de uno de los pintores más admirados por el artista valenciano cuya técnica le sedujo enormemente, Mariano Fortuny (1838-1874).
Regresa a España en 1889 tras años de formación en Italia y Francia, donde queda fascinado por el arte italiano y en el país galo toma contacto con La Escuela de Barbizón interesándose por los temas de crítica social que también abordará en ocasiones. En París acudía a exposiciones en las que se impregnaba de todo aquello que aportaban pintores de toda Europa.
Sin embargo, Sorolla quiere afianzar su propio estilo con una continua búsqueda de plasmar la luz y el color de forma real y que impactara de igual manera que al percibirla directamente del natural. Comenzó a pintar al aire libre escenas junto al mar con un rico cromatismo y una enérgica pincelada.
Será con la obra ¡Aún dicen que el pescado es caro! cuando consigue ese efecto luminoso que buscaba en un tema de denuncia social, presentando una escena dramática ante el accidente de un marinero en el interior de un barco pesquero. En este periodo desarrolla lo que se ha conocido como luminismo, composiciones en las que la luz juega un papel decisivo, muy descriptivas, con pinceladas enérgicas y una perfecta combinación de colores. No será igual que el que se ha denominado como luminismo caravaggesco, tan particular e influyente siglos atrás a partir de la obra del pintor italiano Caravaggio.
A lo largo de los años, Sorolla trabajó incansablemente para estampar en sus cuadros no solo la luz del Mediterráneo, obras quizás por las que más ha sido conocido con figuras de niños y mujeres en la playa o de faenas en la mar, un mundo muy cercano a él, sino también de otras partes de España. La influencia de los escritores de la generación del 98 y su descripción de los paisajes de Castilla, será fuente de inspiración para el artista.
Tras su vuelta a España y una estancia temporal en Valencia, se instala definitivamente en la calle General Martínez Campos de Madrid en una bonita casa que ampliará más adelante con bellos jardines, donde desde 1932 se ubica el Museo Sorolla.
Su fama se incrementaría cada vez más, ya que no solo se limitaba a pintar marinas, temas sociales o escenas de costumbres, gracias a sus buenas relaciones sociales le surgieron numerosos encargos de retratos que realizaba de manera magistral y ello le otorgó gran prestigio, aunque según el propio pintor no era su género preferido. Sus retratos tienen fuerza y personalidad y en ellos podemos atisbar la influencia de Velázquez, pintor por el que Sorolla sentía una gran admiración.
Viajó en numerosas ocasiones por toda Europa donde no dejó de aprender y realizó una exposición en París con un éxito extraordinario que le valió el reconocimiento no solo en Europa, sino también en América donde también expuso. Será a raíz de estas exposiciones cuando toma contacto con el filántropo americano Archer Milton Huntington (1870-1955) que maravillado con la obra del artista le propuso realizar el excepcional encargo para The Hispanic Society of América sobre España y sus regiones.
Apasionado por la cultura española y en general de todo su legado en Hispanoamérica, Archer Milton Huntington, logró reunir una de las más importantes colecciones de arte, cultura y literatura hispanas en todo el mundo así como de Portugal y Filipinas. El Museo se encuentra en la zona norte del barrio de Broadway, en la ciudad de Nueva York.
La labor de Huntington fue encomiable no solo por el gran interés en recopilar obras de arte y conseguir una interesante colección, sino por el apoyo a los estudios hispanos, ayudando económicamente a muchos investigadores. Reunió más de ocho mil piezas entre pinturas, acuarelas, esculturas y objetos decorativos lo que hacen de esta sociedad un lugar atractivo para visitar. Entre sus adquisiciones cabe destacar obras de Velázquez, Alonso Cano, Murillo o Zurbarán y esculturas de Pedro de Mena o Juan de Juni. También hay una representación del arte del siglo XIX- XX con obras de Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Mariano Fortuny o Federico de Madrazo entre otros. Su biblioteca cuenta con un gran número de ejemplares entre los que se incluyen doscientos cincuenta incunables y una primera edición de El Quijote correspondiente a una tirada de más de mil quinientos ejemplares que datan de principios del siglo XVII.
Archer Milton, fascinado con la obra del pintor valenciano pensó en él para la realización de una serie de lienzos que mostraran la vida en España cuyo título sería Vision of Spain (Visión de España). A Sorolla le interesó el proyecto y aunque en un principio se pensó en una serie de acontecimientos históricos, el artista se decantó por una colección en la que destacaría las costumbres y tradiciones de su país, le llevaría años terminarlo, ocho en total, y un gran esfuerzo, pero consiguió plasmar de forma veraz esas escenas populares que proporcionaban una realidad clara del aspecto más popular de España, tradiciones y costumbres que el propio pintor pensaba tendían a desaparecer.
La colección la componen en total catorce cuadros de gran formato. Para tan ardua labor, Sorolla recorrió toda la geografía española tomando escenas del natural que muestran algunas de las tradiciones del país y que hacen posible tener una visión manifiesta de la España del momento. Pintar esta serie, para cuya realización viajaba continuamente, hizo que además realizara numerosos paisajes y escenas de toda España, en los que se aprecia su maestría en composiciones sencillas pero con gran fuerza.
En el panel de Extremadura aparecen las figuras realizando las distintas actividades en El mercado, El palmeral en Elche representa a varias jornaleras recogiendo dátiles, para lo que Sorolla esperó a que estuvieran maduros, El pescado, inspirado en el puerto de Barcelona, lo pintó en Lloret de Mar con un bonito contraste entre blancos y azules.
De las tierras de Andalucía realizará varios murales como Los nazarenos en Sevilla en el que los personajes en primer plano miran al espectador y podríamos decir que “se salen del cuadro”, El baile, una escena típicamente española en la que consigue un bello contraste entre luces y sombras en los trajes, La pesca del atún en Ayamonte (Huelva) en el que los reflejos de la luz sobre las superficies se expanden por todo el cuadro, El encierro, en el que aparecen los mayorales guiando las reses o Los toreros.
En el panel de Galicia, nos muestra La Romería con una feria de ganado; Navarra con El concejo de El Roncal donde plasma una antigua tradición que data del siglo XIV, Castilla y La fiesta del pan, Guipúzcoa con una escena junto al Monte Igueldo que tituló Los bolos, Valencia en el que nos muestra los preparativos de la procesión de San Vicente Mártir en Las grupas y en Aragón representa el baile típico de la región, La Jota, siendo ésta una de las composiciones con más color y en la que destaca el movimiento al bailar.
La exposición en The Hispanic Society of América, inaugurada en 1926 lamentablemente no pudo estar preparada en vida del pintor, pues falleció tres años antes, fue un éxito rotundo y sin precedentes en Nueva York. Un homenaje a España en la que el espectador queda cautivado por la temática, la técnica y los contrastes entre luces y sombras. Tras la exposición muchos coleccionistas de arte se interesaron por su obra por lo que su obra está presente en colecciones particulares por todo el mundo.
La obra de Sorolla llega al público de toda condición, una pintura vigorosa y apasionada ejecutada con una técnica extraordinaria, llena de luz y de color y un estilo muy personal. Amaba la pintura y ese sentimiento lo plasmó en su obra magistralmente.
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