domingo, 6 de febrero de 2022

Capitán Francisco de Cuéllar: naufrago e invencible. Personajes olvidados. Español.

Prácticamente desconocido en España, es un personaje legendario en Irlanda, donde le han dedicado libros, una ruta turística y, recientemente, una película

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«El 21 de septiembre de 1588 naufragaron tres barcos de la Armada española en la playa de Streedagh. Murieron más de 1.100 hombres. Cada año, se recuerda a los muertos. Un símbolo de la amistad y de los lazos que nos unen a España e Irlanda…». Con este texto comienza el vídeo ‘Remembering the Armada 2017’, un sobrecogedor y emotivo testimonio del homenaje que los habitantes del condado de Sligo tributan a los españoles de la Invencible allí caídos hace más de cuatro siglos. Se anuda la garganta al contemplar las 1.100 cruces de madera plantadas en la arena, mientras una solemne procesión de cientos de personas, con estandartes gaélicos, se dirige a la playa. Desde el horizonte, con aire paternal, un navío de la Armada contempla la escena.

El capitán Francisco de Cuéllar, uno de los pocos supervivientes de la tragedia, relató en una carta, escrita desde Amberes en 1589, el infierno sufrido por los escasos «afortunados» que llegaron con vida a la playa. La increíble aventura que protagonizó durante siete meses de huida por el norte de Irlanda, su bravura ante los ingleses o las valiosísimas descripciones que hace de los gaélicos del siglo XVI, lo han convertido en un personaje legendario en aquel país. Allí le han dedicado libros, una ruta turística -De Cuéllar Trail- reproduce el itinerario que siguió por las provincias de Connacht y el Ulster, e incluso acaba de estrenarse una película sobre él. Obviamente, una producción irlandesa.

Para vergüenza nuestra, en su patria, apenas un puñado de investigadores y aficionados a la Historia recuerdan su gesta. El relato que nos dejó resulta vibrante. Comienza mostrando el horror del naufragio: «seiscientos cuerpos que echó la mar fuera, y se los comían cuervos y lobos sin que hubiese quien diese sepultura a ninguno», y a los ingleses acuchillando a los pocos supervivientes que llegaron, exhaustos, a la playa. En tierra extraña y perseguidos sin piedad, escaparon muy pocos. «No teníamos remedio ni socorro ninguno, si no era de Dios», escribe. Lo que halló en su primer escondite le heló la sangre: «doce españoles ahorcados dentro de la iglesia por mano de los luteranos ingleses que en nuestra busca andaban».

Gravemente herido, sufrió mil penalidades y escapó a la implacable caza del español gracias a su bravura y a la providencial ayuda de los irlandeses, que arriesgaban su vida al hacerlo.

Como el caudillo Brian O’Rourke, «muy grande amigo del Rey de España, que recogía y hacía bien a todos los españoles que a él se iban» -los ingleses lo ahorcarían por ello en 1591-, a cuyas tierras llegó tras muchas tribulaciones y padecimientos. Allí se reencontró con setenta compatriotas y pronto vislumbraron su salvación: el galeón Girona, que se hallaba en la costa para recogerlos. Mas, sus heridas le impidieron llegar a tiempo para embarcar. No sabía que su desventura acababa de salvarle la vida, pues, poco después, el Girona se hundió y sus camaradas murieron.

En la lucha por la supervivencia todo valía: el latín le sirvió para comunicarse con algunos irlandeses y se hizo popular entre otros leyéndoles la mano: «no había otro mejor español que yo, y de noche y de día me perseguían hombres y mujeres para que les dijese la buenaventura».

Poco después, protagonizaría su mayor gesta cuando, acogido por los MacClancy, llegó un ejército inglés con 1.700 hombres. Ante la imposible resistencia, los gaélicos se retiraron a las montañas. Atónitos se quedaron cuando Cuéllar decidió quedarse, junto a otros ocho españoles, para defender hasta la muerte Rossclogher, un castillo emplazado en una isla. «Era mejor acabar de una vez, honradamente (…) no había que aguardar más ni andar huyendo por montañas y bosques, desnudos, descalzos y con tan grandes fríos». Los ingleses, enfurecidos, fueron «sobre el castillo con todo su poder». Nada consiguieron ante la tenaz resistencia y, tras 17 días de sitio, el mal tiempo les obligó a retirarse. Convertido en héroe, la noticia de su increíble hazaña corrió por toda la isla. Y, posiblemente, la idea de lo que habrían sido capaces de hacer los tercios españoles frente a los ingleses, de haber logrado desembarcar.

Después de sortear mil peligros, logró pasar a Escocia, donde tampoco lo tuvo fácil, y meses después zarpó con destino a Flandes. Y, como náufrago reincidente, sería uno de los pocos en arribar a sus costas tras sufrir un ataque naval holandés.

Poco se conocía de los orígenes de este capitán de los tercios que combatió en Flandes, Nápoles, Brasil, en la toma de París en 1590… Su apellido denota raigambre segoviana, y una reciente investigación de Rafael Girón ha descubierto un capitán Francisco de Cuéllar, hijo de un abogado de la Chancillería, nacido en Valladolid y bautizado el 12 de marzo de 1562 en la parroquia de San Miguel. Magnífica nueva que permite incluir en esta ilustre saga de los ‘Hijos del olvido’, con todos los honores, al invencible náufrago.

ENLACE:

https://www.despertaferro-ediciones.com/2020/el-capitan-francisco-de-cuellar-naufragos-de-la-gran-armada/ 

https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Cu%C3%A9llar  

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