Domingo 6 de febrero de 2022 |
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De apellido, solidario | |||
Los viajeros del siglo XXI tenemos apellido. Uno o varios. Somos urbanitas, naturalistas, sostenibles, culturales, literarios, arqueólogos, deportistas, gastronómicos… La posibilidad de descubrir el mundo siguiendo nuestros intereses es posible e incluso se ha convertido en el lema de algunas agencias de viajes. De todos esos apellidos, el de solidario es de los que están más abiertos a interpretaciones. Mientras que está claro que un viajero naturalista tiene por objetivo observar fauna y flora, que el urbanita busca perderse en ciudades de arquitectura y gastronomía vibrante, o que el deportista se pirra por participar en una carrera ciclista o en una maratón concreta, el viajero que quiere contribuir a mejorar las condiciones de vida de los enclaves por los que pasa debe escoger con cuidado sus opciones.
En los siglos XVIII y XIX conocer otras culturas era todo un exotismo. Algunos exploradores se trajeron de vuelta a casa algún nativo para enseñarlo en los círculos científicos de la alta sociedad, como hizo Robert FitzRoy con tres fueguinos. Y en el siglo XX, los documentales de África realizados por Martin y Ossa Johnson entusiasmaron a los estadounidenses. Y ciertamente, la llegada del turismo en la segunda mitad del siglo XX trajo prosperidad a zonas hasta entonces empobrecidas, pero en la mayoría de casos contribuyó a la desaparición de costumbres, creencias y rituales que pasaron a ser espectáculos desprovistos ya de toda esencia.
Algunas ONG alertan de los fraudes que se han cometido en nombre de la solidaridad. En las dos últimas décadas surgieron asociaciones que prometían experiencias de voluntariado en beneficio de comunidades locales y que en realidad eran un montaje del que se aprovechaban unos pocos. Laura Battestini tuvo esa sensación la primera vez que viajó a Ghana hace casi 10 años. Tras aquella experiencia decidió implicarse en la mejora de las condiciones de vida de los niños de Koforidua y fundó GhanABC, una entidad que reúne a los niños de orfanatos con sus familiares más directos, les procura educación, sanidad y, cuando son más mayores, el aprendizaje de un oficio.
Imagen de un taller de costura impulsado por GhanABC
Son muchos los viajeros que han transformado su mirada después de adentrarse en las zonas rurales de África, Asia o América. Ya no pagan por ir a ver mujeres jirafa, con el cuello deformado expresamente para atraer a turistas, sino que recorren el territorio acompañados por guías nativos que sepan explicar el origen de los rituales o el significado de las ropas y los tatuajes.
También las comunidades han visto que su futuro depende de esa mirada respetuosa con su cultura y su entorno. De ahí han surgido cooperativas de pequeños productores de arroz, café o sorgo, o asociaciones de artesanos, como las mujeres tejedoras de Guatemala, organizadas en una treintena de entidades que defienden la propiedad de sus creaciones textiles.
En la última edición de FITUR empezó a sonar con fuerza el concepto de turismo regenerativo, un “apellido” nuevo que en realidad fusiona el ecoturismo y el turismo solidario. Porque, en realidad, ambos van de la mano: viajar a un destino con el objetivo de respetar el entorno natural y también a sus pobladores, y contribuir de paso a la conservación de ese patrimonio. El movimiento “regenerativo” ha alcanzado no solo a grandes agencias de viajes, que contratan a guías locales para realizar caminatas y ofrecen alojamientos gestionados por habitantes del lugar, también los grupos hoteleros se han sumado a esta tendencia. Quizás uno de los mayores hitos en este ámbito es el Orango Parque Hotel, un establecimiento por y para reivindicar la cultura bijagó en el archipiélago de Orango (Guinea Bissau). O el ejemplo de Mama Elo's una malograda ONG que se reinventó para promover la inmersión del viajero en Tanzania. Las grandes cadenas no le han dado la espalda a todo ello, como demuestra Meliá en iniciativa Beatriz o la apuesta de Iberostar en todos sus hoteles por la reducción de residuos y la recuperación de espacios naturales. Regenerativo no es un apellido que suene atractivo; parece más propio de cosmética o de cirugía plástica, es cierto. Pero, bienvenido sea si con él renovamos y ampliamos el concepto de ecológico, solidario y sostenible, los ejes del futuro del planeta, de su riqueza natural y cultural.
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